Quiero que Cristina decida ser (o no ser) candidata, por Juan Martín Ramos Padilla
El 25 de Mayo voy a ir a la Plaza. Voy a ir escuchar a Cristina, que será la única oradora en un acto que promete ser multitudinario y al que ella misma nos convocó el jueves por TV. Ese día también voy a cantar la consigna “¡Cristina Presidenta!”
Hay quienes sostienen que Cristina fue muy clara y ya decidió que no va a ser candidata, y que en consecuencia es un error seguir insistiendo con la consigna “Cristina Presidenta”. “A esta altura, seguir insistiendo, convierte el clamor en un reclamo”, dicen algunos compañeros. ¿Hay un reclamo? Sí, es cierto, pero no es a Cristina a quien se le reclama, sino a quienes la proscriben.
Creo que el error de quienes plantean que ya no se debe insistir con esa consigna radica en poner el acento en la decisión de Cristina, cuando lo que corresponde es poner el acento en la situación en la que se ha colocado a Cristina. “¿Por qué siguen pidiendo que sea Presidenta si ella ya dijo que no?” Señalan algunos. Respondo con otra pregunta. ¿Dijo que no quiere? ¿O dijo que no se lo están permitiendo?
Repasemos textualmente lo que ella dijo y escribió. Cristina hizo alusión al tema en cuatro oportunidades: El 6 de diciembre tras el fallo condenatorio, el 28 de diciembre en el polideportivo Diego Maradona, en la carta del martes y en la entrevista del jueves con Pablo Duggan. Empecemos por la última. El jueves pasado, el periodista de C5N le pidió a ella que dijera “claramente” que no va a ser candidata, y ella respondió: "Creo que hay compresión de texto en la gente. Hay amor, cariño y fe compartido. Pero la comprensión de texto es un atributo de la mayoría. Me parece que está muy claro lo que dije el otro día, que no es más que lo que había dicho el 6 de diciembre."
Repasemos entonces los fragmentos del texto de su carta de “el otro día” en los que hizo referencia al tema: “ Atentaron contra mi vida. (…) “La bala que no salió y el fallo que sí saldrá” fue el titular del diario Clarín, (…) anticipando el fallo que pocos días después exponentes del Partido Judicial dictarían en mi contra (…) La condena e inhabilitación en dicha causa tiene una única traducción política y electoral: la proscripción. (…) No se trata sólo de la proscripción de una persona, sino del peronismo”.
“Después de un fin de semana electoralmente adverso para Juntos por el Cambio (…) la Corte suspendió las elecciones (…) de Tucumán y San Juan (…). Así como tres personas lo hicieron con las provincias de Tucumán y San Juan, no tengan dudas de que lo harán contra mi persona con el fin de evitar que el Peronismo pueda participar del proceso democrático, o bien debilitarlo, conduciéndonos a un callejón sin salida”.
“No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura. (…) No voy a entrar en el juego perverso que nos imponen con fachada democrática para que esos mismos jueces, encaramados hoy en la Corte, dicten un fallo inhabilitándome o directamente sacándome cualquier candidatura (…) Los hechos recientes me han dado la razón”.
“Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial. Porque, frente a una derecha cuya única propuesta es arrebatar derechos, el peronismo sigue siendo el espacio político que garantiza la defensa de los intereses del pueblo y de la Nación”.
En ningún momento se desprende del contenido de la carta que ella no quiera ser candidata, sino que textualmente dice que su “candidatura (está) prohibida por el partido judicial”, porque pesa sobre ella una “proscripción” y que hay “tres personas” (Maqueda, Rosenkrantz y Rosatti) que tal como acaban de suspender las elecciones en Tucumán y San Juan, sin dudas “lo harán contra su persona”.
Pero lo que Cristina le dijo a Duggan el jueves fue: “Me parece que está muy claro lo que dije el otro día, (en la carta) que no es más que lo que había dicho el 6 de diciembre”. Entonces veamos también qué fue lo que dijo el 6 de diciembre: “No voy a someter a la fuerza política (…) a que la maltraten en periodo electoral con una candidata condenada, con inhabilitación perpetua (…). No voy a ser candidata, es más: una muy buena noticia para usted, Magnetto, ¿sabe por qué? Porque el 10 de diciembre del 2023 no voy a tener fueros, no voy a ser vicepresidenta, así que le va a poder dar la orden a sus esbirros de la casación y de la Corte Suprema que me metan presa. Sí, pero mascota de usted, nunca, jamás, ¿entiende? Nunca, jamás. (…). Eso es lo que está pasando hoy en Argentina y eso es lo que hoy me condenó a seis años de cárcel y a inhabilitación perpetua. Esta es la verdadera condena. Esto es lo que querían: la inhabilitación perpetua. Me van a poder meter presa después del 10 de diciembre".
En este caso, ella denunció que lo que acababan de hacer los esbirros de Magnetto es condenarla para impedirle ser candidata y que “la verdadera condena”, no son los seis años de cárcel, sino la “inhabilitación perpetua”. Incluso fue más allá, e indicó que prefiere “que la metan presa” antes de ser una “mascota de Magnetto”. En definitiva, nunca dijo ella que “no quiere” ser candidata, sino que lo que “no quiere” es “ser mascota”, ya que antes que eso prefiere que la “metan presa”.
Tres semanas después de ese 6 de diciembre, volvió a referirse al tema en el polideportivo Diego Maradona, y dio una definición contundente: “Yo soy peruca y hablamos clarito: el único renunciamiento fue el de Eva Perón. No es ni renunciamiento ni autoexclusión, es proscripción". En esta oportunidad, dejó claro que no era ella quien tomaba la decisión de no ser candidata, ya que no renunciaba ni tampoco se autoexcluía, sino que eran otros (Magnetto y el Partido Judicial) quienes la proscribían.
En definitiva, podemos concluir, si apelamos a la comprensión de los textos, que en ninguna oportunidad manifestó ella su deseo ni la voluntad de jubilarse, ni de irse a descansar, ni de autoexcluirse, ni de renunciar, ni de desentenderse. Si así fuera, sería absolutamente respetable. Pero no lo hizo. Por el contrario, el jueves pasado dijo: ¿Qué me queda por hacer en política? Militar, toda mi vida he militado. Soy una militante de toda la vida. Este año voy a cumplir el papel de siempre, el de una militante política para que lo que considero es lo mejor que les puede pasar a los argentinos, les pase.
Por todo eso es que creo que quienes nos consideramos “soldados” de ella, quienes sentimos que queremos devolverle algo del amor que nos dio, tenemos la obligación de pelear hasta el final para que ella pueda decidir ser (o no ser) candidata. Para desarmar la proscripción que pesa sobre ella y para eliminar esa amenaza permanente que existe hoy no sólo contra ella y ni siquiera sólo contra el peronismo, sino contra la democracia como sistema. Esa amenaza latente de tres supremos que hacen y deshacen, deciden quién puede ser candidato y quién no, y quienes pueden votar y quiénes no. Esos supremos hace pocos días acaban de gatillar (nuevamente) dos veces sobre la cabeza de la República (una en Tucumán y la otra en San Juan), y amenazan con volver a gatillar.
Cuando la democracia está en peligro, tenemos la obligación de defenderla. Por eso es que debemos pelear para que Cristina, si acaso así lo prefiere, pueda decidir no ser candidata. El día que ella pueda hacerlo con absoluta libertad, habremos recuperado una parte fundamental de esta democracia malherida que cumple 40 años.