Crónicas tumberas: relatos carcelarios
Por Boris Katunaric
Agencia Paco Urondo: Venis del ámbito del teatro y más que nada dando talleres en distintas cárceles ¿Cómo nace la necesidad de escribir a partir de eso?
Carolina Iannuzzi: Empecé a dar talleres en 2008 y tenía el hábito e ir escribiendo aunque no tenía a nadie a quién presentárselo ya que no tenía que mandarle un informe a un jefe, eran impresiones mías. En un momento, un amigo me empezó a decir: “che, pero es lindo lo que escribís”. Sin embargo, se nota que es un libro escrito por una actriz, no lo digo para bajarle el precio a lo literario.
También es una sensación nueva el hecho del espectador ausente; al ser actriz tengo la reacción del público, veo si están riéndose, si se aburren, si están llorando, si la están pasando bárbaro o no tienen un poco de onda. Además, vos terminás de actuar y te dicen “qué bueno que estuvo” o lo que fuera. Por eso, para mí es muy raro que el público esté fuera de mi alcance.
Lo mismo dentro de mi oficio, porque mi alumno también está conmigo, voy viendo el proceso de esa persona, cómo va avanzando y siempre es ahí. Es muy rara esta distancia de que después alguien me escriba por el libro, no entiendo nada (risas)
APU: ¿Cómo fue el click para decidir publicar?
CI: Ian Debiase me dio un empujón lindo, él ya había editado y me guió bastante en esto de armar el libro. Después vino un editor amigo, Juan Alberto Crasci, que hizo las correcciones.
APU: ¿Cómo fue el armado de la disposición de las crónicas? ¿Por orden cronológico o con un criterio más personal?
CI: Descarté muchos textos que tenía, fui viendo cómo me gustaba leerlo y creo que quedó, más o menos en tres capítulos, que terminan cada uno con un monólogo que son fragmentos de una obra que hicimos en la unidad 46 con la compañía Luces Libres, que se llamó “Amores truncos”. Cuando empezamos esa obra, lo hicimos a partir de escribir crónicas cada uno. Por lo general, en los talleres que doy no tenemos el hábito de escribir demasiado; por ese lado fue una cosa novedosa, ya que en las obras siempre escribimos como última instancia, pero esta vez fue al revés.
También, por eso, fue una motivación que los pibes se puedan leer, cuando pasa al papel parece algo más serio de lo que veníamos haciendo, digamos que nos cagamos mucho de risa en los talleres.
APU: ¿Cómo llegaste a que Raúl Zaffaroni haga el prólogo?
CI: Le mandé, de cheta, un mail. Le expliqué un poco las circunstancias, que es un libro hecho muy a pulmón y la llegada que uno puede tener es a un público determinado, y por eso creí que su nombre podría darme cierta llegada a un público que no podría acceder. Además de que el libro, de alguna manera, está escrito para quien no va a la cárcel. Es un poco de didáctica también, describir los lugares, el aula por ejemplo: el que va al penal a dar un taller sabe cómo es Devoto.
APU: ¿Cuál fue la respuesta de Zaffaroni?
CI: Se copó, la verdad, y fue justo cuando lo nombraron Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; lo agarré medio ocupado pero enseguida me respondió que sí, que le diera una semana y fue muy gracioso porque me manda un mail que dice: “Bueno Carolina, lo prometido es deuda, acá está tu prólogo”, y no estaba el archivo adjunto (risas), ahí me desesperé y no sabía cómo decirle.