Protesta de los trabajadores de la educación: el Movimiento Obrero en tiempos de Restauración Conservadora
Por Silvano Pascuzzo*
Las miles de personas reunidas a pocas cuadras del Obelisco, reclamando la reapertura de paritarias y un cambio en la orientación de las políticas económicas llevadas adelante por el Gobierno Nacional, representaron una variopinta mezcla de tradiciones y formas de entender el Sindicalismo, la Política y la Sociedad. Fue, creemos, un paso más en el intento de evitar una repetición de las actitudes, estrategias y conductas desplegadas por un sector no despreciable de la dirigencia gremial a principios de los años 90.
Representar en la calle a los trabajadores agredidos por el neoliberalismo y los programas ortodoxos, parece ser la premisa fundante de una necesaria e impostergable reconfiguración del Movimiento Obrero Argentino. No puede aceptarse, desde una perspectiva medianamente sensata, ni la pasividad ni la arrogancia, a la hora de poner en valor el peso organizativo de muchos sindicatos que en sus líneas medias visualizan con gran perspicacia, los efectos antipopulares y desintegradores de los programas del oficialismo.
Particularmente resalta el recuerdo de los años en los que la gran mayoría de los dirigentes más combativos de la CGT y de la CTA, militaban juntos detrás de la carismática figura de Saúl Ubaldini, en la última Central Obrera realmente unificada de la Historia Argentina. Las promesas surgidas al calor de la lucha en contra de la Dictadura genocida y de las políticas neoliberales del alfonsinismo, se vieron frustradas por un gobierno supuestamente “Peronista” – el de Carlos Menem – capaz de dividir con jugosos incentivos a la hasta entonces monolítica “unidad” del Sindicalismo Argentino. Desde la elaboración de un “Programa Integral” – los llamados “26 puntos” – hasta la división de 1990 y 1991, entre “Gordos” y “Combativos”, el egoísmo, la segmentación y un simplismo rayano en la ignorancia, impidieron que las diversas expresiones de la clase trabajadora, confluyeran detrás de una estrategia común y de objetivos de mediano y largo alcance.
Es esa memoria del pasado, la que orienta a muchos en la intención de recuperar para los trabajadores el protagonismo social y político que otrora tuvieran, articulando con otros sectores – los movimientos sociales y algunas agrupaciones políticas – un Frente de Resistencia amplio, diverso y convocante, capaz de confluir en la formación de una coalición, que sea la base de una “Nueva Mayoría” a partir de 2017. Proyecto que debe ser discutido y llevado adelante, superando los límites estrechos de cada sindicato, para proyectarse a la arena de lo colectivo, de lo plural.
Tres elementos resaltan entonces a la hora de analizar la viabilidad de esa meta antes enunciada. . En primer término, las diferentes interpretaciones sobre el alcance, profundidad e intenciones de las actuales autoridades nacionales, que conviven hoy dentro del Movimiento Obrero Organizado. Algunos dirigentes – y no pocos militantes – creen que no es posible combatir al modo clásico a Macri y a sus aliados de Cambiemos, apelando a instrumentos como la huelga y la movilización callejera. Esperan, hasta ahora sin resultados palpables, una negociación con el Gobierno que los ponga a salvo y los releve de iniciar un conflicto que juzgan impopular, incluso antes de haberse iniciado, entre sectores amplios de la ciudadanía. No quieren, en una palabra, ser tildados de obstruccionistas, quizás más atentos a las opiniones de los grandes medios, que al palpitar de sus bases y de muchos de sus delegados, que orgánicamente todavía, reclaman respuestas frente a escenarios poco halagüeños, y frente a la demanda creciente de los trabajadores por ellos representados, en el sentido de una mayor defensa activa de sus salarios y de sus puestos de trabajo.
En segundo lugar, la necesidad de muchas organizaciones de ser apoyadas y tuteladas por el Estado, a la hora de mantener sus obras sociales y sus programas de asistencia, luego de años de crecimiento ininterrumpido en su nivel de afiliación y de recursos financieros. Hay quienes han construido estructuras prestadoras de servicios con un alto grado de especialización en el área de salud y en la de turismo, más que sindicatos reivindicativos e ideológicamente orientados. Desde la lógica administrativa e incluso empresarial, mezclarse en conflictos que excedan lo estrictamente referido a su ámbito de influencia sectorial, sería un paso demasiado riesgoso para dirigentes acostumbrados a transitar los pasillos de los despachos oficiales.
En tercer término, las ambiciones políticas de ciertos dirigentes gremiales, han actuado como motor de alianzas electorales poco felices, que terminaron condicionando la toma de decisiones frente a un gobierno manifiestamente antiobrerista y conservador, poco dispuesto a mostrarse rodeado de hombres y mujeres provenientes del Mundo del Trabajo, y conformado por gerentes de grandes grupos económicos y tecnócratas de formación ortodoxa en el campo de la economía y las finanzas públicas. Compromisos que sirvieron quizás para superar peleas personales y viejos resentimientos, pero que no han servido para mejorar la capacidad adquisitiva ni el nivel de vida de los trabajadores y las trabajadoras representados por ese colectivo de dirigentes sindicales.
De esta manera la “Unidad” de la CGT proclamada con vehemencia por muchos durante las semanas previas a la reunión del Comité Central Confederal para analizar “posibles medidas de fuerza”, no se verifica en los hechos concretos de la acción sindical reivindicativa, distinguiéndose una creciente fisura entre quienes desean esperar “gestos conciliatorios” desde el Gobierno y por el contrario, quienes entienden imprescindible liderar la lucha contra el ajuste y la pérdida del poder adquisitivo del salario, más allá o más acá de la siglas detrás de las cuales formalmente estén encolumnados. Esas dos perspectivas, esas dos miradas, podrían no obstante confluir en un espacio integrador, si el largo plazo fuera el faro que alumbrara las acciones y los posicionamientos de las cúpulas sindicales. ¿Pero es este el caso?
La Historia Argentina ha contemplado muchas veces divisiones y enfrentamientos al interior de la CGT y de los gremios que la componen. No ha sido y no es novedad, que conviven al interior del Movimiento Obrero, perfiles y formas organizativas muy diferentes, incluso radicalmente distintas. Su potencialidad principal ha sido esa, precisamente, sobre todo en los momentos en los que sus estructuras fueron amenazadas por dictaduras represivas o programas de orientación liberal. Entender que la Organización como principio básico debe necesariamente convivir con flexibles posiciones en el campo de la práctica y de las luchas reivindicativas, es la condición previa para entender porque subsiste aún la poderosa influencia de los sindicatos en la vida política, económica y cultural de nuestro país. Pero al mismo tiempo, negar las fisuras y las divergencias sería torpe a la vez que inútil, y pretender la “unidad” a costa de ellas, un acto de gran irresponsabilidad y de enorme ceguera.
Hoy esas dos visiones están presentes una vez más, y la meta debería ser, antes que cualquier ventaja sectorial, la comprensión por parte de todos de que el macrismo es una amenaza para la totalidad de los agrupamientos sindicales, no sólo para los más combativos. Es una administración, la presidida por el ex Jefe de Gobierno porteño, muy expresiva de los intereses del sector del capital concentrado, como para querer sostener y respetar la autonomía, el poder movilizatorio y los recursos económicos del Movimiento Obrero Argentino. Buscará, más temprano que tarde, destruir el llamado “Modelo Sindical” por rama de actividad, favoreciendo la disgregación y la fragmentación en detrimento de la siempre pregonada “unidad”. Eso debilitaría inexorablemente no sólo el poder de negociación de algunos jefes cegetistas, sino la capacidad de resistencia de todos los trabajadores argentinos.
El martes pasado, pues, quedó claro que hay sectores dispuestos a la convergencia en la lucha por la defensa de las conquistas sociales conseguidas no sólo en los últimos doce años, sino a lo largo de décadas de resistencia y movilización de los trabajadores, en contra de la pobreza, el desempleo y la construcción de una sociedad inequitativa y excluyente. Dar pasos concretos en busca de coincidencias firmes en lo reivindicativo, pero también en lo programático, parece ser el camino correcto de cara al futuro inmediato; mientras maduran las condiciones políticas para la construcción de ese Frente Ciudadano en el que los trabajadores deberán ser no sólo una parte, sino el eje articulador de un nuevo y renovado Proyecto de Liberación Nacional.
* Licenciado en Ciencia Política. Docente.