Hacia la autodeterminación popular: un debate con "La posibilidad del siglo"
Por Fundación Villa Manuelita
Estos nuevos pensadores abren el debate sobre la necesidad de nuevas formas de organización política, representación ciudadana y nuevas miradas teóricas para dejar atrás la democracia liberal burguesa. Buscan reflejar la heroica mística revolucionaria que motorizaba a las organizaciones juveniles setentistas pero sin repetir los errores de las conducciones de las mismas, que las terminaron aislando y sectorizando.
En ese sendero proponen la necesidad de una nueva forma de representación ciudadana que denominan “presentación”. Señalan el agotamiento del pensamiento del populismo de Laclaul y de las interpretaciones ideológicas que sostuvieron la Década Ganada. Promueven la necesidad de nuevas formas teóricas que generen una renovada mística revolucionaria. Alientan una recuperación de la acción militante como protagonista fundamental de la construcción de poder, acotando a los mecanismos demoliberales. Bucean en el sentido de lo popular y lo nacional como ejes fundamentales de los nuevos ordenamientos orgánicos.
Fundamentalmente hay un reconocimiento del pensamiento de Juan Perón respecto a su propuesta de la Comunidad Organizada y la autodeterminación popular y con eso queremos comenzar nuestro análisis. Expresa Damián Selci en el primer capítulo del libro:
“La vida es creación de un presente, pero esta vida es, como lo es para Descartes el mundo con respecto a Dios, creación continua”. Subrayemos esta creación continua porque ella nos muestra la infinitud o eternidad de la vida: ella está siendo creada cada vez, y constantemente, en la producción de las consecuencias de la huella acontecimental… Unas líneas más adelante, Badiou cita la famosa frase de Spinoza: “Sentimos y experimentamos que somos eternos”. La misma referencia hace Perón en La comunidad organizada. ¿No está acá anunciado el programa político más fabuloso posible: la Eternidad, el paraíso en la tierra? ¿Cómo no habríamos de querer una vida que venza a la muerte, es decir, al tiempo? Suena otra vez con renovado brillo el enunciado más importante de Perón, “la organización vence al tiempo”: es como si la perfección de esta sentencia hubiese cumplido su contenido, y ella misma estuviese venciendo desde entonces al tiempo. Es como si la vida no-individual, a diferencia de la otra, pudiera no morir. La vida es creación continua, mientras que la existencia sólo estaba “dada”. La vida es una categoría de la praxis, su propósito o finalidad. No tenemos una vida, salvo que nos dediquemos a crearla.”
Se trata de un reconocimiento a la nueva forma de representación ciudadana que propone el peronismo en su Comunidad Organizada: la autodeterminación popular. Es decir, ordenar la capacidad creativa de las Comunidades para hacer realidad un nuevo derecho popular: la posibilidad de crear su propio destino. Esa necesidad de dejar atrás el ordenamiento liberal generado por la adscripción ideológica a caminos preelaborados desde un racionalismo ilustrado, empuja a estos nuevos pensadores a desarrollar una nueva teoría que lo estimule y ordene.
Apoyando esa intencionalidad queremos aportar una visión desde el pensamiento doctrinario peronista para enriquecer el debate.
El pueblo
“ ¿Qué tiene para decir la militancia sobre el pueblo? ¿Considera la militancia que el pueblo siempre tiene razón? Adelantemos la respuesta: no se trata de que el pueblo tenga razón o no, sino más bien se trata de confiar en el pueblo. ¿Qué es lo que hace la militancia? Organiza al pueblo. ¿Y quiénes pueden organizarse? Absolutamente todo el mundo. No hay nada ni nadie que no pueda organizarse, ni sumarse a la militancia. Pero para poder hacerlo exitosamente, la militancia debe previamente, y como decisión fundante y radical, confiar en la capacidad del propio pueblo de ser organizado.”
Manuel Saralegui
“Las virtudes que señala la ética peronista son de origen popular, pues el Pueblo es el heredero de los trabajadores de todos los tiempos. Los trabajadores son los que han forjado el progreso material y moral de la humanidad. Por eso Perón ha dicho que lo mejor que tenemos es el Pueblo, los trabajadores, en el sentido de que son los que tienen más virtudes.”
Juan Perón, Filosofía Peronista
Decíamos que el objetivo en la revolución justicialista es organizar la creatividad popular. Para hacerlo partimos de la convicción que subyace en esa masa popular un basamento ético sobre el cual se puede construir una fuerza motriz solidaria: las virtudes cristianas. Estas virtudes fueron sembradas en el corazón de los humildes por el cristianismo hace ya 2000 años. Estas Virtudes del Pueblo fueron sintetizadas por el peronismo en: humildad, dignidad, modestia, sinceridad, generosidad, desinterés, solidaridad y lealtad.
Este es el basamento ético que alimenta la fuerza motriz de la militancia popular y son el subsuelo moral sobre la cual se puede construir una nueva forma de representación ciudadana.
La filosofía peronista es cristiana. No por las encíclicas ni por adscribir a fundamentos religiosos. Simplemente acepta a las virtudes populares como base de nuestra ética revolucionaria. La lucha es poner en marcha el desarrollo de una fuerza política sostenida sobre esas virtudes y que le permitan ser base o sustento de una nueva forma de poder.
¿Cuál será la identidad ideológica de esa nueva fuerza política?
La primera reacción natural es refugiarse en una idea preformateada, protegidos por una razón última que nos de la tranquilidad de recorrer un sendero prelaborado racionalmente.
Pero como dicen los compañeros si “confiamos en el pueblo” podríamos simplemente intentar despertar su conciencia social, organizar su creatividad y entregarnos a esa construcción.
Los vicios de la oligarquía
Como contrapartida, la ausencia de estas virtudes promueven los Vicios de la Oligarquía que el peronismo también sintetizó en: egoísmo, orgullo, vanidad y ambición.
“Los vicios constituyen en sí falta de virtud, negación de valores morales. Por eso la lucha contra los vicios debe ser encarada como lucha por la conquista de virtudes. Por ejemplo, nada mejor que enseñar la generosidad para combatir el egoísmo; nada mejor, para desterrar el orgullo y la vanidad, que enseñar la humildad.”
“…De ahí que nuestra inolvidable Jefa Espiritual dijera que había que "combatir los vicios de la oligarquía con las virtudes del Peronismo". Es decir, los vicios de los que explotaron a nuestro Pueblo con las virtudes del Pueblo de Perón.”
Filosofía Peronista
Quedan definidos de esta manera los polos éticos de las dos fuerzas que motorizan a la puja anticolonialista y que alimentan la contradicción fundamental que impulsa la historia de la humanidad: los pueblos contra los imperialismos de turno.
En el proceso evolutivo de esa confrontación nunca las virtudes populares pudieron proyectarse en institucionalidades comunitarias porque los pueblos no poseían ni el nivel cultural, ni la información, ni la potencia individual para lanzarse a la autodeterminación. Este momento llegaría promediando el siglo XX con la aparición de los medios de comunicación masiva que irrumpieron en las conciencias de las masas de la mano del cine y la radio. Esta realidad vista por Perón en la Europa de preguerra lo llevó a comprender que había comenzado la hora de los pueblos y que se abría por primera vez en la historia la posibilidad de las autodeterminaciones populares.
Los mandamientos peronistas
Los principales problemas eran como brindar a esta nueva fuerza política una forma de construcción de poder que respetara la creatividad popular permanente. ¿De qué forma resolver la identidad y la autoridad política para un proceso autodeterminante? En las fuerzas tradicionales ordenadas detrás de una ideología o un caudillo o partido, se generaba un verticalismo unidireccional hacia la comunidad que facilitaba resolver estos problemas orgánicos.
¿Cómo lograr una identidad política si la acción creativa comunitaria debía quedar siempre en evolución permanente?
¿Quién mandaba en un ámbito donde todos tenían el derecho de opinar y gestar un destino común?
Para resolver este dilema Juan Perón propuso el ordenamiento de la potencia creativa de la comunidad detrás de principios comunes y una tabla de valores aceptada por el conjunto para definir lo bueno y lo malo en la acción política. Funcionarían como los mandamientos cristianos que generan una fuerte identidad cultural pero no cercenan el libre albedrío. Es decir el peronismo propondría un cauce a la acción comunitaria con un acuerdo básico en una serie de principios y valores que brindaran una direccionalidad clara al proceso.
El viejo concepto de la democracia liberal donde la política era la lucha por el acceso al poder entre fuerzas ordenadas detrás de concepciones ideológicas y grupos de intereses, debía dar paso a un diálogo creativo comunitario donde la alternativa democrática se sustentaba en la variables posibles sobre un objetivo común como son la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.
“En qué consiste la organización espiritual? En la Doctrina. Allí radica todo, porque mediante la Doctrina, todos pensamos de una manera similar, y de lo que se trata, al inculcar la doctrina, es precisamente de llevar a los hombres a una concepción similar de la vida y de la acción en beneficio de la vida del movimiento."
“La Doctrina no es una regla fija para nadie. Es en cambio, una gran orientación con principios que no se cumplen siempre de la misma manera. No está atado a nada fijo, pero sí se tiene la orientación espiritual para resolverse, en todas ocasiones, dentro de una misma dirección, y en un inmenso campo de acción para la ejecución”.
"Es menester unificar un poco los criterios, poner un poco en armonía los pensamientos y los sentimientos comunes; que todos vean los problemas de una misma manera y los resuelvan de un modo semejante. Como decimos nosotros en el orden doctrinario, con unidad de doctrina. Entonces, la aglutinación es ya un proceso y un fenómeno natural de las masas. Las masas anárquicas o sin doctrina, no pueden sentir el proceso de la aglutinación ni de la conciencia común, y menos aún el de la solidaridad, que es la base para toda consolidación orgánica"
Juan Perón
El verticalismo peronista
Esta organización espiritual también resolvería el tema de la autoridad planteado por Violeta Kesselman. La relación entre el pueblo, la militancia y sus dirigencias puede encontrar una relación orgánica solamente desde una unidad conceptual doctrinaria. Los principios comunes es lo que une la base y la dirigencia e impide concebirlas por separado. En la filosofía de acción política de la conducción, el conductor, los cuadros auxiliares (militantes) y el pueblo están unidos. El militante del barrio, el de la fábrica y el funcionario en el gobierno y los ministerios, miran la realidad de la misma manera y tienen la misma tabla de valores, por lo cual la diferencia entre ellos se discrimina por las capacidades para desarrollar y hacer realidad lo que quiere el conjunto. Todos están unidos en la concepción y por lo tanto también en la acción.
Para lograrlo deben existir en los dirigentes las formas adecuadas de conducción que permitan al pueblo y las bases integrarse al proceso. Además deben ser claras las funcionalidades de las instituciones políticas que promuevan la participación comunitaria. Esto se logra con la planificación de la acción de gobierno, la inclusión de las Organizaciones Libres del Pueblo a las acciones ejecutivas del Estado y con la entrega personal de las dirigencias a los principios doctrinarios despojándose del vedettismo caciquista y liberal y también evitando transformarse en una vanguardia iluminada.
Claro que para eso la Doctrina Peronista debe visibilizarse como herramienta de construcción de poder político retirándola de los pedestales del dogmatismo ortodoxo.
Las tres banderas
Los principios que ordenarían la unidad conceptual serían sintetizados por el General Perón, luego de varios años de lucha anticolonialista y que le permitirían en el año 50 proclamar las Tres Banderas fundamentales del peronismo y las 20 Verdades Peronistas.
A partir de allí los argentinos de bien serían invitados a una nueva forma de participación ciudadana donde brillaría un nuevo derecho humano: el derecho a crear su destino.
Todos podrían contribuir a pensar la futura Nación y a construirla. Para hacerlo solo se pediría que haga lo que se haga, no se impugnen la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, principios troncales que ordenan el proceso y garantizan una dirección anticolonialista.
La doctrina justicialista sería el cauce de la creatividad comunitaria.
Este proceso nos alejaría de la concepción de que la política es primero ideología y luego acción. En realidad en las nuevas democracias populares sería al revés. La política sería primero acción y de ese acto se consolidarán las nuevas identidades ideológicas. Si asumimos que los pueblos tienen las virtudes en sí, lo político se reduce simplemente a la organización y desarrollo de esa fortaleza ética para transformarla en acción y poder.
El drama de Errejón y la funcionalidad institucional
El problema planteado por Gastón Fabián en su reflexión sobre la actitud de Errejón respecto a los partidos políticos, es típica de los procesos revolucionarios donde una funcionalidad institucional o filosofía de la acción política debe ser reemplazada por otra.
La revolución peronista que ha completado la etapa doctrinaria, debe encarar ahora la toma del poder que sólo se afianzará con el desplazamiento de las instituciones liberales. Las instancias históricas del peronismo le permitieron tener la posibilidad de ser gobierno sin tomar el poder, es decir de construir su revolución desde el gobierno y con el apoyo del voto popular. Eso provocó la convivencia de las dos funcionalidades institucionales: las del liberalismo y las de la Comunidad Organizada.
El drama de Errejón no es nuevo. Las dirigencias peronistas también confundieron y aún confunden las distintas funcionalidades institucionales burocratizándose y diluyendo la esencia revolucionaria del peronismo.
Juan Perón insistiría permanentemente con la profundización de las formas de participación de la nueva democracia popular que soñaba. Para eso invocaría a la participación de las instituciones populares en el marco de las responsabilidades del Poder ejecutivo, con el llamado a la conformación de los Consejos socio-económicos para motorizar la evolución solidaria de las Organizaciones Libres del Pueblo por un lado, e incluyendo al conjunto del pueblo en los compromisos de desarrollo nacionales a través de la planificación de la acción de gobierno en sus planes quinquenales.
Dos veces intentó doblegar la dinámica liberal. Una con el lanzamiento del Segundo Plan Quinquenal y las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP) y la segunda con el lanzamiento del Modelo Argentino. El tiempo histórico no lo acompañó, haciendo ininteligibles sus propuestas autodeterminantes que recién se harían comprensibles promediando en el siglo XXI. Luego de la muerte del Líder las dirigencias peronistas acomodarían al justicialismo como una expresión socialdemócrata autóctona, generando la deriva del Movimiento Nacional que todavía hoy continúa.
La militancia peronista con presencia activa en las Organizaciones Libres del Pueblo así como instituciones gubernamentales y legislativas deben cumplir hoy una doble funcionalidad. Por un lado deben representar adecuadamente lo que el voto popular les confió, cumpliendo con las responsabilidades ciudadanas del sistema liberal. Pero además deben proseguir con la tarea militante de la organización popular para ir desplazando el espíritu egoísta y disociante de la meritocracia individualista burguesa, que transforma a las instituciones en estructuras vacías de mística, defensoras de intereses sectoriales y mudas espectadoras de la colonización cultural de las plutocracias dominantes.
Si no alentamos la construcción de una alternativa institucional que alimente la mística revolucionaria de la nueva democracia popular, corremos el peligro de diluir el impulso resistente al neoliberalismo macrista que nos dio la victoria.
El pensamiento nacional
Respecto del pensamiento nacional planteado por Nicolás Vilela podríamos acotar que la etapa de la toma del poder también condiciona el discurso militante. Mientras desplazamos las instituciones burguesas nuestros discursos y consignas estarán cargadas de un gran subjetivismo político de denuncia de las herramientas culturales que impiden nuestra organización liberadora.
Eso es lo que impregna hoy al pensamiento Nacional y sus protagonistas, y no está mal que sea así. Pero una vez en el poder las nuevas instituciones deben retomar su objetividad orgánica, para permitir a la creatividad comunitaria ir construyendo la nueva identidad revolucionaria.
Es difícil adelantarse, pero seguramente desaparezca esa dependencia de “ser desde una ideología racionalista” para simplemente “ser”, reafirmando una vez más que la realidad es la única verdad. Las identidades ideológicas serán seguramente realizaciones concretas, senderos transitados más que caminos a realizar.
La organización popular
Ahora bien, una confusión común es creer que lo orgánico es lo que está acotado a determinada institución social, política o económica. Un pueblo no puede organizarse así. Simplemente porque la mayoría del pueblo no va a encuadrarse en ninguna organización. Solamente los cuadros auxiliares o los militantes son los que se encuadran detrás de un nivel superior de compromiso.
Lo primero que debe organizarse es el conjunto del pueblo y eso se logra organizando su espíritu. Cuando sentimos un rechazo natural por la injusticia social y la dependencia económica por ejemplo, es que estamos organizados.
Si bien la mayoría el pueblo no va a estar encuadrado en ninguna institución u organización política, debe estar organizado espiritualmente porque es el cimiento sobre el que se podrá construir la Comunidad Organizada y será de su seno donde surgirán sus cuadros militantes. La solidaridad masiva del pueblo adoctrinado es la que genera una vanguardia militante que provoca el desarrollo de las instituciones que lo expresan: sindicatos, clubes de barrio, organizaciones culturales, sociales y políticas etc.
El Estado debe abrir la acción ejecutiva del gobierno a las OLP y le competerá además la conducción del pueblo desde la planificación de la acción de gobierno. Sin embargo nada se podrá conducir si no existe previamente la organización espiritual de la comunidad en su conjunto. Por lo tanto la tarea militante es el despertar de la conciencia social del pueblo que se encuentra subyacente en una cultura popular sintetizada hoy en las Tres Banderas fundamentales del peronismo.
Conclusión
En síntesis podemos afirmar que el propósito del libro de abrir este debate, es un camino fundamental para poder comprender el sentido revolucionario de la autodeterminación popular de la Comunidad Organizada.
Al reconocimiento del pensamiento de Juan Perón, a la proclamación de la “confianza” en nuestro pueblo y la responsabilidad de la militancia en la organización de las potencias populares, habría que agregarle una revalorización de las banderas doctrinarias para poder impulsar el desarrollo de la organización popular. En ese camino de construcción de poder se podrá revitalizar la mística revolucionaria del peronismo.
“…la mística peronista comprende tres factores integrantes:
1) fanatismo por Perón y Eva Perón
2) fanatismo por la Doctrina Peronista
3) fanatismo por el pueblo.
“…Fanatismo y mística son en realidad, impulsos fervorosos; pero también son impulsos ordenados y dirigidos por una voluntad libre y por una inteligencia clara que conoce el caminos de la verdad”.
Juan Perón, Técnica peronista del adoctrinamiento