La OEA aprobó por aclamación declaración sobre Malvinas
En la Declaración aprobada hoy en la ciudad de Asunción, los países americanos reafirmaron “la necesidad de que los Gobiernos de la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte reanuden, cuanto antes, las negociaciones sobre la disputa de soberanía, con el objeto de encontrar una solución pacífica a esta prolongada controversia.”
En su intervención ante el plenario del Organismo, el canciller Héctor Timerman dijo que “la Argentina, como la gran mayoría de los países que integran esta Asamblea, sostiene la firme convicción de que la construcción de un orden internacional en el cual todas las naciones, absolutamente todas, tengan la posibilidad de hacer valer sus derechos exige que las resoluciones que se adoptan en este tipo de organizaciones sean efectivamente cumplidas. Es decir que no solamente está en juego la solución de la disputa en sí misma, sino también el concepto de que debe prevalecer el principio negociador y la noción de que no existen países en condiciones de desconocer sistemáticamente las resoluciones que se producen en este tipo de organizaciones.”
Al referirse a la ilegal exploración de los recursos naturales del mar argentino, el Canciller subrayó que “dicha explotación inconsulta y arbitraria también es contraria al derecho internacional, pues contraviene una resolución previa de la ONU que insta a las Partes a abstenerse de tomar medidas unilaterales susceptibles de agravar el conflicto.”
Por último, Timerman reafirmó “la voluntad del Gobierno argentino de continuar explorando todas las vías posibles para lograr la solución pacifica de la controversia, teniendo presente los intereses y respetando el modo de vida de los habitantes de las Islas Malvinas.”
En el marco de la presentación del Canciller ante la Asamblea de la OEA, la delegación argentina distribuyó entre todas los países miembro un libro de reciente edición que contiene toda la documentación sobre la Cuestión Malvinas aprobada por la ONU, la OEA y otros foros internacionales y regionales, como una muestra del importante apoyo internacional que tiene la causa argentina.
Intervención del Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Héctor Timerman, ante la 44 Asamblea General Ordinaria de la OEA
Sr. Presidente, Sres. Jefes de Delegación, Sr. Secretario General:
En 1948, en la primera reunión de este foro, mi antecesor, el canciller Juan Bramuglia, pidió el apoyo continental a la Causa Malvinas. Bramuglia habló de la lealtad y solidaridad de los países latinoamericanos. También habló de la necesidad de imponer el derecho sobre la fuerza. Lo que hoy es la OEA fue el primer foro internacional en expresar solidaridad con la Argentina por el ultraje colonialista del que fuimos y somos víctimas.
Con la misma emoción, con la misma convicción y con la misma esperanza con las que leyó sus palabras aquel canciller argentino hace más de 60 años hoy lo hago yo en nombre del pueblo argentino frente a ustedes, dignos herederos de la lealtad y solidaridad de las causas nobles que enaltecen la historia de nuestra tierra soberana.
Una vez más, un canciller argentino viene a esta Organización de Estados Americanos a reafirmar los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Una vez más, vengo a denunciar la existencia de un anacronismo colonial en pleno siglo XXI y a exhortar al Reino Unido a que cumpla con la obligación de negociar que le impone el derecho internacional y las 40 resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas.
Señor Presidente, queridos delegados:
En estos años he desarrollado ante este auditorio las distintas razones que sustentan la posición argentina. Me he referido entre otros temas a la invasión de 1833 perpetuada por la Armada Real a un territorio de un país amigo, a la expulsión de los habitantes de las islas, la implantación de súbditos británicos décadas más tarde y las permanentes protestas de nuestros delegados desde el primer día de la ocupación.
Hoy, permítanme concentrarme en el objeto de la resolución que estamos considerando, que se enmarca en la búsqueda de un orden internacional más justo en el que impere el derecho internacional y las controversias sean resueltas por medios pacíficos. Me refiero a un orden en el que las aspiraciones y las decisiones de los países medianos y pequeños no caigan en saco roto, especialmente cuando nuestras pretensiones se encarnan en los principios esenciales del Derecho Internacional Público.
Es que señores, los invito a releer la Resolución y constatar la sencilla y justa proposición que ella consagra al reafirmar, y cito "la necesidad de que los Gobiernos de la República Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte reanuden, cuanto antes, las negociaciones sobre la disputa de soberanía, con el objeto de encontrar una solución pacífica a esta prolongada controversia."
Lo que el continente pide, año tras año, es la reiniciación de la negociación entre las dos partes, ello en sintonía con la posición adoptada por la Organización de las Naciones Unidas, pues la solución pacífica de las controversias es el corazón mismo del sistema jurídico de la Comunidad de las Naciones.
La carnicería iniciada hace un siglo en las trincheras europeas, el fracaso posterior de la Liga de las Naciones y la barbarie de la Segunda Guerra Mundial nos enseñaron que no es la fuerza el argumento para la solución de las disputas, sino la diplomacia, así, es imprescindible que el Reino Unido se vuelva a sentar en la mesa del diálogo. No obstante ello, el abrumador respaldo al llamado a negociar es desoído sistemáticamente en atención a la asimetría de poder entre las dos partes de la disputa.
La Argentina, como la gran mayoría de los países que integran esta Asamblea, sostiene la firme convicción de que la construcción de un orden internacional en el cual todas las naciones, absolutamente todas, tengan la posibilidad de hacer valer sus derechos exige que las resoluciones que se adoptan en este tipo de organizaciones sean efectivamente cumplidas.
Es decir que no solamente está en juego la solución de la disputa en sí misma, sino también el concepto de que debe prevalecer el principio negociador y la noción de que no existen países en condiciones de desconocer sistemáticamente las resoluciones que se producen en este tipo de organizaciones.
Hace décadas que Argentina es consecuente en la reiteración del reclamo porque cree que no hay otro mecanismo para arribar pacíficamente a una solución justa. ¿Qué otra posibilidad tenemos las naciones que confiamos en la justicia y el derecho internacional como los únicos instrumentos idóneos para dirimir las controversias entre los países?
Tengan por seguro que nuestra afirmación acerca de la falta de vigencia de un orden internacional igualitario no hace referencia únicamente a la cuestión de las Islas Malvinas.
Hay numerosas situaciones por las que atraviesan nuestros países, principalmente los más débiles, que requieren del cumplimiento de las resoluciones que aprueban por amplia mayoría los órganos resolutivos de organismos internacionales como la ONU o la OEA. En algunos casos, está en juego su propia supervivencia.
Por ello, así como agradecemos permanentemente el apoyo y la solidaridad de la Región en nuestro reclamo, también la Argentina se manifiesta profundamente solidaria con las causas de los países hermanos de América que son ignorados cuando plantean sus cuestiones en un escenario internacional que pareciera tener tiempo y espacio solamente para la implementación de acciones que afectan a los países más poderosos.
Sr. Presidente:
Permítanme ahora hacer referencia a la excusa que el Reino Unido plantea para justificar su actitud de indiferencia ante los dictados de la comunidad internacional, es decir la invocación al principio de autodeterminación pese a que la misma ya ha sido desechada para la Cuestión Malvinas por la misma comunidad de naciones que insta a las negociaciones.
Cuando el 3 de enero de 1833 Gran Bretaña ocupó militarmente las Islas Malvinas, esta acción se inscribió en una práctica habitual en el proceso de expansión del Imperio Británico, consistente en el control de los pasos interoceánicos en un contexto de acceso forzado a cañonazos de los productos manufacturados en la metrópolis dirigidos a rincones del globo a los que se les imponía una participación en el comercio internacional limitada a la provisión de insumos primarios.
Recuerden que desde las Islas Malvinas el imperio británico controló el único paso natural entre el Océano Atlántico y el Pacífico. Para mantener la ocupación de las islas australes suplantó a la población que había desalojado por una población trasplantada de origen británico y desde entonces mantiene el sistema de control inmigratorio más cerrado del mundo.
Señor Presidente:
Recuerde que los habitantes de las islas tienen derecho a adquirir tierras en forma ilimitada en la Argentina continental, a la educación gratuita incluyendo el nivel universitario, a la salud sin costo alguno, tienen derecho a votar y a ser elegidos. En contrapartida, los nacidos del lado de la costa patagónica y los demás argentinos continentales no pueden ir a vivir libremente a las Malvinas, a comprar un terreno, una casa, menos que menos acceder a servicios gratuitos.
Ahora bien, lo que la Argentina no debe, ni puede por razones legales domésticas, es permitir la expoliación de los recursos naturales del mar argentino. Ello sin olvidar que dicha explotación inconsulta y arbitraria también es contraria al derecho internacional, pues contraviene una resolución previa de la ONU que insta a las Partes a abstenerse de tomar medidas unilaterales susceptibles de agravar el conflicto.
Quienes fundamos las Naciones Unidas lo hicimos con el convencimiento de que el argumento de ser el más fuerte para rehusar el diálogo era el camino a más guerras, más muertes, más injusticias. La negativa del Reino Unido a cumplir con su obligación de negociar pacíficamente con la Argentina es la antítesis de la idea fundacional de las Naciones Unidas. Es contraria a la paz, es ofensiva a quienes dieron la vida por un mundo justo donde los argumentos son el derecho internacional y no el tamaño de sus arsenales o su poderío económico.
Señores:
Como expresé el año pasado en atención al referéndum en el que 1500 súbditos del Reino Unido manifestaron su voluntad de seguir siendo británicos, la Argentina no tiene problemas con su nacionalidad, sino con el hecho de que habitan territorio argentino ocupado contra el Derecho Internacional y que las Naciones Unidas expresamente rechazaron aplicar a la cuestión el principio de autodeterminación, evitando de esta manera asimilar población implantada por la potencia ocupante a un Pueblo sujeto a colonización. Aplicar el principio de libre determinación significaría promover el quiebre de la integridad territorial de la Argentina y convalidar una ocupación por la fuerza.
Repito entonces, la Cuestión Malvinas es una disputa de soberanía entre el Reino Unido y la Argentina, por lo tanto, su solución pasa por una mesa de diálogo entre las dos partes cuyo eje es precisamente el objeto del diferendo. No es casual ni mucho menos irrelevante que la Resolución que hoy consideramos se centre en este aspecto.
Señor Presidente:
Quiero también pedir a los distinguidos delegados evitar licuar el justo reclamo al diálogo intentando incorporar nuevos elementos a la Resolución. Digo esto porque la Argentina, al igual que el Reino Unido, tiene muchos otros temas vinculados a estas islas y mares australes, pero ninguno de ellos debe hacernos perder de vista la naturaleza de la controversia.
No venimos a pedir que se incluya en la Resolución la condena a la militarización de las islas, ni la explotación unilateral de sus recursos pesqueros o hidrocarburíferos, tampoco siquiera venimos a denunciar un sistema que impide a los argentinos continentales residir o adquirir propiedades en las islas usurpadas. Venimos, solamente, a sumar a nuestra voz la de todos ustedes, con un simple reclamo, ya es tiempo de que la Argentina y el Reino Unido se vuelvan a juntar para hablar respecto a la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.
La simplicidad del reclamo pone en dramática evidencia que el Reino Unido, Miembro Permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, se opone al diálogo. Oponerse al diálogo es oponerse a la paz. Oponerse al diálogo es negar al otro el derecho a expresar en forma pacífica su posición sobre un conflicto. ¿Cómo puede un país negarse a cumplir una decisión que fue expresada 40 veces en las Naciones Unidas? ¿Qué derecho tiene el Reino Unido a exigir a otro país que se atenga a las resoluciones de las Naciones Unidas cuando es ella quien no las cumple? Acaso, debemos conformarnos con esa maravillosa descripción de un autor inglés que dijo que todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros.
Señor Presidente:
Mis palabras iniciales sobre la historia y vocación democrática de la OEA no pueden dejar de incluir una especial mención a la generosidad con la que nuestro hemisferio se brinda al resto del globo. Este querido organismo regional de 35 Estados Parte, el más antiguo de todos, abre sus puertas a 69 países observadores y a la Unión Europea, sí, la mismísima Unión Europea, cuyas máximas autoridades se han negado a responder cuando el tema a hablar es la Cuestión Malvinas, reproduciendo de esta manera la actitud británica de rehusar la negociación como único camino posible para la solución de las controversias.
Hago votos para que algún día la actitud abierta y transparente de la OEA sea retribuida con la misma moneda para con las naciones americanas. Que gran lección de tolerancia y de apertura es permitir no sólo observar nuestros debates sino también otorgar el derecho a expresarse libremente. ¿Acaso alguno de quienes están aquí sentados es observador en la Unión Europea? ¿Acaso alguno ha sido invitado a expresarse en sus asambleas?
Señor Presidente:
Toda la documentación sobre la Cuestión Malvinas aprobada por la OEA, la ONU y otros foros, se encuentra compilada en el libro delante de ustedes.
Como verán allí, la Argentina no está sola en su reclamo. Multiplicidad de foros alzaron su voz en apoyo a la Argentina con la aprobación unánime de sus miembros. Así ha sido el caso de la OEA, como primera organización hemisférica en apoyar a mi país. También es el caso de la CELAC, UNASUR y Mercosur, que han asumido como una causa propia el respaldo a los legítimos derechos de la Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Estos últimos dos foros han adoptado, además, medidas concretas para contrarrestar la exploración y explotación ilegal de recursos naturales que pertenecen a la Argentina.
Mi país recibió también el invalorable apoyo a sus derechos de las naciones africanas en la histórica Cumbre América del Sur - África de Malabo, de febrero de 2013, y el de las naciones árabes, en ocasión de la Cumbre América del Sur - Países Árabes de 2012 en Lima, llamando al Reino Unido a reiniciar las negociaciones de soberanía.
Sr. Presidente:
La democracia argentina ha asumido este reclamo histórico como una Política de Estado, habiendo incluido en la Constitución de la Nación Argentina el mandato de recuperar el ejercicio efectivo de soberanía sobre los territorios ilegítimamente ocupados mediante los medios pacíficos previstos en la Carta de las Naciones Unidas.
Tuvimos y tendremos paciencia, las disposiciones de la Organización de los Estados Americanos y de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Cuestión de las Islas Malvinas siguen esperando su puesta en práctica efectiva por parte del Reino Unido desde hace décadas. Insisto en que los países que creemos en la justicia y el derecho internacional como único mecanismo para dirimir conflictos, necesitamos que estas disposiciones se conviertan en acciones.
Esperamos que prontamente llegue el día en el que no necesitemos plantear en este organismo el apoyo a la recuperación del diálogo bilateral con el Reino Unido por Malvinas, porque en cumplimiento de sus disposiciones, el mismo ya esté fructíferamente encaminado.
Una vez más, reafirmo aquí, la voluntad del Gobierno argentino de continuar explorando todas las vías posibles para lograr la solución pacifica de la controversia, teniendo presente los intereses y respetando el modo de vida de los habitantes de las Islas Malvinas.
Señores delegados:
En síntesis, hago hoy un llamado a no perder de vista el objeto de la Resolución sobre la Cuestión Malvinas. Hoy, en este foro, no se trata de tomar partido por la Argentina o el Reino Unido.
Nada más y nada menos, se trata de apoyar la esencia misma del Derecho Internacional favorable a la solución pacífica de las controversias. Tal como le expresé al Canciller del Reino Unido, en la mesa de negociaciones estarán todos los temas, sin exclusiones. Para sentarse a esa mesa no debe haber ninguna imposición salvo la voluntad de cumplir con la decisión de las Naciones Unidas que obliga a dos países a negociar en forma pacífica el fin de una cuestión de colonialismo.
Como dije en el pasado, la Argentina espera en la mesa del diálogo. Como dije apenas ayer en el almuerzo de cancilleres, es preciso concluir los espacios de intercambio de opiniones con una nota positiva. La relación bilateral entre la Argentina y el Reino Unido está marcada por lazos históricos y los puntos de cooperación, trabajo conjunto y coincidencias son abrumadoramente mayoritarios.
Sin ir más lejos, permítanme saludar aquí entre ustedes, al centenar de parlamentarios británicos que espontáneamente expresaron esta semana su respaldo incondicional a la Argentina en su lucha contra los fondos buitre en los tribunales estadounidenses.
Estoy convencido de que si le damos una oportunidad al diálogo también en la Cuestión Malvinas habremos dado un paso gigante hacia la solución de este diferendo que empaña nuestra relación.
Estimados cancilleres, queridos hermanos, así como fueron solidarios en 1948, con la misma humildad que mi antecesor Bramuglia, les pido solidaridad y lealtad apoyando una resolución que es el reflejo de una causa justa.
Muchas gracias.