El último cumpleaños de Eva Perón
Por Pablo A. Vázquez*
La joven bonaerense María Eva Duarte nacida un 7 de mayo de 1919; la prometedora actriz Evita Duarte; la Primera Dama Eva Perón; Evita, del pueblo, para todas y todos…
Distintos nombres para identificar a quien fue y es símbolo de emociones que perdurarán por siempre.
Los primeros años, su inclinación artística; su encuentro con Perón, los sucesos del 17 de octubre de 1945, la campaña presidencial y su actividad como Primera Dama, su viaje a Europa de ayuda humanitaria, el voto femenino, la labor de la Fundación Eva Perón y la creación del Partido Peronista Femenino son jalones de una existencia que caló hondo en la memoria colectiva.
Fue la primera abanderada de la causa del movimiento obrero, que encontró a su defensora frente a los poderosos, quienes la acompañaron desde sus primeros pasos políticos, pasando por el Cabildo Abierto del 22 de agosto de1951 y sus últimos actos políticos que antecedieron su muerte del 26 de julio de 1952.
Pero en sus últimos meses de vida, en aquel gris 1952, aún siguió dando batalla. Del encendido discurso del 1°de mayo pasó a festejar, junto a Perón y su familia, su último cumpleaños, en número 33. “El 7 de mayo cumplió 33, un número que coincide - afirmó Fermín Chávez en Eva Perón sin mitos (1990) - con la edad de Cristo y con los cantos del poeta José Hernández. Ese día tuvo demasiada tarea para sus fuerzas y sus 38 kilos a que se había reducido su peso. Quería estar con todos “Después me entrego”, le decía a sus íntimos. Y habló desde el balcón de la residencia a la gente congregada, y se dejó tomar una cantidad de fotografías, en las que apenas si sonríe”.
Fuertes son sus imágenes, como fuerte son las emociones de aquellas personas que observan esas fotografías, y siente que es una más de esas personas multitudes que acompañaban a Evita y quieren, con su presencia, testimoniar su afecto y sentir el irremediable adiós.
Marysa Navarro agregó, en Evita (1981), que ese día “se había repuesto lo suficiente como para posar con su sonrisa triste en numerosas fotografías. La residencia presidencial se llenó de flores que mandaron sindicatos, autoridades partidarias, legisladores, etc. Afuera, caravanas de coches corrieron la avenida del Libertador y la banda de la policía festejó el acontecimiento con un concierto”.
Un último regalo fue el nombramiento de “Jefa Espiritual de la Nación.” Dado en manos por Héctor Cámpora, lo que para él fue genuina emoción, para ella fue su certificado oficial d e defunción.
Su rostro se ensombrecía, pero su alma siguió flameando. Prueba de ello son las páginas de Mi Mensaje, testo maldito y ninguneado, que Eva bosquejó en los estertores de su dolor. Quizás los capítulos más desgarradores son aquellos que no les puso título, y que pasaron a la posteridad con números: 25, 26 y 27.
Los más breve, como el 25: “No quisiera morirme por Perón y por mis descamisados. No por mí que ya he vivido todo lo que tenía que vivir. Perón y los pobres me necesitan”.
El 26, con una sola pregunta: “¿Sabrán mis “grasitas” todo lo que yo los quiero?”.
Y el 27, interpelando con su dolor, suplicando: “Pero le pido a Dios que me dé algunas vacaciones en mi sufrimiento”.
Leer esto estremece, como aquellas frases de uno de sus discursos que aún resuena en el corazón de sus seguidores de antaño y en las jóvenes generaciones.
Reconocer y reconocerse se dan de forma conmovedora…
Sensibilidad y furor, defensa de derechos y construcción de ciudadanía, elementos que identifican a Evita, que hoy, a 101 años de su nacimiento, viven en cada joven, en cada mujer, en cada obrera y obrero, en cada argentina y argentino que reafirma su dignidad sintiendo su legado en su piel.
*Lic. en Ciencia Política; Docente de la UCES; Miembro del Instituto Eva Perón; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas