María Castillo: orgullo cartonero

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    María Castillo
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ENTREVISTA

María Castillo: orgullo cartonero

01 Febrero 2023

La Directora Nacional de Economía Popular dentro del Ministerio de Desarrollo Social habló con el portal Nación Trabajadora sobre el íntimo nexo que existe entre su origen humilde en el seno de una familia solidaria, el rol que viene desempeñando como histórica referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y el ejercicio de la función pública al servicio del sector que representa: los recuperadores urbanos. El plan Argentina Recicla, un modelo de organización que funciona en CABA y sueña replicar en todo el país.

Transcurridos dos años y medio de su gestión, los resultados hablan por sí solos. Gracias a ellos y a su profundo sentido de lo colectivo, María logró ganarse el respeto de propios y extraños. Lleva casi dos décadas quitándole horas al sueño para estar a la altura de sus obligaciones de madre, cartonera y, ahora, funcionaria. Bajo su coordinación, el programa “Argentina Recicla” reconoce y fortalece el trabajo que realizan los recuperadores urbanos a lo largo del vasto suelo patrio. La iniciativa cuenta con varias líneas de asistencia diseñadas desde la perspectiva de los trabajadores y las trabajadoras. Incluyen entrega de equipamiento, financiamiento para herramientas e infraestructura y promoción de valor agregado y redes de comercialización directa.

¿Cuál es tu desempeño actual? ¿Quién es María Castillo?

-Soy la Directora Nacional de Economía Popular y responsable del Programa Argentina Recicla del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Tengo 45 años, nací en Lomas de Zamora y soy cartonera, mamá, abuela y militante. Mi familia paterna económicamente no está mal, se sostiene; la de mi mamá, en cambio, es muy humilde. Mi papá y mi hermana de 8 años murieron en un accidente en 1995. En ese momento quedamos mi mamá y yo nada más. A los tres meses que muere mi papá, me junté con mi pareja. Al poco tiempo fui mamá, con 19 años. Tenemos ahora tres hijos. Seguí tratando de estudiar, pero tenía que acompañar a mi mamá en un proceso bastante duro. Esa cosa de abrazar y contener y estar a pesar de cualquier circunstancia, buena o mala, la tengo desde ahí. Mi viejo era una persona muy querida en Villa Albertina. Siempre decía “a los chicos hay que sacarlos de la calle, tienen que estar en un lugar de cuidado”.

¿Hacía algún trabajo social?

-Mucho laburo social a pesar de no tener nada. Llegaba mi viejo y decía: “Bueno, traigo a comer diez chicos, porque los papás no están en la casa”. Y nosotros mirábamos y decíamos: “tenemos dos milanesas”. Y bueno, mi vieja amasando, haciendo tortas fritas, mate cocido. Todas esas cosas del compromiso las viví desde el principio con mis viejos. Fue una etapa que nos marcó muchísimo como familia. En el ‘99 nació mi hija y ahí empezó la crisis. Javier, mi compañero, hacía changas y en el 2000 se quedó sin trabajo. Teníamos dos chicos para ese entonces. Empezamos a cartonear. Empezó él, porque fue el único recurso que encontramos. La familia de él ya cartoneaba casi toda. Íbamos a la zona de Congreso. Cuando era todo el quilombo, nosotros seguíamos trabajando igual, había que trabajar. Después se va De La Rúa, empieza a acomodarse un poco la cosa, pero ahí empieza la persecución hacia el sector cartonero. Es la etapa que nos permitió organizarnos. Conocernos, nos conocíamos todos; nos seguimos conociendo todos. Yo vivo en Villa Fiorito y es un barrio cartonero. Todos sabemos en qué año empezó cada uno. Y de ahí a organizarnos y estar donde estamos hoy es una locura. Fue una revolución justa, por derechos. Permitió tener una mirada más allá de lo que pasa hoy y ver cómo resuelvo no mi problema, sino el problema colectivo. Es muy importante que se conozca esta historia, cómo nos organizamos, lo que nos costó, que las nuevas generaciones entiendan todo el sacrificio que fue llegar hasta esta instancia. Hubo persecución policial e institucional, hubo compañeros detenidos, tuvimos que cortar muchas veces el Puente Alsina para que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos escuchara, y para implementar modelos que hoy vemos que funcionan. Lo importante es que esa base esté en la cabeza de los nuevos cartoneros, las nuevas generaciones, pero también en las viejas generaciones, no olvidarnos de todo ese proceso, porque si nos olvidamos de eso perdemos los valores.

No olvidarse del proceso de lucha…

Tal cual. Era difícil quedarte cortando un puente, amanecer cortando un puente, sabiendo que a tus pibes los dejabas solos en la casa y que seguramente no iban a la escuela al otro día porque vos estabas luchando. Y sabiendo que después en cualquier momento de la noche venía la policía a molerte a palos, a llevarse los vehículos y vos tenías que defender eso. Y la lógica era lograr este sistema de recolección diferenciada que hoy se encuentra funcionando en CABA, donde tenés doce cooperativas licitando y más de cinco mil cartoneros organizados. En este sistema, que es tomado como modelo de reciclado con inclusión social en todo el mundo, basado en cooperativas que obtienen mediante un proceso de licitación la exclusividad del servicio de recolección de residuos secos y la gestión de los centros verdes. Ya no existe más eso de alquilar un vehículo, ya hay camiones que directamente vienen y llevan el material, no a tu casa sino a una planta. Ya no venís arriba de un camión en malas condiciones. A mí me pasó de caerme de un camión en movimiento… Pasar frío, lluvia, todo. Toda esa vulnerabilidad que teníamos a la hora de trabajar, y que hoy siguen sufriendo otras personas.

¿Cómo fue el inicio de la organización cartonera?

Cada camión tenía su referente, su delegado, y empezamos a discutir un modelo sobre cómo corregir la situación del sector en la CABA. Era una ciudad con un presupuesto enorme destinado a reciclado y no lo utilizaba. El primer paso fue lograr el reconocimiento de que existen cartoneros, que nos reconocieran como trabajadores. Se inició con el primer censo de recuperadores. Recuerdo que el primer censo se hizo en la Asamblea de Almagro, sobre calles Medrano y Sarmiento, que fue la primera sede del MTE, donde había una olla popular. Así empezó nuestra organización, discutiendo y enfrentando la persecución. Era esto de “si nos tocan a uno, nos tocan a todos”.

El programa Argentina Recicla, ¿tiene sus orígenes ahí?

Desde el MTE se trató de discutir un modelo de trabajo para los recicladores dentro del Estado. Recién cuando nosotros llegamos a la gestión en 2019, y comencé a cumplir funciones representando al sector, pudimos implementar ese modelo de propuesta. Es importantísimo. Fue la primera propuesta de organizar con acciones claras cómo se debe desarrollar cualquier sistema de reciclado con inclusión social en nuestro país. Es la iniciativa de tener un programa a nivel nacional desde la perspectiva de los trabajadores, de los recicladores. Los que entienden cómo es esa necesidad y cómo se debe desarrollar son los compañeros, somos nosotros, esa es la realidad.

Pese a ello, la persecución a los cartoneros, incluso la coima policial, sigue bajo otros argumentos.

-Sí. No sé si tan duro como antes, pero hay reclamos de compañeros. Modificar eso también es responsabilidad del Estado. Pero actuando con sentido humanitario. La persecución se apoya en las irregularidades que todavía existen en el sector. Está claro que no está bien que un menor esté trabajando o viajando inseguro arriba de un camión o un carro, pero ¿qué pasa detrás de eso? ¿Cómo lo evitamos? Me hago cargo como funcionaria, ¿cómo colaboro para que la cosa funcione de otra manera? 

Claro. Hay una complejidad, seguramente una carencia, detrás de una infracción o una contravención.

– Siempre digo, cuando a vos te falte el plato de comida, ahí vas a entender por qué esa persona va en busca de sus derechos. Y si no se entiende, averiguá, investigá, acercate y preguntá. Siempre comparo esta cosa de no entender al otro con las anteojeras de los caballos. ¿Por qué no sacarnos esas anteojeras y entender qué pasa detrás de lo que está haciendo? Muchas personas de nuestra sociedad tienen que sacarse esas anteojeras, ponerse en los zapatos de la otra persona para entender cuál es la realidad.

¿En qué momento el movimiento logró cambiar un poco la imagen del cartonero frente a la opinión pública y se empezó a reconocer el valor social del reciclador?

– Cuando conquistamos el sistema de reciclado con inclusión social, allá por 2009. Ya no venían los camiones cargados de compañeros, sino que empezó a funcionar el sistema, con colectivos, camiones ploteados, los uniformes. La gente empezó a mirar al sector de otra manera. Lo visual es fundamental en estos temas, para que cambie la mirada.

¿Cuáles fueron los principales instrumentos de política para lograr esos cambios?

-La organización fue la base principal y necesaria para que lleguemos a esa instancia. Entender de qué estamos hablando, hacia dónde se quiere ir, por qué era necesario organizarse. Es lo que seguimos planteando ahora a los nuevos compañeros cartoneros que se suman a cualquiera de las organizaciones de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR). ¿Cuál es nuestra base? Trabajamos para el otro, no para para nosotros mismos. Yo no soy “María funcionaria”, que tiene un rol esencial y bla, bla, bla. No, yo soy “María cartonera” que está cumpliendo funciones para representar al sector. Soy la vocera que discute con quien me pongas adelante. Quienes estamos en la gestión llegamos con los Proyectos de Buen Gobierno elaborados por el MTE. Ahí están los lineamientos y objetivos claros. Eso nos permite… no sé si ser eficientes, pero sí ser prolijos y saber para qué estamos acá. Hoy tenemos más de 29 mil compañeros con herramientas, se entregaron decenas de vehículos. Yo miraba la lista de lo que concretamos en estos dos años y fue impresionante. 

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"Hay que crear Sistemas Locales de Reciclado en cada uno de los municipios, para continuar disminuyendo el impacto socio-ambiental que ocasionamos los humanos. Y no hay que olvidar que los basurales se encuentran ubicados a metros de barrios populares"

¿Ahora qué hace falta? 

-Tener sentado en una mesa de trabajo a los intendentes y a los funcionarios con los cartoneros resolviendo su plan de gestión ambiental. Ese es el modelo que queremos que se entienda, cómo queremos construir. Esa transformación viene de 2001. Queremos que las nuevas generaciones se apropien de esa forma de construcción, porque nosotros estamos transitoriamente acá. Queremos dejar bases sólidas y que esas bases sean las que se discutan a futuro, nacional e internacionalmente. Queremos lograr un sistema parecido al de la CABA; no igual, porque hay cosas para modificar. Pero sirve como ejemplo. Nadie puede decir que en nuestro país no se puede armar un sistema de reciclado con inclusión social: existe en la ciudad de Buenos Aires. Con un presupuesto varias veces más importante que el de muchos municipios, es cierto. Pero si hay un Estado nacional que acompañe el proceso, se puede. Hoy gracias al Programa Argentina Recicla y al lanzamiento de laGuía para la Implementación de la Gestión Integral e Inclusiva de Residuos Sólidos Urbanos se nos están acercando municipios de todo el país. Falta muchísimo. Somos más de 150.000 cartoneros a nivel nacional. Necesitamos más presupuesto para abarcar ese grupo tan grande y disperso. No existe un censo, estamos queriendo hacer uno, pero no es fácil. 

¿Cuáles son las reivindicaciones o los desafíos que tienen por delante?

– Tenemos un mapeo general de la situación. Lo más grave es la continuidad de los basurales a cielo abierto con chicos revolviendo la basura. Me quedé muy prendida con una recorrida que tuve hace poco en dos basurales. Cuando presenté la Guía dije, muy enojada y llorando de impotencia, que no quería ver más chicos trabajando en basurales ni con moscas en la cara. Esos son derechos que debemos garantizar como funcionarios. Les pregunté a esos niños y eran la quinta generación en sus familias que estaba en el basural. O sea, que no es por la crisis económica actual que esas personas están ahí. Las familias se acostumbraron a venir al basural, lo toman como una herencia o cultura familiar. Pero es una cultura socialmente impuesta. Debemos modificar esa realidad desde el Estado. No podemos olvidarnos de eso, quiero los mismos derechos que tiene cualquier persona que trabaja en una empresa o trabaja en el sector público. Todos, cualquier trabajador de nuestro país, tiene que tener esa base.

¿El censo cartonero es una prioridad?

– Para hacer un censo cartonero tenés que hacer un despliegue como el de RENABAP para los barrios populares. Lleva su tiempo. Hay que ir viendo cuántas cooperativas son y qué tipo de cooperativa. Eso es algo que quiero diferenciar mucho. Está la cooperativa social, la que trabaja equitativamente, y están las cooperativas empresariales. Una cosa es construir una cooperativa donde pérdidas o ganancias son equitativas para todos, y otra cosa la cooperativa que termina teniendo un patrón que coordina el trabajo. Esta última a mí no me gusta, aunque acepto como trabajan los demás. A pesar de tener diferencias, hay que construir sobre una base mínima: no puede existir más un cartonero en nuestro país sin derechos. Un censo daría un detalle más minucioso de cuáles son las diferentes tareas que se realizan. Tenemos basural; cooperativas organizadas en diferentes escalas, incluyendo aquellas más organizadas que están en plantas formales trabajando con municipios; compañeros independientes; compañeros golondrinas, que se van a la cosecha y después no tienen donde laburar y se van al basural o se integran a alguna cooperativa para hacer changa. Hay un montón de realidades que tienen que estar contenidas dentro de un diagnóstico. 

¿La guía fue el puntapié para todo esto?

– Sí. Además, de intentar coordinar y dar coherencia a la política de reciclado entre ministerios y en los distintos niveles del Estado. No puede ser que tengamos 300 plantas de reciclado abandonadas, obsoletas, en el país. La inversión tiene que ser ajustada según diferentes parámetros y diagnósticos. Eso requiere un trabajo de cogestión muy importante, entre ministerios, municipios y cartoneros. La planificación es muy importante. Planificar en conjunto facilita no solo la cogestión con los trabajadores y todo el Estado, sino que también permite que los recursos sean utilizados de forma eficiente. Hay que crear Sistemas Locales de Reciclado en cada uno de los municipios, para continuar disminuyendo el impacto socio-ambiental que ocasionamos los humanos. Y no hay que olvidar que los basurales se encuentran ubicados a metros de barrios populares. Son las personas más humildes, nuestros niños, los que tienen plomo en sangre, los que se contagian enfermedades evitables. Por todo eso necesitamos que se termine de entender lo que proponemos.

¿De qué forma se va entender? 

– Cuando haya más compañeros en representación del sector de la economía popular en el Estado, en el Congreso Nacional y en todo el país. Al Estado le faltan representantes de los trabajadores, comprometidos con su sector, que hagan cumplir las leyes. Porque existen normas muy lindas, pero no se cumplen. Y a veces ni siquiera logramos que se aprueben las leyes, como pasó con la Ley de Envases. ¿Por qué no se aprueba? Lo de siempre, el lobby empresario pasa por encima de las prioridades populares, sociales y ambientales. Entonces, ¿quién tiene el poder a la hora de decidir las cosas? Ese 1%, los empresarios más ricos, que construyen para el interés propio y no para el colectivo.