Venezuela ¿sociedad violenta?
Por José Cornejo I 14 de abril de 2013, gana las presidenciales venezolanas Nicolás Maduro. El candidato opositor Henrique Capriles llama a desconocer las elecciones, sectores descontentos salen a la calle y las manifestaciones terminan con diez muertos, 9 de ellos de comprobada filiación chavista. Mediados de febrero de 2014, estudiantes de clase media alta salen a protestar contra el gobierno. Las refriegas con la policía, chavistas y motoqueros de filiación desconocida terminan con seis muertos, al menos hasta ahora. ¿Es Venezuela una sociedad violenta?
Todo depende qué variables se tomen para medir las respuestas. Si la comparación se hace con el Caracazo, aquel estallido social del 27 y 28 de febrero de 1989, el aprendizaje es notable. En aquella ocasión, las víctimas fatales fueron entre 300 (versión oficial del entonces presidente Carlos Andrés Pérez) a 3.500 (datos extraoficiales).
Aquella masacre selló la historia política venezolana y desde entonces se fue configurando un escenario público en que casi cualquier conflicto se resuelve por la vía armada. En este sentido, Venezuela se encuentra entre las sociedades más violentas del planeta. Esta conclusión se deduce de las estadísticas sobre homicidios, relevamiento fidedigno en tanto no resulta sencillo ocultar los cuerpos de las víctimas.
Si bien el portal oficial venezolano no publica datos más que sobre el año 2003, el propio
partido gobernante reconoce la magnitud y la escalada de la problemática.
Admitiendo estos considerandos, el diario inglés The Guardian construyó un ranking que posiciona a Venezuela como el quinto país más violento del planeta. Y lo más sorprendente es que esta escalada se da en el marco de un gobierno que avanzó fuertemente contra las iniquidades sociales. Desde que Hugo Chávez ganó las elecciones por primera vez en 1998 la tasa de homicidios se duplicó.
Elaboración propia según datos provistos por el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos
La posición oficial ha pasado desde la negación hasta una torpe xenofobia. Pues aunque fuera cierto que “narcotraficantes y paramilitares colombianos” hubieran permeado masivamente la sociedad venezolana, hay una marcada incompetencia del Estado para controlarlos. El periódico de origen francés Le Monde Diplomatique trabajó otras causas de estos índices. Detrás de las inequidades heredades o las conquistas alcanzadas, el chavismo adeuda una profunda reforma en las fuerzas de seguridad: “A menudo, cuando se desarticula una banda –explica Miguel Ángel Pérez, vicepresidente del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)–, se descubre en su seno a uno o a varios miembros de las fuerzas de seguridad”. Bolivariana o no, es la misma policía que reprimió en aquel 1989 caliente.
La inseguridad amenaza a los sectores bajos, asusta a los medios y alimenta a los medios de comunicación opositores. Sin desconocer el doble discurso opositor, el gobierno de Nicolás Maduro debería hacer reformas de fondo para recortar el uso y abuso de armas de fuego (sobre todo de su policía). Y en el corto plazo, buscar mecanismos para proteger las manifestaciones, aún las opositoras. Que de eso va también va un gobierno democrático popular.