El linchamiento mediático de Nahir Galarza
Por Elías Alejandro Fernández
El seis de julio, Jorge Lanata publicó una nota donde titula que “Nace una estrella”. Fiel a sus provocaciones que sirven para levantar la voz de aquellos que no se animan a compartir opiniones execrables, el periodista ataca la propuesta de un grupo de mujeres que invita a movilizarse para pedir la absolución de Nahir Galarza. Este artículo, más una declaración de principios que una crítica a la iniciativa, señala con claridad a los dos extremos de esta contienda.
Nahir en los medios
La narrativa del caso es perfecta para el esquema de drama seriado y debatido con el que los medios de nuestro país, en especial los televisivos, desarrollan sus casos emblema. La historia que desembocó en la muerte de Fernando Pastorizzo, joven de 20 años tiene todos los elementos de una novela negra, en especial en lo que atañe a la construcción de una femme fatale embriagadora y asesina que, lejos de ser empoderada por dicha imagen, constituye el mayor temor y misógina admiración ambigua al estilo de Frank Miller, autor de Sin City.
De esta manera Nahir se convierte en una más en el breve panteón de mujeres asesinas que hace de contrapunto a los más de trescientos casos de femicidios ocurridos al año a razón del solo hecho de ser mujeres. ¿Cómo consiguió Galarza este lugar? A diferencia de una de las conocidas historias reales de la tira Mujeres Asesinas, no fue por una excentricidad tal como convertir en empanada a su marido o tramar un crimen para la historia.
Nahir Galarza es joven, rubia, estudiaba derecho y subía fotos provocativas a Instagram. También tenía una relación que, según testimonios, era disfuncional y posesiva. Nahir ejercía su sexualidad con menos restricciones de las que se permite el público, y fue descrita por uno de sus amantes como una chica “accesible”, con la que “si le gustabas podías tener sexo”. Para liquidar la novela, se dijo que también había perdido un embarazo. Pero como estamos en 2018, época de redes sociales y filtraciones de la intimidad, supimos también que existía un video íntimo de la pareja protagónica al momento en que el abogado querellante de la causa intentó reproducirlo como prueba del vínculo. Cuando la chica amenazó con suicidarse si el video se llegara a filtrar, los portales de noticias tuvieron el titular perfecto.
Y si la violencia de género es el mecanismo coercitivo del patriarcado, los medios están imbuídos de ella. El video por fin se filtró. La sociedad tuvo su golpe “aleccionador”.
Inscripción del caso
Resulta inevitable tomar el caso como punto de conflicto en la resistencia que provoca el avance de los derechos de las mujeres. Nahir Galarza es la excepción que confirma la regla. Una adolescente bella y promiscua de clase media a quien las pericias psiquiátricas -cuya filtración fue quizá más funcional al morbo y la necesidad de respuestas del relato mediático que la de su video íntimo- describen como un ser “carente de empatía que se cree única e irremplazable”.
Pero esto es un dato que sólo aporta a la narrativa mediática. Porque jamás se le exige a un varón femicida que tenga algún problema mental. Los medios, en cambio, se ocuparon de resaltar todas las características que pudieran enmarcar a Nahir en la categoría tan amada de los psicópatas, cuerpos sin empatía de una inteligencia superior que encantan a las audiencias y asesinan de forma implacable. Es que, a pesar de los avances de los últimos años, la violencia machista continúa siendo la norma. Y lo que provoca que Nahir haya sido elevada al lugar de la protagonista es que tomó las armas sin ser pobre ni marginada. Y eso es patrimonio de los hombres. Según un informe del estudio mundial sobre el homicidio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) publicado en 2014, cerca del 95% de los homicidas a nivel global son varones. Al mismo tiempo, el informe señala que poco más de uno de cada siete varones es asesinado por una persona de su entorno íntimo.
La propia hermana de Fernando Pastorizzo, quien se define como militante feminista, la violencia romantizada de un crimen (podríamos llamar) “pasional” está inscripta en las reglas del patriarcado: “La lucha feminista contra la violencia de género”, publicó la joven en su Facebook, “busca también visibilizar la violencia de mujeres hacia hombres, situaciones que no son denunciadas por las burlas impuestas por el patriarcado”.
Alguien dirá que los hombres son violentos porque están amparados. Alguien dirá que los hombres son violentos porque tienen miedo. La antropóloga Rita Segato afirma que “los varones son las primeras víctimas del mandato de masculinidad (...) no estoy queriendo decir que son víctimas de las mujeres”, sino de “un mandato de masculinidad y una estructura jerárquica como es la estructura de la masculinidad. Son víctimas de otros hombres”.
Jordan Peterson y Agustín Laje: las repetidoras del sentir reaccionario
Acodado en su twitter, amparado por setenta y cinco mil seiscientos seguidores, Agustín Laje continúa su carrera mediática en ascenso. El twittero apuntala sus discusiones con videos donde ataca las posturas de izquierda y la ideología de género con mirada displicente, un aire de superioridad moral y de profeta incomprendido frente a masas ignorantes. Hay algo que lo acerca a Lanata: sus críticas hacen eco en aquellas personas que, incómodas por el cambio cultural que sacude sus estructuras cotidianas, buscan una figura que comparta su opinión y amplifique su voz a la hora de plantear opiniones con fuerte carga discriminatoria. Pero Laje es parte de una reacción global encarnada en figuras como Jordan Peterson, psicólogo clínico devenido en gurú filosófico que se expresa contra el avance del feminismo y le opone una concepción de masculinidad resiliente fundada en principios bastante metafísicos que no son otra cosa que producto de este miedo al derrumbe de los parámetros conocidos. Estos representantes del sentir reaccionario acusan a los movimientos feministas y LGBT de estar hoy por hoy en una posición hegemónica amparados en estadísticas interpretadas a piacere.
El fallo
El martes 3 de julio, Nahir fue condenada a prisión perpetua. Se convierte de esta manera en la mujer más joven de la Argentina en recibir dicha sentencia. Desde antes del veredicto, se vieron en las redes numerosas críticas hacia el lugar donde estará alojada. Quienes acusan a Galarza con textos enormes repletos de calificativos aducen que “la mandan a una granjita” y piden al Estado una gestión del cautiverio más acorde a lo que ellos prefiriesen ver por TV.
Por su parte, el reclamo de los grupos que piden su absolución no se basa solo en una postura contraria al punitivismo. Aluden que la defensa de una persona que vive violencia de género puede tardar meses en prepararse, y que Nahir vivía una situación crítica. Otras posturas alientan directamente a “matar a tu violador”, y así “el miedo va a cambiar de bando”. De estas declaraciones se agarran los portavoces del “#NadieMenos” para hablar de Nahir como una figura de un feminismo radical para el que “muerte al macho” no es una metáfora.
Si bien los tiempos judiciales que se manejaron son los que corresponden a un caso de estas características, situado en un tribunal provincial y con confesión de parte a los pocos días, es imperativo remarcar los plazos que la justicia maneja tradicionalmente para tratar casos de femicidio. Por citar un ejemplo, el mismo día en que se conoció la sentencia de Nahir Galarza, fue absuelto tras 17 años de proceso uno de los imputados en el femicidio de Natalia Mellman, joven de 16 años violada y asesinada en Miramar por un grupo de policías en cuyo cuerpo había rastros genéticos de cinco personas. Con esta sentencia, Nahir cumpliría más tiempo en prisión que, por ejemplo, Rafael Videla.
La reacción, el linchamiento moral
Conocemos el epílogo del caso: Nahir está en prisión, lee a Cortázar y escucha la radio. Sus padres intentan que ciertas informaciones no lleguen a ella. Por ejemplo, que se filtró por fin su video íntimo.
El slut shaming -práctica que consiste en señalar la culpabilidad de una mujer que no cumple con los códigos morales socialmente aceptados- no es una novedad. Nuestra cultura reacciona al orgullo de un varón herido a través del drama y la exposición íntima. Una buena parte de los comentarios en redes sociales ve a Pastorizzo como el soldado caído de una violencia invisibilizada por el feminismo. Y así es como se intenta desestimar la “virtud”, por ende el valor social de la mujer exponiendo una práctica sexual cualquiera y dándole el status de humillación pública. Una vez que “El pete de” quien sea es expuesto decenas de veces, el morbo acumulado rompe las restricciones de la intimidad. Allí Nahir (como las ex novias infieles) performatiza su culpa, y el patriarcado la tiene de vuelta donde quiere. En la pobre cotidianeidad de las parejas que se construyen sobre las bases angustiosas y posesivas del romance tradicional, una escena de sexo oral puede revelar tanto infidencias como falta de integridad.
Es que el formato en que se subió el video deja claras las intenciones de su filtración. Los tags que figuran en la descripción dicen “nahir galarza, pete, mamada, ASESINA (sic, en mayúsculas), puta, rubia petera, argentina”. Pero más locuaz que sus metadatos es un subtítulo que permanece en pantalla durante todo el video. Como un mensaje aleccionador para quien quiera mirar. Dice “Empondéralas, nomás”.