Turquía: Erdogán, de presidente a sultán
Por Carlos Iaquinandi Castro (*)
Sí. Yo soy un traidor a la patria,
si vosotros sois los patriotas.
Si vosotros sois los defensores de esta patria,
yo soy traidor a la patria. (…)
Nazim Hikmet, poeta turco (1961-1963)
El fallido golpe del ejército turco ha permitido a Tayyip Erdogán consolidar su gobierno autocrático aplicando drásticas medidas de represión y control social. Superadas las pruebas electorales del 2015, solo el ejército podía frenar la radicalización de su islamismo, y su deriva autoritaria. La improvisación de los alzados y su fracaso indican que bien puede haberse tratado de un “golpe inducido”. Días antes, circuló la versión de que esta semana se producirían ceses y cambios en los mandos militares. Ese pudo ser el detonante para que los sectores del ejército que estaban alarmados por las actitudes autoritarias de Erdogán y la transgresión de los principios laicos de la Constitución, decidieran anticiparse y actuar.
Se “olvidaron” de Erdogán
El alzamiento presenta fallos inexplicables. El más grave: iniciar el golpe sin haber primero detenido a Erdogán. Es ingenuo pretender su derrocamiento sin ese trámite previo. Al anunciarse el alzamiento, el presidente se encontraba de vacaciones en un balneario en el sur del país. Unas horas después del golpe, se supo que volaba en el avión presidencial TK8456. Por el localizador Flilgth Radar se pudo comprobar que el avión voló en círculos sobre el Mar de Mármara. Erdogán pareció o simuló dudar entre pedir asilo en otro país o intentar sofocar el golpe. Lo cierto es que, sin arriesgarse, convocó por las redes a sus partidarios a que salieran a defenderle. Los imanes repitieron la consigna desde las mezquitas. Los manifestantes encontraron el respaldo de la policía y la gendarmería, dos cuerpos de seguridad reforzados por su gobierno en los últimos años. También de la Central de Inteligencia, que por una ley dictada en 2014 puso al organismo bajo la directa dependencia de Erdogán.
Los partidarios del presidente (más de 23 millones de votos en las elecciones generales de noviembre pasado, casi el 50%) respondieron a su convocatoria al grito de “¡Alá es grande!”, formando cordones en torno a los vehículos militares e incluso atacando y golpeando a los soldados. La prédica desde las mezquitas fue decisiva para lograr la rápida movilización de cientos de personas hacia puntos clave en Ankara y Estambul. Entre los más activos, reaparecieron miembros del Partido del Movimiento Nacional (MHP), movimiento de ultraderecha que en los años ‘60 y ‘70 actuó bajo el nombre de “Lobos Grises” en acciones contra militantes de izquierda en la “guerra sucia”. En este caso, dieron su apoyo a Erdogán.
Sin responsables visibles, y con graves fallos de coordinación, la intentona militar se desmoronó. Al comprobar Erdogán que su llamamiento había logrado frenar y desbaratar a los golpistas, decidió que su avión aterrizara en Estambul, donde lo esperaban sus partidarios.
“Es un regalo de Dios”
Erdogán había tenido dificultades para modificar la Constitución y consolidar un poder aún más discrecional. Ahora, tras el fallido golpe, aprovechará para despejar ese camino. “Es un regalo de Dios para limpiar el ejército”, fueron sus palabras. Las medidas comenzaron a aplicarse de inmediato, con la detención de más de 3.000 militares, entre ellos jefes y oficiales de varias guarniciones. El ejército moderno, fundado por Kemal Ataturk a comienzos del siglo XX, era el garante de los valores fundacionales de la república: nación, democracia y laicidad. Ese fue el papel que cumplió durante varias décadas. Ahora Erdogán intenta convertirlo en un ejército a la medida de su proyecto autocrático. Y se trata del segundo ejército de mayores dimensiones como miembro de la OTAN.
Una “limpieza” a fondo
Con el transcurrir de las horas, las amenazas del presidente de aplicar “severos castigos” a los golpistas se han transformado en una masiva redada de opositores. Algunas fuentes indican que han sido detenidos o cesados más de 15.000 miembros de las fuerzas armadas y del Poder Judicial. Un centenar de generales y almirantes fueron detenidos y otros altos jefes habrían salido del país. Ni siquiera la policía, organismo que permaneció leal al gobierno, se ha salvado de las “purgas”. Se estima que varios miles de sus miembros han sido cesados. Entre los cientos de jueces cesados, figuran miembros del Tribunal Constitucional. Treinta gobernadores provinciales han sido suspendidos en sus cargos. En la reunión de cancilleres de la Unión Europea en Bruselas se comentó que las listas de personas para ser cesadas y/o detenidas, estaba preparada antes del alzamiento militar. Otro indicio de que estamos ante un “golpe inducido” por el gobierno para anular toda oposición y establecer un régimen de férreo control del país.
¿Pena de muerte?
Activistas del gubernamental AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) han promovido en las manifestaciones de respaldo a Erdogán el reclamo de que se reestablezca la pena de muerte en el país, abolida en el 2004 y que no se aplica desde 1984. Erdogán se hizo cargo del pedido afirmando que “en una democracia no se pueden ignorar las peticiones del pueblo”. Los partidos de oposición que inicialmente respaldaron “el orden constitucional”, se ven ahora neutralizados por el desborde gubernamental, que con la excusa de purgar a los golpistas, en realidad ha recrudecido el control de los medios de comunicación y la persecución de quienes no comparten sus decisiones. La detención alcanza a los partidarios del clérigo Fetulá Gülen, exiliado en Estados Unidos, y mentor del presidente cuando éste se apoyó en el islamismo para ganar apoyo social a comienzos del 2000. El movimiento de Gülen es moderado y defiende la colaboración entre las religiones. La relación entre ambos terminó en el 2013, cuando partidarios de Gülen denunciaron hechos de corrupción gubernamental.
Con ambición de poder y sin escrúpulos
Algunos analistas sugieren que Erdogán es un “individuo peligroso”, que no ha tenido escrúpulos para escalar posiciones. Mencionan la circunstancia de que su presunta licenciatura en Económicas en la Universidad de Mármara es más que dudosa. Durante unos años sus archivos estuvieron cerrados, y cuando fueron reabiertos, en sus registros no consta ninguna mención sobre Erdogán. Curiosamente, el presidente desplegó una gran habilidad para conseguir nada menos que 44 títulos de “Doctor Honoris Causa” en distintas universidades. La última por una universidad de Kampala, capital de Uganda. Pero más de la mitad de esos títulos honoríficos los obtuvo en universidades turcas.
Avances en el control social
En el 2014 Erdogán enfrentó unas fuertes protestas populares a raíz del proyecto de construir un gran centro comercial en el parque Gezi en Estambul. Ese espacio verde y la próxima plaza Taskim fueron escenario de una sostenida resistencia pacífica, que finalizó con violentas represiones policiales. Desde entonces, esos lugares tienen vigilancia permanente de policías de civil, que actúan ante el menor intento de realizar un acto público. Estas formas de control social se han ido extendiendo, a la vez que se dictaban normas para acotar las libertades de los ciudadanos. La mayoría de los medios de comunicación son controlados por el gobierno, y los periodistas que han intentado “investigar” sobre corrupción u otros delitos han sido encarcelados.
El cierre de Zaman
En marzo pasado, el gobierno ordenó la ocupación policial del diario Zaman el de mayor tirada en el país, disgustado por su línea editorial. Varios periodistas fueron sacados a golpes de la redacción, y el gobierno nombró un interventor. Al día siguiente, el hasta entonces diario opositor se convirtió en partidario de Erdogán. Cabe destacar que el brutal atropello contra la libertad de expresión no mereció más que tímidas menciones de los gobernantes europeos y los medios de comunicación olvidaron pronto el suceso y la suerte corrida por los periodistas. Pero no fue Zaman el primero ni seguramente será el último medio censurado. Otros diarios e incluso canales de TV han sufrido embates judiciales o cierres.
El caos en Oriente Medio
La creciente desestabilización de Oriente Medio que comenzó con la invasión de Irak en el 2003, producto de la trama mentirosa de Bush, Blair y la colaboración como “actor secundario” de José María Aznar, se extiende peligrosamente, y lo sucedido en Turquía añade un elemento muy inquietante. Estados Unidos y sus aliados han intervenido en Irak, Afganistán, Libia, Siria, Palestina, Líbano y Yemen, entre otros países del área, movidos por sus intereses geopolíticos. Esas intervenciones han provocado decenas de miles de muertos, la destrucción de infraestructuras y en muchos casos los han convertido en estados inviables. Solamente en Siria, actúan militarmente en forma directa o a través del suministro de armas Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia, Turquía, Reino Unido, Arabia Saudita, Israel, Bélgica, Holanda y Australia. La lista no es exhaustiva. La confrontación entre las fuerzas gubernamentales de Al Assad, y decenas de facciones rebeldes apoyadas por países extranjeros, facilitó la expansión desde Irak del territorio ocupado por el llamado “Estado Islámico”. Más de cinco años de guerra han provocado que casi la mitad de la población haya abandonado el país, uno de los éxodos de refugiados más importantes desde fines de la Segunda Guerra Mundial. El resto, permanece en situaciones muy difíciles, en zonas que son bombardeadas o con carencias básicas en alimentos y atención sanitaria. Denuncias internacionales señalan que la participación turca en esa guerra, concentra sus esfuerzos militares en atacar al pueblo kurdo en la zona fronteriza siria. En el 2014, los tanques del ejército turco permanecieron sin intervenir contra el Ejército Islámico durante la batalla por la ciudad kurda de Kobane.
Lo que vendrá
Preocupa el comportamiento y la relación complaciente de los gobiernos europeos y el de Estados Unidos con Erdogán y su deriva autoritaria. Los 28 países de la Unión Europea han hecho en los últimos meses acuerdos vergonzosos con el gobierno de Erdogán. Uno de ellos es el relacionado con la retención de refugiados en su territorio. La U.E. otorgó 6.000 millones de euros a Turquía, a cambio de que no deje pasar a ningún refugiado más al Viejo Continente. Europa renunció a sus obligaciones de cumplir con los derechos de asilo y refugio a los que huyen de las guerras y el hambre, y aceptó el chantaje de Erdogán, “tercerizando” en Turquía sus propias responsabilidades.
También miró hacia otro lado cuando Erdogán ocupó policialmente el diario de mayor circulación y lo convirtió en “pro-gubernamental”.
Además el bloque de los países europeos y Estados Unidos han mostrado tolerancia con la salvaje represión del gobierno turco contra el pueblo kurdo en su propio territorio. También han ignorado el apoyo de Turquía a grupos islamistas radicales en la guerra en Siria.
No hay dudas de que Turquía es un país clave en la región estratégica más desestabilizada del planeta, donde se concentran conflictos irresueltos como el del pueblo palestino con la ocupación militar israelí, la lucha por el control de zonas petroleras o de pasos estratégicos de navegación internacional. Y por supuesto, la guerra en Siria con múltiples actores, pero una sola víctima: su pueblo.
Pero… ¿hasta dónde puede la Unión Europea continuar ignorando la realidad y las sucesivas tragedias, abandonando los valores que sustentaron su nacimiento?
No me refiero al Euro, sino a los derechos humanos, la democracia, la igualdad, las normas de asilo y refugio, la dignidad humana. Ninguno de estos valores son respetados por Erdogán. ¿Tampoco por los gobiernos de la Unión Europea?
De momento nada se interpone en el tránsito de Erdogán, de presidente a sultán de Turquía.
(*) Por el Servicio de Prensa Alternativo (SERPAL).