De Maxim a la Mujer Maravilla: una epopeya feminista
Por José Cornejo
Lo que resignifica toda su vida es la última saga de DC Comics. En síntesis (¡spoiler alert!): hay una isla poblada solamente por mujeres guerreras, las amazonas. Creación de Zeus, dios de dioses, para cuidar a la Humanidad de Ares, el dios de la guerra (Marte, para los romanos). Las amazonas cuidan la única arma que puede liquidar a Ares, Diana. Y Diana puede liquidar dioses porque ella misma es una diosa, aunque aún no lo sepa.
En ese presente atemporal en que están, con tecnologías bélicas de la Grecia clásica, les desembarca la Primera Guerra Mundial. Y hay una hermosa escena de mujeres atenienses derrotando a un pelotón de alemanes con armas de fuego. De esta manera rescatan a un prisionero angloestadounidense y los malos son los alemanes. El televidente politizado dirá: “acá está el camelo”, yanquis buenos alemanes malos. Y como el general Ludendorff parece ser Ares, ese espectador avezado basará su análisis en una trampa del guionista.
Los verdaderos malos son los hombres que hacen la guerra, pero no se trata de un pacifismo bobo. Son hombres que matan mujeres y niños. Es la masculinidad entendida como violencia. Y será Gadot, vestida de mujer maravilla (de paso, un ícono trans, ver Kryptonita) quien venga a terminar con la violencia masculina. Pero no desde el lugar de víctima. La más guerrera de un pueblo de mujeres guerreras atravesará con una espada a Ludendorff y matará al verdadero Ares (un alto representante inglés) para terminar con la violencia y la Primera Guerra Mundial.
Gadot muestra un feminismo activo, protagonista, que entiende que el lugar de la mujer exige disputar el poder masculino, entendido como brutalidad y violencia. En la película habrá una interesante contradicción con la secretaría del espía, una feminista inglesa del final de la era victoriana.
Ser parte del juego violento para terminar con la violencia. Ser parte de la política para cambiar la política. En la peli dicen: la política es lo que pasa entre medio de las guerras, reversionando al gran Clausewitz (“La guerra es la continuación de la política por otros medios”).
Pero la epopeya feminista trasciende el celuloide. Gadot cobró 300 mil dólares por filmarla, mientras Henry Cavill ganó 14 millones por la saga anterior, Súperman vs. Batman. Algo más de 2%. Y Gadot también debió correrse de mujer objeto automovilístico en que la convirtieron su participación en tres Rápidos y Furiosos.
Una mujer que tiene que ser parte de la violencia, del mundo masculino, de la política para cambiarlas. Una simetría posible a lo que ocurre por estas pampas.