Recuerdos de la muerte: Ricardo Capelli, el hombre que acompañó a Carlos Mugica el día de su asesinato
Ricardo Capelli, a pesar de las graves heridas que sufrió, sobrevivió al ataque de la Triple A que terminó con la vida del Padre Carlos Mugica a la salida de la Iglesia San Francisco Solano. Conversó con AGENCIA PACO URONDO de su amistad con el sacerdote que abrazó el peronismo y la causa de los pobres. El vínculo con Montoneros, su trabajo pastoral y social en la Villa 31 de Retiro, y cómo la renuncia al Ministerio de Bienestar Social fue su sentencia de muerte.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo y en qué contexto conoció al Padre Carlos Mugica?
Ricardo Capelli: Conocí a Carlos Mugica en 1954 y de una manera muy circunstancial. Por entonces yo tenía 17 años. Un día, un amigo mío me invitó a un cumpleaños. Nos calzamos el traje, tan común para la época, y nos fuimos juntos en el auto que le había pedido prestado al padre.
Manejó hacia la zona de La Recoleta y entramos por la curva aristocrática de la calle Arroyo. Y ahí, al lado de Mau Mau, que era un boliche de onda por aquellos años, estaba la casa de Mugica. En esa fiesta de cumpleaños de su hermana Marta, es que conozco a Carlos. Recuerdo que estuvimos charlando muy amablemente de cosas circunstanciales. Y luego de ese encuentro puedo decir que empecé a frecuentarlo y quedamos conectados.
APU: Una verdadera familia de la aristocracia argentina y antiperonista.
RC: Absolutamente. Él venía de una familia muy oligarca, de las más importantes del país. Los Mugica Echague eran socios del Jockey Club y de la Sociedad Rural. La madre tenía campos. Don Adolfo, su padre, había tenido una destacada participación política en el Partido Conservador y además había sido canciller de Frondizi cuando vino el Che Guevara a nuestro país.
Yo recuerdo ir a cenar varias a veces a la casa de la familia que estaba en Gelly y Obes y el servicio en la mesa era con empleadas domésticas y campanitas. Una noche, luego de la comida nos quedamos charlando con Carlos y su padre nos dijo que se aproximaban elecciones y que gane quien gane, peronistas, radicales o comunistas, los que mandaban eran ellos, el verdadero poder económico del país.
APU: De su formación política y sus inquietudes sociales, Ricardo. ¿Qué nos puede contar?
RC: Yo venía de una formación no peronista. Mi familia era socialista, mi padre fundamentalmente. Eran épocas en que el diario La Vanguardia se pasaba de manera clandestina de mano en mano porque había mucho miedo. Yo era muy jovencito y había entrado a una cerealera como cadete. Fui ascendiendo en la empresa, a los 17 años me mandaron a trabajar a la Bolsa de Cereales y a la de Comercio como parte de mis nuevas funciones. Allí empecé a tener contacto con gente de la oligarquía como los Martínez de Hoz por ejemplo, quienes hacían grandes negocios.
Para que tengas una idea de lo lejos que nos sentíamos del peronismo, Carlos Mugica y yo en 1955 fuimos a la Plaza de Mayo con pañuelos en alto para festejar la caída de Juan Domingo Perón, mientras en el balcón de la Casa de Gobierno, estaban Eduardo Lonardi e Isaac Rojas, los militares que encabezaron la Revolución Libertadora. Pero las cosas fueron cambiando. Nosotros, con monseñor Juan José Iriarte recorríamos las casas humildes que había por la zona de la Basílica de Santa Rosa de Lima, en el barrio de Balvanera. Y allí, sobre la calle Catamarca, había un conventillo que tenía escrito en una pared con tiza una leyenda: "Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos". En obvia alusión a los curas.
APU: Sintieron la tristeza de los humildes...
RC: Eso que vimos la verdad nos sorprendió muchísimo. Entendimos que la gente pobre estaba muy mal con la caída de Perón. Tristes porque ellos nunca se habían sentido olvidados ni por el General ni por Evita. Y ahí, nos dimos cuenta con Carlos que los que estábamos equivocados éramos nosotros. Quiero aclarar que Mugica todavía no era cura en ese momento. Pero sí ya estaba viviendo en el seminario y decía por aquellos días que seguir a Cristo era estar con los pobres. Que el verdadero pecado era rechazar el amor y establecer la injusticia, conceptos tan fundamentales que en estos momentos serían aplicables totalmente no sólo en nuestro país sino en todo el mundo. Carlos se ordenó sacerdote recién en 1959.
APU: Cuando el Padre Mugica conoce a Perón. ¿Qué significó para él ese encuentro?
RC: El encuentro con Perón se da cuando el líder estaba en el exilio en Puerta de Hierro en Madrid, España. Hacia allá viajó con Lucia Cullen y la visita la gestionó increíblemente su padre Adolfo Mugica. Se reunieron por espacio de una media hora. Y volvió obnubilado. Carlos murió amando al General. Y es algo que a mí también de alguna manera me pasa porque junto a Evita representan todo lo que yo deseo de la política. El vivir para los pobres, para la lucha por la igualdad y la justicia y por la inclusión. Y eso es el peronismo. Que tiempo después, pudimos volver a verlo realizado en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
APU: ¿Cómo empiezan a trabajar, usted y Carlos en la Capilla Cristo Obrero de la Villa 31 de Retiro?
RC: Con los años, Carlos se fue a buscar los restos del Che a Bolivia, pero no tuvo suerte. Después viajó a Cuba y estuvo con John William Cooke aunque fracasó en el intento de ver a Fidel Castro y prosiguió viaje a Europa donde fue testigo del Mayo Francés. Al volver con esas experiencias a cuestas se encontró con que un sacerdote muy ligado a las Fuerzas Armadas, Julio Triviño, lo había apartado de la iglesia de Mallinckrodt donde desempeñaba su tarea pastoral. Por eso Alejandro, uno de sus hermanos, quien además era socio de los periodistas Bernardo Neustadt y Héctor Ricardo García. Le construyó la capilla de Cristo Obrero ahí en el barrio Comunicaciones de la villa 31 de Retiro para que vaya trabajar. Lugar donde hoy descansan sus restos mortales.
Cuando Carlos comienza a tomar contacto con los vecinos y vecinas de la villa es cuando empiezo a tener mayor contacto con él. Yo seguía con mi trabajo en la Bolsa de Cereales y todos los días me iba desde mi oficina que estaba ubicada en la calle Lavalle, frente a la seccional 1 de la Policía Federal. Me sacaba el traje, me ponía una remera y un pantalón de jean y me iba para Retiro. Y así empezó a ser mi vida. Repartida entre estos dos mundos tan distintos entre sí.
Al principio no fue fácil porque algún vecino de la villa siempre me recordaba, y con razón, que yo venía del asfalto. Aunque después, si por alguna razón no podía ir me reclamaban el no estar. Recuerdo que se trabajaba mucho en comunidad, palabra que no gustaba en algunos sectores en aquel tiempo. Allí, todos vivían para todos, estaban pendientes del vecino. Era un mundo hermoso. Si se incendiaba una casa, alguien se enfermaba o faltaba para comer todos colaboraban y ayudaban.
APU: En cuanto a Montoneros. Se puede decir que la agrupación se gestó en un viaje que hizo Carlos con un grupo de estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires.
RC: Carlos tenía conclusiones muy especiales en cuanto a la injusticia y la explotación. Y esas ideas se hicieron más carne en él después de haber estado en el chaco santafesino con los campesinos que vivían en condiciones más que miserables. Aquella vez, un hachero le llegó a decir que se sentían la alpargata del patrón. Entonces, junto a un grupo de estudiantes que acompañaba como asesor del Colegio Nacional Buenos Aires, comenzaron a organizarlos.
De esa experiencia participaron Mario Firmenich, Juan Manuel Abal Medina y unos cuantos más. En ese momento se empieza a pensar la idea de la lucha armada que en un principio hay que decir que Carlos apoyó. Aunque siempre decía que estaba dispuesto a morir pero no a matar. Entonces sí, se puede decir que en ese viaje nace la Organización Montoneros.
APU: ¿Cómo fue la relación posterior de Carlos Mugica con Montoneros?
RC: La muerte de José Ignacio Rucci, por entonces Secretario General de la CGT (Confederación General del Trabajo) fue un golpe muy duro para Carlos. Y no lo pudo perdonar. Además, fue un gravísimo error de la organización porque Perón ya había regresado a nuestro país. Así que no tenía ningún sentido el crimen.
Mugica era muy consultado por los miembros de Montoneros. Como también lo era el compañero sacerdote Alberto Carbone quien estuvo detenido un tiempo por encontrársele en su poder la máquina de escribir de Norma Arrostito.
Te digo más, en el momento del velatorio de Carlos en la villa 31 se le acerca alguien a Alberto Carbone y le pide que lo acompañe a una reunión clandestina con Mario Firmenich quien le dijo que Montoneros no tuvo nada que ver con su muerte. El Pepe lo quiso aclarar porque López Rega le estaba tirando el cadáver a Montoneros. Y yo puedo dar fe de eso porque soy el único testigo que vio a Rodolfo Almirón en el lugar del hecho.
APU: Carlos Mugica sin duda es un emergente también de la Teología de la Liberación, clave para el nacimiento de los Curas para el Tercer Mundo...
RC: Cuando aparece la Teología de la Liberación, luego del Concilio Vaticano II y a la luz del Manifiesto de los 18 Obispos encabezados por Helder Cámara, en Argentina va a nacer el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Carlos en ese momento estaba en París como conté antes y cuando se enteró, mandó una adhesión desde la capital francesa. Ya de regreso se sumó activamente al equipo y si bien él era uno más, su gran carisma lo llevó a convertirse enseguida en referente de este grupo de curas. Hablaba y seducía a todos los que lo escuchaban. Enfrentando a quien tenía que enfrentar. La igualdad, la justicia y la inclusión eran el ABC de Carlos Mugica y eso no debemos olvidarlo.
APU: Hay un libro que para muchos no está claro si pertenece realmente al Padre Mugica y es Peronismo y Cristianismo de editorial Merlín. ¿Qué nos puede decir al respecto?
RC: El libro Peronismo y Cristianismo (1973) es una recopilación de textos y artículos de Carlos que el mismo autorizó a que se publicara y que escribió en distintos momentos. El problema era que por el contenido del libro, Mugica corría el gran riesgo de que lo echaran de la Iglesia que era a lo que más le temía. Por eso, y por mucho tiempo, se dijo que ese texto era apócrifo.
APU: Otro momento clave de la vida de Carlos sin duda es la aceptación al cargo ad honorem de asesor en Bienestar Social.
RC: Con respecto a Bienestar Social, Perón quería que Carlos fuera ministro de esa área y aunque José López Rega no quería saber nada con esa designación finalmente fue designado asesor ad honorem de esa cartera. Recuerdo que le dije a Mugica que era una buena oportunidad para poder conseguir cosas de primera mano para la gente de la villa y más presencia estatal. Finalmente aceptó aunque en realidad él no iba mucho al Ministerio. En cambio yo y la compañera María del Carmen Artero, que actualmente se encuentra desaparecida, sí.
Al poco tiempo conocí a Jorge Conti, un periodista que había ganado notoriedad porque dio a conocer la noticia de Ramón Negrete el primer ganador del Prode y que reemplazó en la jefatura de prensa de Bienestar Social a Juan Carlos Rousselot.
Hoy Conti está detenido, creo que en Marcos Paz, y es el marido además de Norma López Rega, la hija del Brujo y viuda de Raúl Lastiri quien fue presidente interino cuando renunció Héctor Cámpora en 1973. Norma López me hizo un juicio que después quedó en la nada porque yo sostenía que la Triple A había asesinado a Carlos. Y ella decía lo contrario. Que los autores habían sido los Montoneros.
APU: ¿Cómo vivieron con Carlos la decisión de renunciar al cargo en esa histórica asamblea con los compañeros de la Villa 31?
RC: Lo que sucedió es que jamás se les pudo solucionar nada a nadie. Porque sencillamente no nos daban bola y ese es el motivo fundamental de la renuncia de Carlos a Bienestar Social. López Rega, por su parte, lo denunció falazmente como que había robado el dinero que le habían dado. También es verdad que fuimos muy criticados por haber aceptado el cargo. El Pepe Firmenich por ejemplo, nos cuestionaba el ir a trabajar con el enemigo pero nosotros solo queríamos conseguir recursos para la gente que más lo necesitaba. No lo logramos es cierto, pero al menos lo intentamos. Así que un poco la salida de Carlos fue también su sentencia de muerte.
APU: ¿Es verdad que en Bienestar Social usted se cruzaba con Rodolfo Almirón quien será el autor material del crimen de Carlos?
RC: Sí. Estando en el Ministerio me empecé a cruzar con gente que portaba armas, y en un principio pensaba que era la custodia de López Rega porque nadie sabía al principio de la existencia de la Triple A. Esta organización recién va a perpetrar el primer atentado al ponerle una bomba al senador radical Solari Yrigoyen y después el atentado a Carlos que nunca se lo adjudicaron.
Efectivamente, allí conozco a Rodolfo Almirón, Juan Ramón Morales, Miguel Ángel Rovira y Salvador Paino que entraban y salían todo el tiempo de Bienestar Social.
APU: ¿Cómo fueron los días previos a la muerte de Carlos?
RC: Previamente, le habían puesto una bomba en la entrada de servicio del edificio de Gelly y Obes por donde Carlos entraba cuando iba a ver a su familia. Él tenía miedo aunque le costaba decírmelo. Por eso nosotros, ante las reiteradas amenazas, habíamos ido a la Nunciatura, que está ubicada en la calle Suipacha de la ciudad de Buenos Aires, para poner en aviso a la jerarquía. Y porque Carlos además, quería saber qué protección le estaba dando la Iglesia. Allí, un arzobispo le dijo que se quedara tranquilo. Que lo iban a proteger y que iban a rezar por él. A los pocos días, lo mataban. Ese hombre que le dijo esas palabras era Pio Laghi. El sacerdote que jugaba al tenis con el a,lmirante Eduardo Massera. A los pocos días fue designado Nuncio apostólico.
APU: Y llegó el 11 de mayo de 1974 y el ataque que sufrieron a la salida de la Iglesia de San Francisco Solano.
RC: La noche del 11 de mayo fue muy lluviosa. Yo lo fui a buscar a San Francisco Solano porque luego de la misa teníamos un asado en la Villa 31. Durante la ceremonia pude ver a dos personas sentadas en los bancos de atrás. Y me doy cuenta que una de ellas era Rodolfo Almirón. Reitero que no se sabía todavía de la existencia de la Triple A. Por lo cual, inocentemente no le di demasiada importancia a su presencia. Finalizada la ceremonia religiosa salimos con Carlos por la sacristía hacia la calle para ir a la comida en Retiro. Me adelanto para ir en busca de mi auto, un Fiat 600, y a los pocos minutos escucho detrás mío que Carlos grita ¡¡Hijo de puta!!! Y acto seguido, siento varios disparos. Me doy vuelta y de la vereda de enfrente me tiran a mí y una bala me pega a la altura del pulmón izquierdo. Cuatro tiros recibí en total en la misma zona. Caigo al suelo y lo veo a Carlos que se iba deslizando contra la pared quedando sentado en la vereda. Y junto a él parado Rodolfo Almirón con una ametralladora en la mano envuelta en un nylon. A partir de ese hecho, no tuve la menor duda que una larga noche negra se avecinaba en nuestro país.
Nos trasladaron al Hospital Salaberry en un Citroën 2 CV junto a Marie del Carmen Artero y al padre Jorge Vernazza. Yo iba adelante y me salía borbotones de sangre mientras sacaba un pañuelo blanco por la ventanilla del auto.
Ya internados, entró un médico amigo mío al hospital, que no se dio a conocer, y le preguntó al doctor de guardia cual era mi estado de salud. A lo cual, este le dijo que no tenía nada. Que mis heridas iban a cicatrizar solas. Entonces nos dimos cuenta que me estaban dejando morir. En seguida, este médico de mi confianza hizo todos los trámites para que me llevaran al Hospital Rawson por intermedio del doctor Fernández Valoni, toda una eminencia. Y allí me hicieron 14 operaciones en dos días.
APU: ¿Mugica siempre estuvo consciente?
RC: Estábamos con Carlos en dos camillas una a la par de la otra. Y en un momento escucho que me dice: “Fuerza Ricardo que de ésta salimos”. Cuando llega el momento de entrar al quirófano Mugica pide que primero me operen a mí, porque me tenían que salvar. Eso es dar la vida por el otro. Eso es Carlos Mugica, la vida siempre por el otro. Algo que no puedo olvidar jamás y que debería ser un ejemplo para todos.
APU: La última. A 46 años de su martirio. ¿Qué siente que dejó Mugica como legado y ejemplo?
RC: Carlos ha dejado una estela muy grande y profunda en nosotros que lo conocimos de cerca y bien. Y en la vida de todos los argentinos y argentinas. Incluso en la propia Iglesia. Enseñó que la verdadera forma de ayudar al otro es seguir a Cristo. Por otro lado, él no quería morir. Porque los idealistas quieren vivir para seguir luchando por su ideal. Él siempre decía que el que no es idealista es un cadáver viviente. Yo no sé lo que es ser católico pero lo que sí sé es que Carlos era cristiano. Él nos decía siempre que Cristo fue el primer gran revolucionario en la historia de la humanidad.