La militancia como forma de vida
Por Estefanía Cendón
Mario comenzó a militar en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) cuando tenía 21 años. Estudiaba Derecho y trabajaba en el banco Galicia de Mar del Plata. El asesinato de una compañera de la Facultad de Arquitectura, Silvia Filler, en 1971 despertó en él la necesidad de militar y forjar una conciencia política. En cuarto año de la carrera de Derecho decidió comenzar a estudiar Sociología. Hacia 1975 la facultad seguía abierta, pero ir a cursar se volvía cada vez mas riesgoso. Hijo de un hogar peronista y apasionado por la lucha gremial, Mario decidió que ese era el espacio ideal para conformar una agrupación bancaria a la que denominaron, junto a sus compañeros, Antonio Quispe.
Liliana tenía 9 años en 1973 cuando Perón regresó definitivamente al país. A pesar de su corta edad, aún recuerda aquella "euforia en la calle" con la que supo describir aquel retorno tras 18 años de exilio. En 1975 un primo que militaba en la JTP es detenido. Hacia 1978 la familia toma conocimiento del lugar donde se encontraba. Liliana le manifiesta sus deseos de militar: ella estudiaba en el colegio Nacional de Buenos Aires en donde hubo más de 30 compañeros desaparecidos. "Estaban haciendo desaparecer a mis amigos, conocidos, mi familia. No había lugar para pensar en el peligro", sostiene. Liliana inició su militancia en Montoneros hacia 1979.
Pedro acudió a Ezeiza el 20 de junio de 1973 junto a su familia. Había participado del primer retorno de Perón en 1972. Desde joven comprendió lo que era ser peronista en el seno de su familia. "Aprendí a separar la paja del trigo cuando entendí quiénes tomaban como referentes a Perón y Evita, su solidaridad y el ideal de Patria que sostenían", afirma. Luego de unas vacaciones en Mendoza a los 13 años, pensó que al regresar a su casa debía buscar la unidad básica más cercana. Tiempo después, una tarde escuchó en la vereda bombos y la marcha peronista de fondo. Bajó las escaleras enérgicamente y habló con alguien para que lo asesore a dónde debía dirigirse ya que quería militar. Junto a su compadre ingresaron a Guardia de Hierro siendo adolescentes. Se sumaron otros muchachos del barrio y conformaron así la Brigada de Juventud Peronista.
La dictadura iniciada en 1976 encontró a la JTP disgregada. Mario comenzó a refugiarse entre los compañeros que se quedaron en el país, los más afines, e intentó evolucionar dentro de los márgenes que el contexto adverso le permitía: pequeños encuentros sociales, algún viaje esporádico para reencontrarse con sus compañeros de otras organizaciones y fortalecerse ideológicamente. Ezeiza lo había marcado profundamente y comienza a dudar si el peronismo es el vehículo para alcanzar aquel sueño de liberación nacional que anhelaba en su juventud. Liliana profundiza su compromiso al interior de Montoneros durante el Proceso cumpliendo "misiones de correo".
Con teléfonos pinchados, sin Internet, ni teléfonos móviles las citas eran por correspondencia: los encuentros se pautaban en las esquinas, sin mirarse a los ojos, siguiendo los pies del otro, al ritmo de la caminata, se pasaba la información. "Si caía un compañero, tenía que haber otro para seguir levantando la bandera. Así pensábamos los jóvenes", sostiene Liliana. Pedro, por su parte, participaba de reuniones en un taller de un compañero de Morón, o se reunía en una carpintería de Avellaneda y en cada lugar que ameritaba un reencuentro con aquellos que se animaban. "La dictadura nos dejó huérfanos, pero aún así seguíamos haciendo acciones: pintadas con tiza y carbón, aerosol en el mejor de los casos, bombas volanteras, radios clandestinas", enuncia Pedro.
Con el retorno de la democracia Mario afianza su visión crítica del peronismo. Decide ampliar su visión política y participar de otras experiencias como el Movimiento Todos por la Patria. Buscó reencontrarse a sí mismo y liberarse, poco a poco, de las huellas que la dictadura dejó en él y sus compañeros. Hacia 1989 Liliana y Pedro vivían juntos. "Nunca renunciamos a nuestra identidad peronista, pero buscamos la vuelta a través de las organizaciones sociales y el trabajo comunitario" aseguró Liliana.
"Después de Ezeiza, la dictadura y todo lo que nos tocó vivir fue difícil poner las cosas en su lugar. En el kirchnerismo sentí que encontré un proyecto posible", confirma Mario. En sintonía, Liliana define: "con Néstor recuperé la idea de que podía llegar a ver ese proyecto de país que queríamos". Para Pedro militar "va más allá de si estamos o no en el gobierno. Cada acto de la vida es militancia".
En honor a sus compañeros Mario Gorostegui, Liliana Capone y Pedro Núñez hacen de cada acto de la vida un acto de militancia.