Distópico
Lo opuesto a utopía. Designa un tipo de mundo imaginario que se considera indeseable.
- Le gatillaron a Cristina.
La frase sonaba absurda, pero inmediatamente me pareció verosímil. Como reza el meme: “estoy aburrido” afirma una persona. “Estabas” le responde la bandera de Argentina. El nivel de caos, gorilismo y amateurismo que atraviesan la realidad nacional es difícil de conmensurar. En un marco de cachivachismo extremo, todo es posible. Incluso un magnicidio.
Encendí la tele a ver qué información difundían. A su vez la cruzaba con el aluvión de mensajes de whatsapp. Mis pobres colegas tienen que rellenar horas de pantalla, así que bartoleaban hipótesis y tipos de armas, sin acertar ninguna. Por fin la información fue llegando y coberturas lamentables como las de La Nación + tuvieron que someterse al rigor de las evidencias. Primer evento positivo, los hechos se imponen sobre la opinología.
El tirador es Fernando Andrés Sabag Montiel, de 35 años y nacionalidad brasileña. Todavía no está claro si trabaja tercerizado para una empresa contratista del gobierno de la Ciudad. En medio de la muchedumbre, se acercó a centímetros de la vicepresidenta y no logró hacer fuego. La noticia se hizo pública en torno a las 22. El periodista Tomás Méndez demostró que perseguía los móviles de Crónica e incluso su novia fue al piso del canal. La pistola tenía 5 balas, pero el disparo no percutió porque el proyectil no se había cargado en la recámara.
Segundo evento positivo. Vía twitter, la abrumadora mayoría de la clase política salió a repudiar el atentado. Hubo excepciones, como la de Amalia Granata y se ganó la posibilidad que la echen de la Cámara de Diputados santafesina. Este artículo fue escrito a las 4 am, por lo que es posible que dentro de un rato sea borrado por algún asesor o asesora cuerda de la legisladora. Más inteligente estuvo Ricardo López Murphy. Previamente había tuiteado “son ellos o nosotros” pero como no quiere perder su empleo de diputado esgrimió un “enérgico repudio” y acá no ha pasado nada.
Por cuarta vez en los últimos 10 días asistí a Juncal y Uruguay, donde nuevamente se habían reunido militantes, simpatizantes, y elijo creer, demócratas honestos. El premio mayor se lo lleva la compañerada de la Matanza. Salvo que tengan una filial en el microcentro porteño, recorrieron los 28 kilómetros que separan San Justo de Recoleta en tiempo récord. En contraste, un par de vecinos nos revolearon huevos. Menos por disidencia política que por su deseo de dormir. Con las excepciones del caso, alguien que ante un magnicidio elige el sueño, carece de la mínima comprensión de los asuntos públicos.
La Policía Federal, por fin, intervino en las afueras del domicilio de la vicepresidenta. Me gustaría contarlo como el tercer hecho positivo, pero fue su inacción durante más de una semana lo que alentó a que cualquier psicópata concluyera que podía dispararle a la líder del Frente de Todos. La misma pregunta vale para la AFI, que no pudo prever ninguno de todos los eventos lamentables en Juncal y Uruguay. No es necesario profundizar sobre la fuerza de seguridad porteña, que estuvo al borde de ser ella quien gatillara.
Estuve con muchos conocidos, a uno de los cuales le agradezco el título de este artículo. Todos estaban estupefactos aunque no por eso dejaban de cantar y agitar. El famoso “si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. Al respecto, podemos convenir que a Cristina más que tocar la han agredido hasta límites impensables y que urge ir hacia un proceso de movilización creciente.
Ahora bien, como señala CFK, el ataque a su persona se debe a las conquistas que representa y el sujeto social que representa. De aquí se deduce que las movilizaciones que se deriven deben pretender explicarle esto al resto de la sociedad, a aquellos que están preocupados porque el paro de colectivos no los deja llegar al trabajo. Ayudarlos a que vean que la explotación que sufren está vinculada a la persecución y hostigamiento contra la vicepresidenta. Y para ello, se necesita un horizonte.
Proteger a Cristina implica tener un programa político. Bien claro, qué conquistas pretendemos. El narcisismo se termina cuando hay un proyecto nacional. Todo lo demás es distopía.