El 25 de mayo de Cambiemos

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El 25 de mayo de Cambiemos

26 Mayo 2016

 

Por Martín Burzaco

Hubo un día en que finalmente este gobierno pudo aplicar su protocolo de seguridad, ocurrió en Buenos Aires, un 25 de mayo de 2016. Una foto retrató bien el momento: en ella se veía una hilera de uniformados circunvalando la Plaza de Mayo, dibujando una coreografía similar a la que se utiliza para desalojar a los manteros en otras plazas de esta ciudad. Con la policía de un lado y del otro, para que en su interior se despliegue la caminata del Presidente hacia la Catedral, lo que se terminó armando es la escena de un vacío.

Sabemos sin embargo que en la política argentina, el vacío rápidamente adquiere significados. ¿Cuáles fueron los de la Plaza de ayer? Una presidente caminando hacia la Catedral con una Plaza rodeada de policías no deja de ofrecer una escena más de nuestra tradición republicana. Y una utopía a su medida. La utopía no es tanto controlar la calle sino amanecer un día sin que nadie quiera disputarla; ni que salga bien la fiesta, sino que nadie la demande. Autoridad y austeridad republicana, pues, pero sin tener que pagar el precio por ejercer ambas cosas.

La plaza entonces como un vacío organizado, pero en el contexto de un gobierno que aún no calibra del todo, como quisiera, los mensajes políticos que sus actos emiten. La utopía de Cambiemos consistiría en simplificar esos mensajes en un esquema de comunicación concentrado y simple, con la longitud de un tweet capaz de llegar a cada punto de la red por medio de una aplicación inteligente. Pero el Estado y la historia tienen más espesor que esa utopía. Por eso el vacío se pobló de mensajes políticos. O de índices que aluden a un tiempo político.

Un índice de este tiempo es que para la filosofía del entusiasmo que anima a este gobierno, la patria es anticlímax, de modo que mejor apurar el trámite, cumplir el protocolo, y sacarse el lastre de encima. Ayer se vio pues que los flujos del deseo y del dinero pasan por otras avenidas que la de Mayo y por eso la plaza, en el gobierno de Cambiemos, debía estar vacía.

El vacío de la plaza podría exhibirse sin embargo como un corolario posible de algunas ideas de los intelectuales que acompañan a este gobierno. Según estas ideas, la fiesta patria viene a recordarnos que no es el Estado, sino la sociedad, la que tiene derecho a nombrar (la hybris populista consistía justamente en poblar de palabras, linajes, y conflictos a las plazas de mayo, porque el populismo tiene algo de martinfierrismo: le gusta ponerse a cantar –hoy se diría: a relatar- y a decir de dónde viene). De modo que la plaza vacía es una deriva posible del discurso de la neutralidad, que supone una política ya no basada en el  reconocimiento de las identidades y conflictos históricos sino más bien en un procedimiento tendiente a neutralizar esas identidades y esos conflictos a través de la epojé que en la bibliografía culta se denomina el “velo de la ignorancia”. Así, un pueblo sin marcas y clivajes históricos es un pueblo digno del “juntos todo es posible”. Pero no del “todos unidos triunfaremos”. Es coherente, pues, este discurso con la plaza vacía. Tienen en común su visceral anti-peronismo.

Y sin embargo nadie resiste al relato, ni siquiera los “neutrales”. ¿No son acaso esos intelectuales los que hablan en el primer renglón del tweet de Casa Rosada, el que dice “se necesitó el trabajo de un grupo de patriotas que, en nombre del pueblo, logró que tuviéramos nuestro propio gobierno”. La frase erudita, pero dispuesta a la divulgación –en ninguno de sus papers lo dirían así-, condensa al liberalismo de ofensiva y al liberalismo de retaguardia. Al liberalismo en su fase jacobina, que se atreve a encarar una acción histórica colocándose en el lugar del emisario de un personaje divino –el pueblo- y al liberalismo de estufa al estilo Constant, que insta a los ciudadanos a quedarse en su casa. En ambos casos, el resultado es el mismo: la plaza vacía y en nombre de ese vacío, la política posible. El cierre del tweet, una sarasa del populismo comunicacional, se queda sin embargo con el sentido del mensaje: “Hoy tenemos la inmensa responsabilidad de cuidar lo nuestro y construir una Argentina mejor para nuestros hijos, nuestros nietos y nosotros mismos. Podemos hacer grandes cosas cuando formamos un gran equipo. Estamos trabajando por este gran sueño y tenemos la certeza de que juntos todo es posible”. Donde estaba la patria, ahora está el equipo.

Si para la filosofía del entusiasmo la historia es un lastre, y para la historiografía “moderna”, un escenario neutral para salir del paso con alguna frase de manual, para otros sectores que integran esta coalición de gobierno la historia tiene otro espesor. La denuncia de la ministra Bullrich respecto al secuestro de bombas molotov, tomada aisladamente, bien podría haber sido motivo de una tapa de Crónica anunciando la detención de Zamba y el Niña bajo la acusación de saboteadores arrepentidos. O un simple modo de recordarnos que el kirchnerismo no puede proclamarse original en eso de nombrar a ministras de seguridad con pasado militante. Pero en serie con las palabras del intendente de Bahía Blanca, con las que arengó en otra plaza perimetrada con policías a combatir a la “subversión interna organizada” que tiene como objetivo cooptar a la juventud y desunir a los “argentinos de bien”, las cosas asumen otro calibre: en caso de ser necesario, la plaza vacía puede asumir esos y no otros significados, con la policía bancando la parada.

Nadie del gobierno saldrá a desmentir al intendente, porque Cambiemos –he aquí su originalidad-, es capaz de reunir en el “juntos todos es posible” a esas derechas recalcitrantes, algunas de ellas con los dos dedos en “v”, al “liberalismo político” y a los liberales que salen a la caza de empleados públicos, a desarrollistas y ying yanes, a progresistas en busca de una aplicación inteligente, a gente de mucho poder en Argentina. La plaza vacía del 25 de mayo de 2016 no es sólo una escena más de la “deskirchnerización”, sino también una puesta en escena de estos diversos motivos, aunque es cierto que agrupados a partir del odio a la Yegua, a mi Presidenta, a Cristina.