Por una Salud Mental nacional y popular, Por Santiago Gómez
La buena noticia de la presentación del Plan Nacional de Salud Mental (PNSM), debe servirnos de excusa, al menos, para conversar sobre el mismo. Después de tantos años de lucha, de años en los que se reclamó por los derechos de quienes padecían la atención manicomial intra y extra muros, podemos decir que tenemos Ley Nacional de Salud Mental. Los porteños tenemos también la Ley de Salud Mental 448, la cual es letra muerta ante la falta de un colectivo organizado que garantice el cumplimiento de la misma y no sólo declamaciones públicas. Que el PNSM haya salido de un estamento estatal nos obliga indefectiblemente a hablar de política. Sabemos que el campo de la salud mental en la Argentina no es muy dado a discutir de política en serio. Pero en esta oportunidad, más que nunca, se vuelve imprescindible hacerlo.
Por la negación del sujeto, su objetivación, es que nos oponemos al manicomio, porque el discurso médico no da lugar a la experiencia política, no da lugar a otras existencias, hace como que no existen, y por eso mismo es que tenemos que conversar de lo inscripto en el PNSM. Porque la única experiencia que se reconoce para la elaboración del mismo es la experiencia radical. Sólo se nombra la experiencia desmanicomializadora de Río Negro, que tuvo a Hugo Cohen a la cabeza, desde hace más de diez años funcionario de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Mientras Franco Basaglia, al frente del cierre de los manicomios en Italia, nombró a su práctica desinstitucionalización, como buen intelectual marxista, por la negación de la institución en términos dialécticos, los abanderados de las instituciones la bautizaron desmanicomialización. Desmanicomialización es una palabra rionegrina, según señala Cohen en su libro “Trabajar en Salud Mental. La desmanicomialización en Río Negro”.
El apartado Antecedentes del PNSM, donde considera lo tenido en cuenta para la elaboración del mismo, comienza:
“Debió pasar medio siglo para que en América latina y, sobre todo, en Argentina, pudiera sortearse una historia de avances y retrocesos en materia de Salud Mental (a). En nuestro país, los desarrollos pioneros que se iniciaron hacia fines de 1950 (el ´55 es mediados?) se vieron interrumpidos por la última dictadura cívico-militar y las devastadoras consecuencias que tuvo el terrorismo de Estado puesto en práctica por ella. A los desarrollos retomados tras el advenimiento democrático y hasta 1989 le siguió un ciclo neoliberal, que, enmarcado en la doctrina del llamado “Consenso de Washington”, avanzó en el desguace del Estado y el consiguiente arrasamiento de las políticas sociales, lo que incluyó otros muchos desarrollos institucionales y culturales de avanzada”.
Ante esto nos preguntamos ¿Quién lamenta lo interrumpido iniciado después del derrocamiento de Perón? ¿Qué fue lo pionero después del ´55? ¿Qué fue eso tan importante que duro casi veinte años, desde fines de los cincuenta al setenta y seis, que se interrumpió? ¿Así que con Alfonsín vuelve el desarrollo y desde 1989 a 2003 la nada?
“La década del ’90, amparada en una democracia formal aunque excluyente, provocó efectos ya no sólo de interrupción de prácticas –como, se dijo, aconteció en períodos anteriores-, sino que trajo un incremento de daños poblacionales y una banalización descalificadora de terminologías y funcionamientos de dispositivos para las buenas prácticas en Salud Mental. Pese a que fueron mantenidos algunos espacios de atención, la mayoría de ellos padeció una fragmentación, tanto dentro del Estado como fuera de él. En los ‘50, fue a partir del despliegue creativo de líderes en Salud Mental que cuestionaban el orden manicomial lo que demostró que era posible adentrarse en caminos hasta entonces inexplorados. La creación de alternativas con producciones institucionales y resultados sólidos se convirtieron en ejemplo de estos senderos.
Tras las devastadoras consecuencias de la dictadura cívico-militar y el neoliberalismo de los ‘90, y más allá de los avances ocurridos en el primer tramo democrático, recién a partir de 2003, durante el gobierno encabezado por el entonces presidente Néstor Kirchner, la Salud Mental fue priorizada en las políticas sanitarias.”
Más adelante agrega:
“En ese marco, una reforma emblemática fue la impulsada por Río Negro a partir de 1985. Reconocida a nivel internacional, incluyó la apertura de dispositivos de atención con base territorial y de servicios de Salud Mental en los hospitales generales de esa provincia, la conformación de equipos interdisciplinarios para atender problemáticas mentales en sus lugares de origen, y un intenso trabajo comunitario con el eje puesto en la inclusión social de las personas con padecimiento mental. Hacia 1988, se concretó el cierre definitivo del hospital psiquiátrico que estaba ubicado en la localidad de Allen, en el Alto Valle del Río Negro. En 1991, además, fue sancionada la Ley Provincial Nº 2440, llamada de “Promoción Sanitaria y Social de las Personas que Padecen Sufrimiento Mental”.
“Descalificación de terminología”, “las buenas prácticas en salud mental”, “líderes”, “reconocida a nivel internacional”, “dispositivos de atención con base territorial”, si no es en la Tierra, dónde, nos preguntamos, es el repetido discurso de los organismos internacionales. Si fue en los noventa que comenzamos a escuchar hablar de la formación de líderes, como si los liderazgos pudieran crearse desde arriba, cuando sabemos que se generan a la inversa. Es la misma lógica de los organismos internacionales, el Banco Mundial, la ONU, la OMS, la OPS, no se diferencian en nada. Funcionan a base de préstamos a los Estados. Viven del Estado para criticarlo. El Ministerio de Salud argentino gasta un tercio de su presupuesto en medicamentos y funciona básicamente con programas con financiamiento externo, en dólares, con los conflictos por divisas que tenemos, lo que genera un déficit de 1.800 millones de dólares, sin la plena implementación de la Producción Pública de Medicamentos. El Plan Nacional de Salud Mental valora lo reconocido internacionalmente y nos preguntamos por qué no reconoce otras experiencias, si sabemos que en el extranjero saben de varias.
En las "Primeras Jornadas Nacionales e Internacionales: Salud Mental y Derechos Humanos", organizadas por la Red Reforma Cabred, en la Universidad de Lujan, vinieron de Uruguay, el amigo Paulo Alterwain, de Brasil, de Italia, también estuvo el asesor regional de la OPS. Recuerdo la valiosa intervención de la compañera y amiga María Graciela Iglesias, quien recientemente, por si hiciera falta, dio muestras de su compromiso renunciando al cargo vitalicio de jueza, para asumir al frente del órgano de revisión de la Ley de Salud Mental. Eso es priorizar lo colectivo por sobre lo individual. La política de Estado por sobre la corporación. Recuerdo a Rafaelle Dovena, el extrañable compañero y amigo triestino y sus recorridas por la Argentina, relacionándose con distintas experiencias locales para intentar articular financiamiento italiano. Pienso en la experiencia llevada adelante en Santa Fe, durante la gobernación de Obeid, pienso en Iris Valle, y en que en Brasil reconocen la experiencia santafesina. Pienso en las acompañantes comunitarias de General Pico La Pampa, en las de Moreno. Pienso en las dos invitaciones de la Universidad Federal de Río Grande do Sul al municipio de Moreno para contar de su trabajo en Salud Mental, de su casa de externación, su Centro de Día, pienso en Pellegrini y San Luis, de quien también se sabe mucho fuera del país, como seguramente de tantísimas otras experiencias que desconozco, por la desconexión que tenemos en el sector público, entre los miles de municipios del país. ¿Por qué se dejaron afuera de los antecedentes todas estas experiencias?
Lo de Pellegrini sirve de ejemplo para centrarnos en la discusión sobre la política y el modelo de Estado. Jorge Pellegrini condujo el cierre del manicomio de San Luis y la clase profesional argentina que rechaza la política lo terminó ninguneando. Mientras Pellegrini no era vicegobernador de los Rodríguez Saa, era la estrella del Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos de Madres de Plaza de Mayo, después no se lo vio más por ningún lado. Recuerdo en la Red del Oeste, red conformada por municipios, servicios de salud y justicia del oeste del conurbano bonaerense, cuando se comenzó a articular con Open Door la atención en los municipios de pacientes que estuvieron internados ahí, quienes conformábamos la red reconocíamos el valor de lo hecho en San Luis, de la importancia de su Hospital Escuela. Y sabemos que son los contextos los que hacen posibles las experiencias con la política conduciendo, porque son políticas de Estado las que se llevan adelante. Estados que eligen, conforme a la correlación de tensiones interna, a una persona para que conduzca un proceso, que a una persona excede. Cuando Pellegrini asumió su cargo como vicegobernador, tiempos en los que la política volvía a la sociedad en su conjunto, la clase media profesional lo dejaba de lado, argumentando los Rodríguez Saa. Creo que no es un argumento válido, porque ahí siempre estuvo, fue por el rechazo a la política, por el trabajo que implica llevar adelante una experiencia desmanicomializadora, porque hay que confrontar políticamente, confrontar con las corporaciones profesionales. Confrontar con las corporaciones, movidos por estos tiempos.
Cuando leo los antecedentes del Plan Nacional de Salud Mental, podemos observar la influencia de Hugo Cohen en el mismo, quien prefirió trabajar para los organismos internacionales de crédito y salud. Que difunde la epidemia de la depresión y el alcoholismo, sin poner en cuestión los poderes económicos que los generan. En el año 2008, después de los dos fallos de la Corte Suprema de Justicia por la defensa de los derechos en la Salud Mental (Tufano/2007 y Rodio/2008), la Corte organizó una jornada sobre el tema que la OPS compiló en un libro. Les recomiendo lean las palabras del Presidente del Supremo Tribunal, el Dr. Lorenzetti y del funcionario de la OPS. Es preciso saber cuál es el posicionamiento político de cada uno en esto, porque cuando hablamos de salud mental estamos hablando de políticas públicas, es decir, de política. Es conocida la defensa de los derechos de los pacientes por parte de Lorenzetti. Y en el 2008, hacía 6 años que gobernaba Lula, Kirchner había terminado su mandato, a un año de la elección de Cristina Kirchner, con Chávez fortalecido y Evo gobernando, a tres años que le habíamos dicho no al ALCA, ante la Cortes Suprema de Justicia, Hugo Cohen, Asesor subregional en salud mental para Sudamérica OPS/OMS, con una importante influencia en la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, señaló:
"Existen una serie de elementos que deben ser analizados y tomados en cuenta cuando se hacen este tipo de evaluaciones. Estos son:
- La inestabilidad económica y social.
- La débil gobernabilidad en los países de la región.
- El crecimiento de la pobreza y la inequidad.
- El aumento del desempleo y de la economía informal.
- El deterioro del Estado para cumplir su función rectora (hay países que incluso tienen que reconstruir sus estructuras estatales y gubernamentales)".
¿Por qué en el PNSM no se reconoce la experiencia de ningún Estado local nacional y popular? Sin reconocer el trabajo ajeno, no se llega lejos. Los mejores no traen a nadie. Sacar la reglita italiana de las buenas prácticas para medir realidades argentinas, excluye, esa regla no sirve. Lo señaló muy bien un hombre que vivía en la Colonia Nacional Montes de Oca, donde se lleva adelante otra valiosa experiencia a la que no se consideró en los antecedentes, y que es una política pública en Salud Mental del Gobierno Nacional, conducida por Jorge Rosetto desde hace más de cinco años. El CELS reconoció las mejoras en la atención hechas durante su gestión, pero, tampoco se habló de ello en los antecedentes. Ese hombre, que vivía en el Montes de Oca, en un partido de fútbol entre internados en el Montes de Oca contra un equipo de italianos, en el marco del festival por la salud mental “Patas Arriba”, dijo “los locos tanos tienen todos los dientes”.
La única manera en que pueda llevarse adelante un cumplimiento efectivo de los derechos humanos en el campo de la salud mental, es con un Estado de Bienestar. Y las directrices de los organismos internacionales siempre atentaron contra ello. Porque no reconocen lo local, lo nacional, lo popular, valoran lo que es reconocido internacionalmente. Son los que tienen la panza llena de buenas prácticas. Si cualquier funcionario de organismos hablan de estándares de calidad como si fueran normativas ISSO, cobran por hablar de ellas en la Argentina y vivir cómodamente en el extranjero. Vienen miden y te dicen quedás afuera. Recuerdo unas jornadas en un hospital bonaerense, si no me engaño el Hospital Belgrano, a las que asistí, por mi trabajo con las estadísticas de Salud Mental de Moreno, a una presentación hecha por Cohen. Estaba el entonces responsable de la salud mental de la provincia de Buenos Aires, e Isaac Levav, un reconocido epidemiólogo de organismos internacionales. Cohen intentaba reprocharnos a los municipios que no habían podido conformar una estadísitica de salud mental, porque no nos adaptábamos a la herramienta, por eso fueron tan pocos los Estados relevados en el informe que difunde el Ministerio de Salud con datos epidemiológicos de salud mental. Recuerdo que le cuestioné su metodología, porque no es la realidad la que tiene que adaptarse a la herramienta, sino la herramienta a la realidad. Al terminar, Levav preguntó si era epidemiólogo. Por tan poco. Sabemos muy bien los argentinos del nivel técnico de los funcionarios de los organismos internacionales y de la solidez de sus proyecciones.
Celebramos los avances, la creación de la Dirección de Salud Mental y Adicciones, la sanción de la Ley, la reglamentación y la posibilidad de poder presentar un Plan Nacional, las acciones para terminar con la segregación y estigmatización de quienes atravesaron el discurso psiquiátrico, el rechazo a los manuales diagnósticos como verdades reveladas. Pero en tiempos en los que se reclama la posibilidad de escuchar otras voces, de terminar con la voz única, no suma darle sólo lugar a una experiencia. Hay una falta clara de representación de los sectores públicos de la salud, municipales, provinciales, que desde hace muchos años vienen llevando adelante programas creados por un trabajo militante y orgullosamente militante, posibles por el lugar que los Estados locales dan a la Salud Mental. Pero en el Plan Nacional, en los antecedentes, no se reconoció ninguna de todas esas experiencias, no particularmente porque sea salud mental, sino por quién conduce el Ministerio. Donde se tapa con afiches en las unidades sanitarias, el festejo de los laboratorios con cada incorporación de vacunas al calendario, vacunas que no hay necesidad de que sean obligatorias, como la de HPV. Para que ese plan pueda hacerse efectivo, es necesario reconocer el trabajo del otro. Reconocemos la importancia de un plan, pero es preciso un plan federal de salud mental, no la proyección internacional de una experiencia mítica. Y para ello es necesaria la conformación de un Movimiento Nacional de Salud Mental con Derechos Humanos.