La falta de autocrítica y el don del intérprete

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La falta de autocrítica y el don del intérprete

06 Septiembre 2016

Por Mariano Montenegro

Las elecciones de octubre y noviembre de 2015 dejaron dos verdades objetivas e indiscutibles.  La primera es que ninguno de los candidatos del peronismo logró vencer a la alianza Cambiemos. La segunda es que Elisa Carrió puede estar loca, ser un ser destructivo o un cuadro iluminado del republicanismo autóctono, pero lo seguro es que fue una de las pocas personas capaces de darse cuenta que la oposición debía unirse en base a una serie de ejes programáticos y convertirse en un eje fundamental para convertir a la oposición en eso, oposición. Tuvo que enfrentar al revisionismo televisivo, obviar los archivos y abandonar las posturas extremas para con quienes pretendía unir. Y los unió, rejuntó a gran parte del arco opositor en un frente "antipopulista" que ganó las elecciones.

Sí, ganó las elecciones. Le ganó las elecciones al Frente para la Victoria sin necesidad de recurrir a una alianza con el Frente Renovador.

El peronismo, tras la derrota, quedó dividido en tres partes: una que responde a Sergio Massa y que actúa como opositor al oficialismo actual y al anterior. Otra que responde a Cristina Fernández de Kirchner y que sin ningún atisbo de autocrítica actúa como oficialista de un oficialismo pasado. Por último, una que no responde directamente a ninguno de los dos anteriores, que reconoce la inexistencia del FpV y hoy por hoy se encuentra huérfana de representación. 

¿Cómo hacerle frente a un gobierno que en vez de caracterizarse en oficialista se posiciona en una suerte de gobierno de oposición al oficialismo anterior?

El macrismo tiene debilidades por todos sus flancos. La economía no le responde como esperaba y las políticas que decide imponer en pos de las tan mentadas inversiones cada día le salen más caras. Esto los obliga a retroceder con torpeza cada vez que se encuentran a una oposición unida.

El veto a la Ley Antidespidos tras la multitudinaria marcha gremial del 29/4 y el fallo de la Corte Suprema con la consecuente revisión de las tarifas tras los "ruidazos" y la movilización de San Cayetano son dos ejemplos palpables y reales de que cuando en la calle sube el mercurio del termómetro social a la oposición no le queda más que unirse.

Es ahí cuando el macrismo echa mano desesperado de la única herramienta que los sostiene: ensuciar a los massistas de kirchneristas y a éstos últimos de massistas.

Las inversiones demoran cada vez más y los inversores reclaman medidas liberales más exigentes. Cambiemos necesita una victoria en 2017 para poder imponer las medidas que a cualquier costo atraigan inversiones. Y ese costo siempre es social y lo pagan las grandes mayorías. Los datos relativos a la pobreza, la indigencia y el desempleo son los peores en muchos años.

Teniendo en cuenta este escenario, todos reconocen la necesidad de construir una nueva mayoría que le pueda ganar al macrismo y todos demuestran que la derrota les quitó mucho de lo que pudieron contener hasta finales de 2015.

Entonces, ¿cómo construir una nueva mayoría si quienes hoy parecen ser los dos máximos candidatos le dedican más tiempo a reivindicar u oponerse a un gobierno anterior que a generar alianzas y ampliar la base de representación con la que fueron derrotados en 2015?

La base de sustentación política del peronismo en general se redujo como consecuencia de la ausencia de recursos para mantener las estructuras. Estructuras que pasaron de manejar cajas enormes en distintas agencias gubernamentales y ministerios a depender de municipios y unos pocos gobiernos provinciales.

Esto significa: lo que en el pasado se contenía con recursos hoy debe contenerse con política, pero es imposible encarar una construcción política sin un atisbo de autocrítica.

Cambiemos ganó porque fue mejor que el kirchnerismo y el Frente Renovador. Cambiemos sumó más alianzas que cualquier otro espacio mientras el FpV se dedicaba a romperlas y el FR a reducirlas. Cambiemos logró algo que muchos consideraban una fantasía, ganar en Recoleta y en La Rana, en el oro y en el barro. Y es que para que la mayoría de electores te voten no hace falta una ingeniería electoral demasiado compleja, sencillamente es encontrar el eje sobre el cual aglutinar al mayor número de voluntades y votos posible.

Esta es una de las razones por las que hoy una tercera parte del peronismo integrada por intendentes, legisladores, organizaciones gremiales y sociales no se encuentra conducida o representada por los candidatos que circulan en las encuestas.

No es casual que fueran los intendentes, las organizaciones sociales y las centrales obreras quienes estuvieran al frente de los reclamos por los tarifazos y el ajuste laboral. El "mostrador del Estado" está abierto los 365 días del año y atiende de 8 a 15hs. Las organizaciones sociales están en los barrios todos los días, los trabajadores formales trabajan a diario y los informales o trabajadores de la economía popular también. No tienen congresos en el exterior ni retiros espirituales en El Calafate.

Entender que la etapa cambió y que las condiciones objetivas son distintas es vital para no chocar la zanella subjetiva de la representación contra los límites que impone el contexto.

Mauricio Macri gobierna para y desde el pasado. Cada decisión que toma, cada decisión parece tomarse cpmo una disputa contra una hegemonía que ya no gobierna. En plena campaña, las redes sociales se hicieron un festín con el furcio de María Eugenia Vidal “cambiamos futuro por pasado” pero algo de eso hay en quienes dirigen el discurso del gobierno Nacional. Si cada cual es hijo de su tiempo, Cambiemos parece renegar de ellos y parir una gobernabilidad en el destiempo.

El problema de Cambiemos no es la política, su problema es la calle. Los trabajadores, los pobres, los últimos de la fila, los que en la década la empataron. El problema del oficialismo son los que no tienen bolsos para revolear. Y es ahí donde hay un germen de mayoría, en una representación que también incluya a los que probablemente votaron “el Cambio” porque con “el Proyecto” no llegaban.

Quienes lidian con la representación a diario son quienes mejor comprenden esto. Intendentes, dirigentes gremiales, cartoneros, cooperativistas, piqueteros y demás representantes del campo popular buscan una representación superior que hoy está faltando porque los principales actores políticos parecen estar más preocupados por los intereses y rencillas de la propia clase política que por buscar representar.

Mientras tanto los comedores son cada vez más concurridos, encontrar la changa es cada vez más difícil, las tarifas aumentan, los sueldos bajan y los únicos que parecen estar dispuestos a construir un dique de contención para frenar las políticas de Cambiemos, los únicos que hoy por hoy están abriendo el juego político son este grupo cada vez más numeroso de dirigentes y organizaciones que no tienen todavía una síntesis representativa a nivel nacional. Muchos de ellos acompañaron al kirchnerismo pero entienden que las derrotas y la necesidad de construir nuevas mayorías requieren una autocrítica.

Falta un año para las elecciones legislativas y tres años para las presidenciales. Sin embargo, ya hay actores y conductores políticos a los que se señala como candidatos. Falta mucho y el sonido de la construcción en los territorios está en pleno apogeo. La etapa cambió y gran parte de la clase política parece obstinada en pelearse con ello.

Las mayorías son tan complejas como intensas, representarlas requiere el don del intérprete.

Y un buen intérprete es quien sabe dar vuelta la hoja de la partitura a tiempo.