Periodismo militante: a contramano del poder establecido
Por Martín Massad
Para empezar, es preciso continuar desmitificando la máxima inculcada en las universidades o casas de estudio que dice que “el periodista debe ser objetivo” cuando escribe o transmite de forma oral una información. En la redacción de una nota o el enfoque elegido para una entrevista, las competencias de quien se apodere del lenguaje tendrán un anclaje en lo sociológico, lo cultural y en lo ideológico. Desde ese lugar emitirá su información, siempre nutrida de datos concretos, a su vez seleccionados por ella o el. Este lugar determinado es el que el periodismo que se pretende “objetivo” intenta borrar continuamente.
Militar el periodismo
El periodismo, a diferencia de cualquier otra actividad u oficio, conlleva otros compromisos. El primero de ellos es ser periodistas militantes y además militar el periodismo. Aquellos y aquellas que elegimos este oficio estamos convencidos de que el texto, la palabra y la imagen son las herramientas que nos acompañan en los distintos tiempos que nos toca relatar. Allí, en esa coyuntura y munidos de nuestra historia somos testigos presentes de lo que pase a nuestro alrededor. Así colocamos el prisma que se ajusta a nuestra ideología e intentamos ponerla en relieve sobre las otras realidades que se chocan con la nuestra o con la que estamos en conflicto. Pero de eso se trata, de querer afianzar nuestras ideas con los hechos que las sostienen. De volvernos más firmes respecto a lo que pensamos y de debatir con los que no concordamos sobre las cuestiones que nos abordan como profesionales de la comunicación.
La Ley de Medios vino a reparar históricas diferencias entre las grandes empresas periodísticas, que ostentan desde siempre el monopolio de la información, y las pequeñas voces que con mucho esfuerzo intentan contar sus verdades. Vino a dar lugar a aquellos y aquellas que no tienen voz propia dentro el mapa comunicacional de nuestro país. Todo esto sucedió gracias a la militancia, y en particular a la militancia comunicacional, que acompañó a los diferentes proyectos que fueron el sustento de una ley que la llegada gobierno macrista se ocupó de avasallar como en una de sus primeras medidas.
Debemos confiar en que, a pesar de la difícil realidad en la que estamos inmersos, la batalla por una comunicación pluralista no está perdida. Está en nosotros y nosotras, desde el lugar que nos toque como periodistas, seguir dando pelea para que de una vez y para siempre tengamos distintas voces que narren nuestra realidad. Cuestiones como la violencia institucional o las luchas feministas, fuera del radar de los medios masivos, obtienen reconocimiento a partir del compromiso de los medios populares y alternativos, casi siempre militantes. Una militancia que combina la faceta periodística con el funcionamiento de organización clásica: reuniones de formación, plenarios, articulaciones políticas.
Las cosas en su lugar
Durante los gobiernos kirchneristas el periodismo tomó, al igual que gran parte de nuestra sociedad, un rol activo con respecto a las políticas implementadas por los gobiernos y sus consecuencias.
Esta división de aguas dentro de nuestra sociedad, conocida como la famosa “grieta”, puso a unos y otros de distintos lados y otros tantos se quedaron por fuera. En el oficio que nos convoca pasó algo similar, pero mucho más rico: se puso en debate la propiedad de los medios de comunicación. Entonces los grandes medios se vieron jaqueados por ofensiva de quienes estamos fuera del sistema de las empresas de comunicación. Este estar afuera nos convirtió en militantes que pujan por la libertad de la información y en el anhelo por poder lograr la pluralidad de voces.
El nuevo mapa comunicacional que configura el macrismo ha dejado a más de dos mil periodistas sin trabajo, y coartado severamente la aparición de voces disidentes dentro del sistema tradicional de medios. Este camino que elegimos nos da la certeza de estar en la senda correcta que va a contramano del poder establecido, al que debemos seguir desafiando.