Las batallas electorales de octubre
Por Aixa Ratta y Camila Matrero*
Las disputas comparten la característica de dirimir la continuación de los gobiernos progresistas –Rousseff, Vázquez y Morales - o la restauración conservadora, que presentan los candidatos de la oposición, (Marina Silva, Luis Lacalle Pou, y Samuel Doria Medina o Jorge Quiroga) al encolumnarse bajo un discurso liberal, dónde se combinan los planteamientos de apertura y aceptación del mercado con la necesidad de achicar la esfera de acción del Estado.
Una estrategia común de estos intentos de restauración liberal, es la de presentarse como la nueva política. Probablemente el caso de Marina Silva sea el más gráfico, pero esta simulación de pretender ser lo nuevo también atañe a partidos tradicionales como el P. Nacional uruguayo y los P. Unidad Democrática y Democracia Cristiana en Bolivia; de carácter conservador.
Quizás, el hecho de que el Partido de los Trabajadores (PT) como el Frente Amplio (FA) y el Movimiento Al Socialismo (MAS), sean desde hace dos o tres mandatos los partidos de gobierno, genera espacio para las estrategias de desgaste opositor. Ahora bien, decir que estos partidos representan la vieja política es falso. El PT, MAS y FA afloraron con fuerza en la contienda política con la crisis de representatividad ciudadana originada por el estallido neoliberal. Se conformaron como alianzas de sectores subalternos que comenzaron a cuestionar el status quo excluyente. Para canalizar las demandas de los diferentes sectores sociales, conformaron nuevos agrupamientos políticos e identidades, con capacidad de disputar a las élites, la conducción de sus respectivos Estados. En este proceso, se observan los matices de esta nueva generación de gobiernos populares para transformar las bases de la sociedad neoliberal.
Las transformaciones estructurales necesitan que el nuevo bloque histórico sea política y económicamente hegemónico, sin demasiadas contradicciones internas: así, la fusión de las fuerzas aliadas debe desenvolverse orgánicamente. Ahora bien, Evo asume en representación de masas de excluidos que están comenzando a resolver la herencia de 500 años de colonialismo. Entonces, la cohesión interna que implica la categoría Originario, le permite socavar la estructura arcaica que imperó hasta 2006. De distinto modo, las fuerzas del PT y del FA, son los que opusieron resistencia a las dictaduras; es decir, son los sujetos políticos que en el período neoliberal peleaban desde un piso de derechos pre-adquiridos para no perder estas conquistas.
Los movimientos que se aglutinaron en el MAS demandaban un asalto al palacio de invierno para refundar el régimen excluyente. Esta posibilidad la ofrece una sociedad civil gelatinosa. Porque pese a la tradición de lucha de la Central Obrera Boliviana y la movilización de masas de la revolución de 1952, estos actores, no lograban canalizar sus demandas institucionalmente. Además, las élites detentaban su hegemonía económico/política desde una lógica de enclave al conformarse como una oligarquía extractivista (de gas y estaño) que incluso vivía en el exterior, y hasta en algunos casos no dominaban el castellano.
Estas características no se presentan en Uruguay y Brasil, dónde la conformación del FA y el PT es en 1971 y 1979. En Uruguay surge de la lucha revolucionaria en los 70 y el PT se forma en la resistencia a la dictadura. En ambos países el ascenso al poder es más lento. El PT y el FA debieron generar alianzas para aglutinar caudal electoral. Además de las contradicciones internas, ambos partidos asumieron la responsabilidad de conducir cambios al interior de una estructura económica más sólida y con actores locales de fuste.
En Uruguay hay una burguesía agraria cohesionada, y en Brasil, la burguesía agraria de Minas Gerais convive con la burguesía industrial paulista. En estos países el Estado representa sólo una trinchera avanzada de la fortaleza de la sociedad civil, la cual es robusta y estructurada. Así, para construir un proyecto hegemónico es fundamental la cohesión social e ideológica. En este contexto, las posibilidades de transformación estructural de estas sociedades se dificulta, o no se pueden dar con la celeridad del caso boliviano, donde se inició un proceso constituyente y se recuperó el control de los recursos naturales. Hoy, el Estado Plurinacional de Bolivia detenta la dirección de su proceso de acumulación y posee una de las tasas de crecimiento más importante de la región (5%), mientras que la economía uruguaya y brasilera están en un proceso de desaceleración (3%, 0.7%). Escenario que da lugar a la especulación de los sectores dominantes con la suba del dólar y la baja en las acciones de empresas públicas. Estas, son algunas claves para entender porque Evo tiene la victoria asegurada (estimada entre el 50%, y 60%) y Dilma y Tabaré deberán ganar en segunda vuelta para ratificarse.
* Integrantes del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)