Ovnis en la literatura argentina

Ovnis en la literatura argentina

11 Abril 2015

Por Luciana Sousa

La irrupción de ovnis en la literatura universal es un fenómeno que tiene referencias ineludibles a escala mundial con Robur el conquistador (1886) de Julio Verne, y, una década después, con La guerra de los mundos, de Herbert George Wells (1898).

Pero pocos conocen que, para entonces, en la pampa argentina, Eduardo Holmberg  ya había publicado Viaje maravilloso del señor Nic-Nac, que apareció en 1875 como folletín. La historia de Holmberg, autor fundamental y fundacional del relato fantástico, cuenta la historia de un empleado de museo que viaja a la llanura de Marte. Se trata de la odisea inaugural al planeta rojo en la narrativa universal. La obra, por estos pagos, no tuvo el éxito necesario para alentar una tradición, como sí lo logró por aquellos años un contemporáneo suyo, don José Hernández, con el Martín Fierro y su gauchesca.

En todo caso, el relato de Holmberg, reconocido admirador de Darwin, sentó un precedente  para generaciones literarias que, desde Caras y Caretas como publicación de referencia, se volcaron a la fantasía científica, seducidos por el éxito que estos fenómenos generaron en la literatura de masas. Fronteras entre el ensayo científico y la ficción, estos autores, entre los que destacan Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga, van a experimentar a través del lenguaje literario fenómenos vinculados al espiritismo y el ocultismo,  a sucesos extraordinarios, al sonambulismo y el hipnotismo pero ya no volverán a hacer explícita la existencia de extraterrestres.

No será hasta 1956, con la publicación de Invasión Marciana en Buenos Aires de Carlos Vall, que los habitantes de otros planetas volverán a protagonizar una obra literaria. El libro, por muchos desconocido, fue una de las últimas publicaciones de la colección “Misterio” de la Editorial Tor que originariamente se dedicó a la publicación de aventuras extraordinarias y, posteriormente, a la edición de novelas policiales, de suspenso y de espionaje, como se dijo antes, muy populares y de gran venta durante las primeras décadas del siglo XX, época de oro de la literatura popular.

El éxito que tuvo en Argentina la publicación de la saga Tarzán, de Edgar Rice Burroughs, obligó a la editorial a continuar publicando novelas sobre el rey de los monos. Esa sea quizás una explicación válida para entender por qué en el relato de Vall, ubicado temporalmente en la década del 50, los marcianos son una especie de gorilas blancos que atacan desde los polos de la Tierra, a los que se enfrenta una humanidad debilitada por el desastre de la Segunda Guerra Mundial. La novela se ocupa, además, de recuperar historias de familias argentinas que huyen de Buenos Aires hacia Posadas, capital de la resistencia argentina ante el ataque interplanetario. La poca difusión de esta obra y la escasa investigación sobre el tema impiden hacer un riguroso análisis sobre lo que representa este relato en el contexto histórico argentino: el bombardeo a la Plaza de Mayo y la posterior resistencia. En la historia de Vall, fechada en 1956, la humanidad vence.

Mientras tanto, a nivel mundial, y hasta bien entrados los 90, con la disolución del bloque soviético, el fenómeno extraterrestre estuvo muy presente en el imaginario popular. En el campo literario, se destacaron los relatos de Ray Bradbury: Crónicas Marcianas (1950), Las doradas manzanas al sol y Farenheit 451 (ambas de 1953). Unos años después, la poderosa industria cultural norteamericana desarrolló una gran cantidad de películas emblemáticas como la Guerra de las Galaxias (1977), Alien (1979) y Blade Runner (1982).

En tanto, en la Argentina, las historias de alienígenas y extraterrestres quedaron enmarcadas en el mundo del comic, de donde surgirá una de las obras más importantes del siglo, El eternauta. La tira, publicada originariamente entre 1957 y 1959, fue reescrita en 1969 por su autor, Héctor G. Oesterheld, quien creó un personaje mítico, Juan Salvo, héroe colectivo que organiza la resistencia porteña a la invasión conducida por el “Mano”, a través de cascarudos gigantes y hombres-robots.

La última dictadura cívico-militar, responsable de la desaparición de Oesterheld, desalentó la producción artística, y en particular, a la ficción que posteriormente a esta etapa desarrolló relatos con dobles, fantasmas y otros recursos del fantástico para sobreponerse a la experiencia hiperrealista de la desaparición de 30.000 argentinos.

Ya en el nuevo siglo, y de la mano de historias ubicadas en la Argentina contemporánea, reaparecieron los ovnis. La obra más significativa, publicada en 2001, es En esa época de Sergio Bizzio, ubicada temporalmente en 1876. Bizzio imagina el hallazgo de un ovni en medio de la excavación de una fosa para contener a los malones que acechan a las poblaciones blancas. Dentro del objeto metálico, los soldados del general Godoy encuentran a dos extraterrestres. Este encuentro reescribe el de los indios con los españoles: el otro, que viene de afuera, a colonizar e invadir el desierto, y que viene a dominar a los colonizadores.

Con un estilo hipercoloquial y mucho humor, Bizzio reconfigura la historia argentina al condimentar con ovnis la clásica rivalidad entre blancos e indios, estos últimos triunfantes en la ficción, en alianza con los extraterrestres. Y lo hace nada más y nada menos que en el 2001.

Pocos años después, dos libros publicados en el 2012 recuperan la temática interplanetaria. El primero es El loro que podía adivinar el futuro, una selección de cuentos de Luciano Lamberti, en la que el autor retoma el diálogo con la tradición cientificista al incurrir en el uso de fuerzas extraterrestres para explicar sucesos extraordinarios en un contexto de actualidad.  Por su parte, en Cielos de Córdoba, de Federico Falco, la afición a los ovnis compone el marco en el cual se desarrolla la infancia de Tino, el protagonista. Una historia sencilla y hermosa que circunscribe a los ovnis al nostálgico y triste lugar al que parecen condenados.