Las mil muertes de Yrigoyen
Hace algunas semanas desde algunos sectores opositores al gobierno nacional se comienza a pensar la posibilidad del armado de un marco de alianzas lo más nutrido posible para enfrentar al FPV. Las inclinaciones hacia la formulación de armados electorales ideológicamente heterogéneos a lo largo de la historia no han sido beneficiosos para la mayoría del pueblo argentino, el antecedente más cercano podría encontrarse en la conformación de la Alianza encabezada por Fernando de la Rua.
Sin lugar a dudas, cuesta encontrar en formaciones exitosas a lo largo del tiempo la ausencia de armados que contemplen cierto tipo de alianzas. Desde otro punto de vista, la conformación de los movimientos nacionales es una muestra de confluencia de diversos sectores sociales y también espacios políticos que logran diferenciarse del desencanto representativo de las estructuras partidarias que anteceden la emergencia de los movimientos nacionales.
Sin embargo, el presente artículo persigue dos objetivos, por un lado pretende evaluar las conductas de algunos representantes del actual radicalismo que ante el temor de que el FPV mantenga la hegemonía que detenta desde 2003 se ven influenciados por espasmódicas cavilaciones a coquetear con representares políticos coyunturales de bajo vuelo con el afán de obtener acuerdos que podrían posibilitar la vuelta de los boinas blancas a Balcarce 50. Estas cavilaciones nos permiten ingresar en el segundo objetivo, la comparación histórica de los políticos de la UCR ante escenarios de decisión política; el recorte temporal que realizaremos está orientado en la actividad militante del político más popular que supo tener la UCR a lo largo de su centenaria historia, Hipólito Yrigoyen.
Hasta apenas dos semanas, nombres fuertes del radicalismo pugnaban por una alianza electoral con referentes con el massismo y la fuerza política porteña del PRO, el objetivo era una estrategia de armados electorales por provincia donde el radicalismo prestaría sus estructuras centenarias a una entente que detrás de una ideología amplia esconde una concepción históricamente conocida para nuestro pueblo, es decir, una matriz antipopular y liberal.
Si bien pareciera que la fiebre por el acuerdo habría disminuido a partir de los últimos encuentros correligionarios y la decisión de respaldar una fórmula encabezada por la UCR, las tensiones siguen latentes y las amenazas de un vuelco hacia la derecha siempre están presentes en la conducción actual del centenario partido.
Ante este escenario vale preguntarse si los vaivenes ideológicos y la ceguera a acudir a los brazos del neomenemismo y morir en el abrazo de oso que propiciarían los hombres del mercado siempre estuvo presente en la militancia radical.
El radicalismo fue producto de la división que surgió a partir la emergencia de la Unión Cívica Nacional cuyo mayor representante era Bartolomé Mitre y la Unión Cívica Radical. Según Jorge Abelardo Ramos, el nacimiento de la UCR está signado por una contradicción que otorgaría la singularidad al movimiento, esto es la tensión entre nacionalismo y mitrismo, "dilema que pone al desnudo la naturaleza contradictoria de nuestra clase media (....) el radicalismo admitió siempre en los hechos esta dualidad (...) todo nació al mismo tiempo, jamás pudieron escindirse por completo y juntos continúan".
Hoy pareciera que esa contradicción se mantiene, pero con el agravante de la presencia de un sector hegemónicamente mitrista dentro del partido, el mismo que hoy busca alianzas con espacios que pueden ubicarse históricamente dentro del campo de lo antipopular.
Hipólito Yrigoyen edificó su fuerza nacional mediante la construcción antinómica de Causa y Régimen, la primera le permitía a través del trazado de una línea temporal que comenzaba con la defensa de las Invasiones inglesas, la resistencia en la Vuelta de Obligado y las montoneras federales una vinculación histórica con los sectores populares que mejor interpelaron la cuestión nacional. La segunda era la expresión de la dominación oligárquica, un entramado formado por la elite local en vinculación con el imperialismo, junto a la desigualdad que agigantaba la cuestión social se encontraba a su vez la imposibilidad de la participación política de las mayorías excluidas por un sistema político moldeado por una minoría oligárquica.
Ante el fracaso de la táctica insurreccional que trajeron aparejados los levantamientos de 1890, 1893, 1905, Yrigoyen decidió combinar esta táctica con el abstencionismo electoral y la intransigencia ante el régimen, es decir, deslegitimar el engranaje de la dominación. Pero el radicalismo estuvo en tensión desde su origen, y al abstencionismo se le opondrá la reacción de las huestes conservadoras que lanzaron una propuesta conciliadora con la oligarquía gobernante.
La figura del abrazo de oso es tradicional en la política, sortear esa situación implica inteligencia ante la coyuntura y convicción ideológica ante la adversidad, Hipólito deberá sortear en más de una oportunidad las propuestas del armado de alianzas impulsadas por el Régimen. Figueroa Alcorta en un momento, ofrece espacios de poder a la nueva fuerza yrigoyenista, ministerios, gobernaciones, pero la abstención y la intransigencia es más fuerte, nace un mito....El propio General Roca pone a disposición del caudillo radical la estructura del Ejército aliada que aún conseguía detentar.
Los rechazos ante tales ofrecimientos comenzaban a generar enconados reproches de hombres del partido pocos acostumbrados a la paciencia revolucionaria del caudillo. El rechazo ante las ofertas electorales radica en ese complejo discurso ideológico de carácter mesiánico, pero también en la evolución de la coyuntura, saber que el compromiso previo con el Régimen debilitaría cualquier acción política a futuro, por el otro lado desgastar a una dominación que empezaba a dar signos de deterioro histórico.
El mito se engrandece con las limitaciones en el caso de Yrigoyen; en la actualidad las facilidades materiales y simbólicas otorgadas desde las corporaciones debilitan la mística. Hipólito desarrolló una estrategia de construcción de redes de militantes políticos a través de la persuasión individual. Ante la ausencia de un aparato mediático que oficie para su causa, el caudillo sabía que la confianza en su pueblo está garantizada por la abstención, un paso atrás en sus convicciones lo hubiera conducido al olvido o a ser un simple nombre más del panteón intranscendente de hombres liberales.
En el escenario de alianzas que le proponían sus correligionarios, dos negativas a estas ofertas quedarán en la historia. Por un lado, la discusión que mantuvo con Pedro Molina, quien le sugería adoptar definiciones no sólo en el marco de construcción de alianzas sino también inclinarse por una posición económica más esclarecida contenida en una programática de partido, al parecer de Molina la inclinación por el liberalismo económico.
La respuesta ante esta nueva oferta fueron las formulaciones más notables de un político, "el radicalismo y la patria son la misma cosa", expresión que luego mejorarán los movimientos nacionales futuros pero que encuentra su origen en el yrigoyenismo. La patria excede acuerdos coyunturales, la patria debe primero desenterrar los elementos del régimen.
Por el otro lado, la abstención profesada por estos años, fue generando cada vez más disidencias dentro del propio movimiento, y en este sentido la discusión con Leopoldo Melo dio muestras de la intransigencia de Yrigoyen, el dirigente disidente que más tarde sería uno de los impulsores del antipersonalismo, una de las mayores expresiones del acuerdo con el liberalismo, se oponía a la conducción personalista, y a una abstención que era considerada inacción.
En realidad, uno de los principales temores de estos hombres pasaba por el respaldo popular a la figura del caudillo ya que muchos al fin y al cabo provenían o habían sido expulsados de la misma clase gobernante. Resulta lógico que miren con desconfiaba a alguien que se identificaba como base social a la tradición montonera del interior.
Ya en su función como gobierno, para algunos autores Yrigoyen desarrolló en materia de política internacional una labor aún más autónoma que la que le imprimió a la política local, son conocidos sus posicionamientos latinoamericanos y su enfrentamientos con funcionarios del gobierno norteamericano dan muestra de esta sospecha. Quizás los radicales de hoy no manejen está información y coqueteen con insistencia con un político supuestamente implicado como informante de la embajada norteamericana.
Según Rodolfo Puiggrós, el punto de partida para la ubicación correcta de los partidos políticos son las causas históricas sociales específicas que determinan su nacimiento y aseguran su continuidad. Esto podría reforzarse con la sentencia " El ser social determina la conciencia social". El impulso actual de políticos radicales , a quienes Marcelo T. de Alvear correría por izquierda, reside en que se movieron en ámbitos permeados por el liberalismo de los noventa y hoy los empujen a reflotar alianzas con ese contenido político social, pero también en la contradicción que dio origen a su nacimiento que tan bien explicaba Jorge Abelardo Ramos