Lealtad, por Gabriel Fernández
Por Gabriel Fernández
Estas líneas las despertó un oyente: mientras desplegábamos sobre la mesa del estudio los nombres de los protagonistas, sus antecedentes y perspectivas, inquirió “¿Por qué operan para Randazzo?”. Un interesante impacto: en sus oídos, como en el de tantos otros, pensar la política equivale a operar en contra de Cristina Fernández de Kirchner.
Randazzo nunca me interesó. Cuando era impulsado por el kirchnerismo, tras tantos años de ministerio, ni ahora, que lo contrasta en las internas. Sucede que la compulsión del núcleo militante duro para que se lo declare traidor sin más ni más, sin preguntar siquiera por qué y con qué pruebas, fastidia. Como fastidia todo miedo y todo freno impuesto al razonamiento.
Los que leen estas páginas lo recuerdan: ¡epa!, que julepe. Julepe a cuestionar a Montoneros y ser considerado agente de la CIA; julepe a polemizar con la CGT y ser evaluado antiobrero. O julepe a polemizar con Perón en vez de seguir todos y cada uno de sus pasos. Como si fuera lo mismo designar al mayor Alberte delegado personal y a López Rega ministro de Bienestar Social, con diferencia de muy pocos años.
¿No se puede estar de acuerdo con una nominación y disentir con otra? Uno es demasiado peronista como para ser ideologista. Como para ser ideologista peronista. Esta milonga en la cual hay que bailar al ritmo de una verticalidad incuestionable se torna aburrida. Todavía no terminamos de debatir si Juan Manuel Abal Medina estaba capacitado para el cargo de jefe de Gabinete y ya tenemos que declararlo espía de Clarín.
Es imprescindible para el razonar político entender que Bossio, Abal, Randazzo, el propio Massa, fueron designaciones kirchneristas. Ninguno llegó de la mano de la CGT, del peronismo histórico, o más cerca, del Evita u otra vertiente gestada la década reciente. Esto no opera como condena a CFK, quien tenía y tiene derecho elegir en cada tramo los colaboradores que estima convenientes. Sólo sitúa la discusión en una región comprensible, historizada.
Francamente: con todas las polémicas a cuestas, hace rato que tenía pensado respaldar la candidatura de CFK. Lo hago en la medida de lo posible con los medios creados. Con fondo: es claro que la compañera representa todo lo que molesta al esquema de poder concentrado. ¿Porqué no apoyar? Ahora bien, de ahí a presuponer que muchos pibes de Juventud Peronista son traidores porque van a participar de las PASO, hay una distancia apreciable.
La presión irracional de quienes solo admiten subordinación sin debate, opaca esos esfuerzos y retrae a quienes dicen veamos el programa, analicemos hacia dónde vamos, volvamos pero mejor. El concepto Lealtad está siendo usado como barrera para inmovilizar la necesaria discusión política en las bases del movimiento nacional. Es un tema serio, porque el peronismo para bien o para mal siempre fue un mar bullente de ideas diferentes que se postularon con energía.
A ver si nos entendemos, ahora que se habla del levantamiento del general Valle: Perón lo desautorizó, y luego de su realización, con muchos muertos sobre el lomo, lo redujo a la categoría de un putsch militar que no se condecía con las tradiciones masivas del movimiento. Por eso, frente a la discusión sobre la Lealtad, Arturo Jauretche y el padre Hernán Benítez respondían, casi con las mismas palabras: A veces, el Hombre acierta y lo apoyamos; otras, no, y no lo apoyamos.
Así que menos agit prop con la Lealtad. Y mucho más cabe para aquellos que cuestionaron duramente al kirchnerismo en la enorme gestión de doce años nacional populares, condenaron la fórmula del 2015 y desestimaron su impulso cuando las papas quemaban, pero ahora se posicionan como kirchneristas de la primera hora y alzan su dedo contra todos los que difieren.
Es curioso: en esa lógica cerrada y vertiginosa, caen como anti K no sólo los que presentan una opción alterna en las PASO, sino aquellos que, respaldando la candidatura de CFK, se niegan a las adjetivaciones y plantean la reflexión política como un eje de construcción contenedora para vencer al macrismo.
Fuimos pocos los que señalamos que, sobre el arribo del liberalismo, era imprescindible recordar el Plan Prebisch y dar batalla para reivindicar al gobierno nacional de Néstor y Cristina. Y pocos los que señalamos que los bolsos de López no debían obnubilarnos ni llevarnos hacia un desmarque. Muchos se corrieron y dijeron con eso no tenemos nada que ver. Entonces dijimos: hacen como el compañerito que se muestra buenudo ante la maestra y señala a los demás.
No está bueno este juego vertical. Izquierdas y derechas liberales siempre interpretaron al peronismo como una fuerza antidemocrática y lineal. La ausencia de análisis refrenda a modo de espejo esa visión sin fundamento de la inteligencia del pueblo. Es preciso abrir el micrófono, por así decir, para que quienes anhelan apoyar las candidaturas del movimiento nacional y popular puedan hacerlo con sus razones. Sin julepe a meter el dedo en la llaga y “cooperar con el enemigo”.
A menos que el enemigo no sea, como pienso, Macri y el esquema de poder financiero concentrado que representa.
* Director La Señal Medios.