El equipo de Pachorra
Por Ulises Castaño
El análisis mas difundido antes del partido entre Argentina y Bélgica por los cuartos de final decía que por fin un equipo iba a “salir a jugarle” a los de Sabella, abonando la teoría de que así los argentinos encontrarían mas campo para desplegar todo su juego. Supuestamente, hasta los propios argentinos esperábamos un partido así, luego de cuatro muy cerrados.
A Argentina le bastaron solo ocho minutos para convertir el primero. Después del gol, con un marcador adverso, la expectativa volvía a renovarse casi por defecto: Bélgica saldría si o si. Sin embargo, se fue el primer tiempo, el segundo, los 90 minutos, y Bélgica jamás se ajusto al guión vaticinado. Finalmente, después de 24 años Argentina vuelve a estar entre los 4 primeros de un mundial.
La buena noticia que nos dejó el encuentro, mas allá del triunfo y la clasificación a semis desde luego, fue la esperada vuelta al gol de Higuaín, y su buen rendimiento general. Entre las malas, la lesión de Di María, pieza fundamental en el equipo, quien se perderá el resto de la competencia por un desgarro.
Por cuatro razones, tal vez este haya sido, mas que ningún otro, el partido de Sabella. En principio porque cuesta entender la apatía Belga, el planteo -si es que hubo-la intrascendencia manifiesta de jugadores clave como Hazzard y Felaini, de Mertens y Lukaku cuando entraron, las dudas de Kompany en el fondo, a no ser porque, como dijo el técnico argentino en conferencia de prensa, desde su óptica “el equipo hizo un buen partido desde lo táctico y estratégico”.
Luego, porque después de un gol tempranero y la poca exigencia del adversario, a Argentina parecían esperarle solo goles y mas goles. No obstante, y a pesar de tener ocasiones, no pareció salir a buscarlo con todo su poder de fuego. Se dio un partido a pedir de Sabella, quien lo encaró con un planteo tántrico si se me permite la expresión.
También, porque así lo evidenciaron los cambios, tanto los propuestos desde el inicio, sobre todo el ingreso de Biglia por Gago, como los efectuados durante los 90 minutos: Enzo Pérez en reemplazo de Di María por lesión por ejemplo.
Y por último, por esa extraña sensación que recorrió todo el encuentro: mas allá de la exigua diferencia, nunca pareció peligrar la clasificación, ni sufrimos como frente a Suiza.
Pero ninguna de estas razones debieran resultar sorpresivas. Tras el sincericidio de Neymar, quien profetizó el propio bochorno brasileño, la del dt argentino fue otra de la voces que se pronunció acerca de la supremacía actual del resultado sobre la forma. Después de ver el partido frente a Bélgica, queda claro que antes que una critica (bastante tardía por cierto) al sistema-mundo actual, el comentario parece la explicitación velada e inconsciente no solo del próximo paso, sino de un debate que pocos asumirán si el 13 de julio nos encuentra con la Copa en casa. ¿Nace el Sabellismo?