El deporte como instrumento de organización popular

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    El fútbol como organizador social
    El fútbol como organizador social

El deporte como instrumento de organización popular

19 Junio 2024

En los barrios populares de la Argentina se da una batalla entre la vida y la muerte, entre los sueños y las frustraciones, entre la patria y su descomposición. Es el escenario en el que miles de gladiadores anónimos pelean por causas nobles. Sembradores de utopías que, pacientemente, labran las tierras yermas y sacan su fruto escondido. Y, acaso sin buscarlo, encuentran en el camino el sentido de la existencia. Porque la construcción de comunidad es medio y fin al mismo tiempo. En el mar de confusión en que naufragamos, la infelicidad es la piedra en el zapato de un capitalismo salvaje que daña corazones y mentes. Quienes amamos la vida tenemos eso a nuestro favor, ¡nunca lo olvidemos! Este sistema podrá generar fabulosas riquezas, maravillarnos con tecnologías deslumbrantes, ilusionar a unos y otros con ingresar al paraíso del consumo. Pero producirá siempre un profundo malestar interior que no distingue ricos ni pobres y cuya raíz última es la soledad y sinsentido que deviene de un individualismo mezquino. 

En los alrededores de la ciudad de Santa Fe se desarrolla una experiencia de organización popular en torno al deporte que merece ser contada. Darles la voz como forma de narrar su propia historia. De eso se trata. Quienes toman la palabra son Pablo Speziale, Vanesa Tapón y Giuliano Carnaghi, integrantes de la Liga Infantil de los Barrios. Hace años recomponen el tejido social y recuperan subjetividades dañadas, allí donde el neoliberalismo dejó, como un tornado a su paso, destrucción y miseria. En tiempos oscuros, en que parece que debemos abandonar toda esperanza, es más preciso que nunca volver sobre estas historias. Dejar de ser comentadores de malas noticias y abrir camino a las buenas nuevas. Y llegada la hora en que la tortilla se vuelva, no olvidar las lección fundamental: sin acumulación popular, sin comunidad organizada, sin protagonismo social, no hay Proyecto Nacional. 

APU: ¿Cómo es la historia de los clubes en Argentina?

PS: Hay un proceso histórico en los países occidentales de formación de clubes en las grandes ciudades como un espacio de acceso al deporte. Esto tuvo un auge muy particular en Argentina desde inicios del siglo XX hasta los años setenta. Ahí se llega a un tope y comienza a mermar la fundación de clubes. Si miramos las fechas fundacionales de Boca Juniors, River Plate, Newells Old Boys, Rosario Central, Unión o Colón en Santa Fe, son la mayoría entre 1900 y 1920. Ese formato de club se hacía para que la gente se asocie y acceda al deporte, pero no era necesario dar respuesta a otras problemáticas. A mediados de la década de los setenta empieza a detenerse la fundación de clubes. Sigue habiendo creación de clubes barriales, sociales y deportivos, pero con mucha menor escala. Y la gran bomba de fragmentación fue la dictadura militar de 1976. Esto lleva a la crisis de los clubes en los noventa, representada muy bien en la película “Luna de Avellaneda”, donde cientos de clubes quiebran y desaparecen. 

APU: ¿Cómo nace la Liga Infantil de los Barrios?

PS: La liga es producto de una nueva realidad de exclusión que surge con el neoliberalismo. Nosotros decimos que las grandes ciudades fueron creciendo geográficamente, el tejido urbano fue ampliándose, pero ese crecimiento no fue acompañado de la formación de clubes. Los barrios populares registrados en el RENABAP no solo carecen de gas, de agua y de electricidad, si no que la mayoría no tiene clubes, carece también del acceso al deporte. En los barrios de la periferia más pobre de Santa Fe nace la liga. Surge como algo muy artesanal y creativo que era un vecino o vecina que recuperaba un terreno abandonado (ya sea estatal o privado) o un basural a cielo abierto, plantaba dos arcos, se ponían de acuerdo con otros vecinos y decían: “vamos a hacer una escuelita de fútbol”. Desde ahí se empieza a hacer la experiencia, de a poco, se contactan entre distintos barrios y en 2013 se decide formar la Liga Infantil de los Barrios. Muchos referentes venían de haberse cruzado en otra liga o en otro espacio deportivo. En un inicio se forman seis clubes en la zona noroeste de la ciudad, hacia donde fue creciendo la ciudad en las últimas décadas. Hoy en día son treinta clubes del Gran Santa Fe, 28 de la ciudad capital, uno de Sauce Viejo y otro de Santo Tomé. 

APU: Es un número impresionante. ¿Cómo se organizan?

PS: La liga tiene fecha cada domingo del año. Como cualquier liga formalmente establecida, se estructura en torno al calendario de juego. Hay fixture, tablas, posiciones, goleadores, sanciones, planillas de categorías y resultados, carnet, terna arbitral, etc… En ese sentido, es como si fuera una liga federada, pero esta es una liga surgida en el contexto de la marginalidad, con la creatividad, el impulso, la corazonada de vecinos y vecinas que dejan su tiempo, sus horas de trabajo, de familia, para llevar adelante el club del barrio. Pero no es solo esto, porque como nace en un contexto diferente a los clubes de 1900 o 1950, la liga tiene que dar respuesta a otras cosas. Surge la necesidad de dar una copa de leche, organizar un comedor, realizar una diplomatura en salud, entre otras cosas. Se empieza a construir un nuevo modelo de club, diferente al tradicional, un modelo de club que busca garantizar el derecho al deporte y la recreación, pero además ser un espacio de encuentro para resolver problemas de la vida cotidiana.

APU: ¿Estas iniciativas fueron de la liga o de algunos clubes en particular?

PS: Un poco y un poco… Hay clubes que empezaron activando las copas de leche de a poco y después se hizo a nivel de la liga. Con el tiempo fuimos desarrollando un marco jurídico, tenemos una asociación civil de la liga, y con ella peleamos para acceder a cosas para todo los clubes. 

GC: Las condiciones de organización de la liga eran muy irregulares, informales, precarias. Y el modelo que te propone el Estado de “armá tu propia asociación civil, mantenela al día y accedé a los programas que te ofrecemos”, la verdad es que lo podían hacer ciertas personas con ciertos conocimientos, con cierto capital social. Entonces había compañeros en los barrios que estaban activando, recuperando un terreno, un basural, con mucho trabajo en el territorio. Pero no tenían muchas ganas, fuerzas, o el saber de cómo transitar la burocracia y poder acceder a esos programas. Esto no es que lo resolvimos de un día para el otro si no que estuvimos muchos años chocándonos contra eso, hasta que dijimos “bueno, hagamos una asociación civil que sirva como paraguas legal para todos”. Entonces, nos preguntamos ¿qué problemas transversales tienen todos los clubes? La pelota era uno, o sea, el acceso al material deportivo. La infraestructura era otro, porque todos los clubes nacieron en la precariedad absoluta. Tenían la cancha de fútbol, pero no había vestuario, ni cocina, ni baños. Y, por supuesto, la falta de trabajo, que siempre existe en los barrios. Entonces empezamos a pensar, ¿qué podemos hacer para abordar estos problemas de forma transversal? Así nacieron la fábrica de pelotas “Brigadier” y la cooperativa de producción de bloques de hormigón en el Club Apache. Tener que fabricarse sus propias pelotas, construir sus propias instalaciones, dar trabajo a sus asociados, ¡todas cosas impensables para los clubes tradicionales! Con el tiempo abrimos hasta una pescadería en el Club Arroyito Seco del barrio Alto Verde.

APU: ¿Cómo fue el proceso organizativo?

GC: Fue un proceso de años de construcción. Cuando se iba consolidando la liga, avanzando con lo de la asociación civil, también se iba generando un lenguaje y un sentido común. Nos decíamos: “somos todos clubes de barrios populares que queremos garantizar el acceso al deporte, pero también hay que pensar en otras actividades que necesita la comunidad”. A partir de eso empezamos a pensar que somos el nuevo modelo de club que necesita el siglo XXI en Argentina. Porque además de garantizar el derecho al deporte y la recreación, también debe pensar en otros derechos vulnerados. Los clubes comenzaron a ser espacios de formación de líderes comunitarios, espacios de referencia donde se problematiza la vida en los barrios, en los que se piensa la integración socio urbana. Todo eso se fue “cocinando” primero en la realidad, después devino el plano más conceptual y teórico para entender lo que estábamos haciendo. Ese es el faro de nuestra organización, comenzamos por la práctica concreta. 

Pero, ¿son clubes o un movimiento social?

GC: En el modelo de club que se fue configurando en la liga las fronteras entre ambas cosas se diluyen. Aunque lo vertebrador sigue siendo el deporte. Lo interesante que tiene el concepto de club es que está anclado en la vivencia y la tradición argentina. Tiene una potencia enorme porque es un invento nacional. Cuando en el país se fundaban cientos de clubes en las grandes urbes, también ocurría en los pueblitos más pequeños del interior. Es decir, el club social y deportivo fue un modelo de organización del pueblo argentino. Después se extendió a otros países de la región y el mundo. Los ingleses no tenían clubes, ellos tenían el colegio donde jugaban fútbol. Después la idea del club la tomaron de nosotros. Fue un ida  y vuelta. Hay un texto del papa Francisco de 2005, cuando era arzobispo de Buenos Aires, que se llama “La nación por construir”. Ahí habla con preocupación de la pérdida de la tradición, pero en el buen sentido del término “tradición”. O sea, cómo ciertos saberes se transmiten de generación en generación, con un valor de organicidad para el pueblo, para la comunidad. Nosotros tenemos esa herramienta en términos de tradición que es el club, una palabra que tiene identidad, que convoca, todos queremos ser parte del club del barrio, nos identificamos con él. Muchas veces nuestro club es la institución en donde se crea y se defiende la identidad de tu barrio. Hoy hay que tomar ese instrumento, darle una vuelta de tuerca y a esa palabra la tenemos que llenar de militancia social. Es decir, que en el barrio, el club sea el famoso club social y deportivo, pero a la vez que sea un dispositivo de militancia, donde vamos organizarnos para pelear por los derechos que nos faltan. Tal vez hace unas décadas eso los vecinos lo hacían en el partido, el sindicato o la unidad básica. Pero esas herramientas hoy para los pobres muchas veces no existen o no cumplen ese rol. 

APU: ¿Cuál ha sido la relación del Estado con la liga? ¿Qué apoyos tuvieron y qué resistencias de los distintos gobiernos? 

PS: Con respecto al Estado, hemos logrado obtener algunos convenios con la provincia para mercadería. Casi veinte de los treinta clubes de la liga tienen copa de leche para los chicos y chicas. En términos municipales, se nos subsidia gran parte del transporte. Cada domingo hay que movilizar mucha gente de un barrio al otro y cuando se requiere colectivos, eso lo financia la municipalidad. No fue fácil, se logró recién en 2019, luego de mucho pelear. Y es cada año una batalla para definir el monto anual de ese financiamiento. Esas gestiones solo fueron posibles por la articulación a nivel de la liga. Cada club por separado no hubiera podido nunca. 

VT: Las demás cosas, como los árbitros, se pagan juntando dinero el mismo domingo entre la gente que asiste. Y para la ropa deportiva hacemos ventas de comida, de empanadas, de alfajores, locro en los días patrios, hacemos rifas también, lo que se les ocurra. Cada club se da esa organización. Antes de que la municipalidad pagara el transporte, la liga funcionaba igual y cada espacio generaba su importe para poder pagar los colectivos. Era todo un desafío. Con la diferencia de que en 2015 había más dinero en la calle y el trabajo valía más que en 2024. Ahora la miseria es mucho mayor. Entonces colaboramos entre los vecinos de los clubes cada domingo. Uno lleva la comida, el otro la olla, uno trae el pescado, el otro el arroz y así lo vamos garantizando. No somos rivales. Al contrario, nos ayudamos unos a otros. Siempre fue todo muy a pulmón, muy autogestivo.

APU: ¿Y en relación con el Estado nacional?

GC: En cuanto al Estado nacional, lo más grande que recibimos fueron las obras de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) en el gobierno anterior. Eso fue lo mejor que ha existido, porque la SISU venía al barrio y te resolvía un problema de infraestructura de raíz. Tinglados, vestuarios, cocinas, además de las obras del barrio, como mejoras en el acceso al agua, la electricidad o veredas. Hicimos hasta un polideportivo y una pileta cerrada, climatizada. Nuestra cooperativa hacía los bloques, que eran usados en la construcción de esa infraestructura. Fueron cosas que creíamos imposibles. 

APU: Más allá de esos financiamientos, ¿hay políticas estatales para el deporte en los barrios populares?

PS: No, el Estado no tiene un programa hecho a medida para nuestra realidad. No hay nada a nivel municipal, ni provincial. En cuanto a la Secretaría de Deporte de la Nación, tampoco ha existido nunca un programa de apoyo a clubes populares. Han ido surgiendo al menos desde 2001 en adelante muchos clubes como los nuestros en el país. Está el Club Villas Unidas,  la Unión de Clubes Parroquiales, la Liga de Fútbol Femenino Barrial, y otras experiencias. Pero cuando nos hemos reunido con los funcionarios, no entienden el concepto de hacer un club y que la comunidad se organice ahí. Sencillamente, no lo entienden o no les interesa entenderlo. Todas estas iniciativas son apartidarias, cumplen una función social más allá de cualquier ideología. En nuestra liga, tenemos referentes de clubes que son peronistas, otros que son radicales, otros militan en el Movimiento de Trabajadores Excluidos, hay evangélicos y católicos, ¡de todo! Los clubes tienen independencia de los partidos políticos y libertad de culto. Pero ningún gobierno ha entendido la función social de esos clubes que nacen desde la marginalidad y contienen a miles de niños, adolescentes y jóvenes. Entre otras cosas, luchamos contra el consumo de drogas que es quizá el peor flagelo en los barrios pobres de la Argentina. Por eso en nuestro caso avanzamos con la creación de un espacio de salud al interior de la liga. Desde ahí nos vinculamos con el Misión de Salud “Irma Carrica” del Frente Patria Grande. Gracias a esa articulación fuimos parte de la Diplomatura en Promoción y Gestión de la Salud Comunitaria, que llevan adelante desde la Universidad Nacional de La Plata.

APU: En relación con la liga federada de Santa Fe, ¿han tenido apoyo? ¿Están pensando en algún momento integrarse?

GC: La liga santafesina tiene más de cien años, representa muy bien lo que dijimos antes en relación a los clubes tradicionales. La verdad es que hubo muy poco contacto institucional. Hemos participado de conjunto en algunos encuentros que se hacen de inferiores, y asistimos como la Liga Infantil de los Barrios, y estaba la Liga Infantil santafesina. Ahí nos encontramos todos, pero no es lo común. Pero no hemos tenido ningún apoyo de la liga oficial.

PS: Hay un problema de sentido. Como cualquier otra liga federada, ellos apuntan a la competencia como prioridad. Entonces los clubes más chicos quieren ser como los grandes, los de alto rendimiento, los de primera, Colón, Unión, Rosario Central o Newell 's Old Boys. Ellos son el modelo para los clubes menores. Eso hace que clubes chicos, que están  atravesados por la misma problemática que los nuestros, están insertos en una dinámica que te exige una liga federada, con toda una exigencia monetaria, física y psíquica. Nosotros, desde el minuto uno, dijimos “acá vamos a tener competencia, los chicos y las chicas quieren competir, pero dentro de un soporte comunitario, donde la prioridad está en otro lado”.

VT: Somos el abrazo al pibe que se emociona por ir a ese club grande, y después no tiene para la cuota, para los botines, todas las cosas que exigen esos clubes federados. 

APU: ¿Y en relación con la Asociación de Fútbol Argentino (AFA)?

PS: Te voy a contar algo que sucedió recientemente al respecto. El año pasado se fueron dos clubes de la liga. Se cambiaron a otra liga, que no es muy buena en términos organizativos, pero tiene la particularidad que está afiliada a AFA. Ellos se fueron con el argumento de que “como esta liga es federada nos ampara la Ley de Formación Deportiva”. ¿Qué implica esto? Que si un chico que sale del club tiene un contrato, al club le entra guita. Nosotros un poco le esquivamos a eso de pensar la remuneración que puede tener una institución respecto de la formación deportiva, porque sobrevolaba siempre la cuestión de la militancia y la función social de los clubes. Pero bueno, nos dimos cuenta que no era incompatible una cosa con la otra, así que nos pusimos a estudiar el tema de la federación, para poder estar cubiertos por la ley. Ahora estamos armando estos papeles y tener este amparo legal para los clubes.

GC: Es muy amplia la ley 27.211. Están las ligas federadas y las ligas no federadas amateur. Es meterse en cuestiones legales del derecho deportivo, pero digamos simplemente que alcanza con tener una asociación de segundo grado, como la liga, y corroborar que hay clubes, con un carnet de socio, con un consentimiento de cada jugador, y con eso ya te avala ante la justicia para aplicar la Ley de Formación Deportiva. Uno no hace esto pensando que vas a sacar un Messi, pero si sale uno, ¿por qué nuestros clubes no pueden tener esos recursos que le corresponden por ley por todo el laburo que hizo durante años en la formación de ese pibe? Así que definimos dar ese paso.

APU: ¿Y vínculos con el resto de la sociedad santafesina? ¿Han recibido apoyo de otras instituciones?

GC: Con la Universidad Nacional del Litoral estamos empezando a trabajar con la fábrica de pelotas, a partir de un programa que hay en la Secretaría de Vinculación Tecnológica. En particular, estamos trabajando en hacer una pelota sonora para el equipo de ciegos de Santa Fe. La universidad lo ve desde desde la relación con el medio, emprendedurismo y la transferencia tecnológica. A nosotros nos sirve articular y aprender de las universidades nacionales, como una posibilidad de agregar valor a lo que hacemos en la fábrica, de mejorar nuestro producto. Por fuera de eso, que es muy reciente, no hemos tenido apoyo de otras instituciones. 

APU: Una última pregunta, ¿por qué el nombre de la fábrica de pelotas?

PS: Le pusimos “Brigadier” por Estanislao López, caudillo federal que es símbolo de los santafesinos. Por él, la bandera provincial dice “invencible”. Nos pareció bien reivindicar esa identidad, esa historia nuestra. 

Para conocer más sobre la Liga Infantil de los Barrios:

Página web: https://www.ligainfantildelosbarrios.com.ar/ 

Instagram: https://www.instagram.com/ligainfantildelosbarrios/ 

Facebook: https://www.facebook.com/acdeportivayculturaldelosbarrios 

Más sobre el autor: https://linktr.ee/santiago.liaudat 

 

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Logo de la liga infantil de los barrios (Santa Fe)
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