Al peronismo le falta futuro: las elecciones porteñas y un nuevo panorama político

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    Foto: Noelia Guevara

Al peronismo le falta futuro: las elecciones porteñas y un nuevo panorama político

19 Mayo 2025

Las elecciones porteñas cristalizan un nuevo panorama político. Desde que comenzó el calendario electoral se repiten tres fenómenos: ganan los oficialismos, el peronismo en la mayoría de los casos es la primera fuerza opositora y cae la participación electoral a pisos históricos. Si generalmente las elecciones alcanzaba entre un 65% y un 70% de participación, hoy encontramos elecciones que se acercan al 50% de la participación, como en CABA, Santa Fe y Chaco.

Reinhart Koselleck fue un historiador alemán, pero sobre todo un teórico de la historia. Para él la experiencia del tiempo tiene distintas capas, estratos. Hay una experiencia de lo inmediato que se vive como única e irrepetible, se mira en los detalles y en la sorpresa. Hay un segundo estrato al que llama generacional, de mediano plazo, donde uno mira repeticiones en la propia experiencia, observa ciclos, recurrencias, hace comparaciones. Y una tercera experiencia que es ajena, narrada, es la no vivida, pero que uno incorpora como parte de la propia experiencia.

Y quizá lo más interesante de su teoría es que el futuro forma parte de la experiencia como expectativa. La esperanza, el miedo y el deseo constituyen la experiencia del presente, configuran la vivencia tanto como lo ya vivido. Una de sus tesis históricas principales es que la modernidad fue una transformación de la experiencia a partir de la proliferación de diversos futuros. Las ideologías, por ejemplo, son formas de articular experiencias con un fuerte componente de futuro.

Bajo este prisma puede pensarse la economía. La ciencia más material de las ciencias, la que versa sobre "la administración de los recursos escasos", no puede pensarse sin un horizonte. ¿Qué son los golpes de mercado sino un giro en las expectativas? La crisis del macrismo no fue por la Lira turca sino por la percepción de los agentes del mercado de que el plan no tenía buen puerto. ¿Qué es la pregunta por si le sale o no le sale al gobierno sino una mirada sobre el horizonte de expectativas? Si el futuro influye en la economía del presente deberíamos decir que en la política es evidente. Sin un sueño, sin un plan, sin un programa la política se vacía. Si el único que ofrece un futuro es el gobierno ¿por qué dejaría de ganar las elecciones?

Muy fuerte y muy triste

Hoy la oposición al gobierno de Milei parece fracturada en dos partes, de un lado la dirigencia política y del otro lado la militancia de base y la gente suelta. Mientras los primeros están enfrascados en cómo dirimir la conducción del principal partido opositor, los segundos no salen de la incredulidad, de la mirada extrañada, tanto de lo que hace el gobierno como de lo que hace la dirigencia opositora.

La oposición política se enfrenta a una serie de paradojas. La primera es que lo que expresa el ideario kirchnerista es la principal oposición al gobierno, esto parecería obligar a quienes tienen vocación de gobernar a no salirse de esa cosmovisión. Sin embargo, esa representación no parece tener posibilidades de ganar hoy un balotaje contra Milei. En términos de realpolitik, piso alto y techo bajo. La segunda paradoja es la que vive el propio kirchnerismo. Cristina es la que conduce y Kicillof es el candidato natural del espacio, pero ya no se aceptan las lógicas que llevaron al fracaso: conducciones que no tengan cargos, ni presidentes que no conduzcan. Bajo el sol de esta doble paradoja, la dirigencia política se encierra en la interna suponiendo que a la salida de los cuarteles habrá una militancia y un electorado esperando para votarlos y derrotar a Milei.

La pregunta que surge es qué hay detrás de esa guerra fratricida. ¿Hay voluntad de ofrecer algo nuevo, que proyecte una nueva esperanza? ¿O la pelea por la marca K los llevará a atarse al mástil de una identidad desgastada? ¿Cuántas chances tiene Cristina de ofrecer una nueva articulación política, de convocar a otros sectores? ¿Y cuántas tiene Kicillof de proponer algo nuevo sin que pierda la marca que lo sostiene?

Horizonte

Koselleck hace una distinción entre la experiencia de los jóvenes y la experiencia de los más viejos. En este balance entre el pasado y futuro, el trajín de la vida y las cicatrices de los hechos concretos (es una lava en la vivencia, dice el historiador alemán) hacen que la experiencia de los más añosos tenga un componente preponderante del pasado, mientras que, para los más jóvenes, la experiencia tenga una composición mayoritaria de futuro, de expectativas, de proyectos.

La juventud es el termómetro del futuro. Cuando Milei se convirtió en fenómeno de redes, cuando llenaba las salas de la feria del libro con sus publicaciones no estábamos viendo que estaba ofreciendo futuro. Si hoy miramos las encuestas, se desinfla en los sectores juveniles y absorve el voto cambiemita. Hay una mayoría juvenil que se opone al experimento anarcocapitalista, sin embargo, no hay nada del otro lado. Quien suscribe esta nota ya pasó los cuarentipico y se siente el abuelo Simpson cuando piensa esta nota. Mira cada tanto Gelatina o Blender, o escucha a Wos, Lali o Dillom y ve mucha voluntad de pensar el presente e imaginar el futuro. Algo que a la dirigencia política parece preocuparle poco. Esa distancia es la distancia de la experiencia, entendida como una esa articulación entre el pasado y el futuro. La distancia de rescate del peronismo.

Reconstruir la experiencia

El año electoral está corriendo. Pensar sólo en la unidad opositora como estrategia electoral podría afianzar el hartazgo social, algo que no sucede sólo en Argentina, sino en todo el mundo. Repensar el horizonte, construir agenda futura, parece necesario para que el hartazgo no conduzca al ausentismo electoral. Un fenómeno nuevo y de crecimiento impactante en las elecciones de este año. Un programa de gobierno quizá sea apresurado para una elección intermedia, y hasta inverosímil. Pero sí resulta imprescindible construir señales, una orientación, ese horizonte donde mirar. Hubieron, hay, muy pequeñas muestras, que sirven como ejemplo. Cuando Cristina habló en pandemia de repensar el sistema de salud, o más recientemente una reforma laboral. O cuando Axel, hace pocos días, propuso mirar los cambios en el mercado mundial y pensar un desarrollo integrado que incluya a la industria, pero también al campo, la minería y los hidrocarburos junto al resto de los gobernadores y el sector privado. Son señales, pocas, pero imprescindibles.

En comunicación política se habla de narrativa, en política se ha usado el término relato. En Koselleck hay más densidad. El futuro en la experiencia no es un relato a secas. Se articula a una experiencia. No es posible pensar un futuro sin entender el fracaso del pasado. Y el fracaso no se llama Alberto Fernández. El fracaso, para una importante porción del electorado, fue de toda la experiencia kirchnerista. Fue también de Axel y Cristina. Y la experiencia vivida es una lava, sólida e inquebrantable. Será necesaria una fuerte revisión y una propuesta verosímil y diferente si se quiere generar un futuro.

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