"El abolicionismo es crítico del sistema prostituyente, pero no juzgamos a quienes se nombran 'trabajadoras'”

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"El abolicionismo es crítico del sistema prostituyente, pero no juzgamos a quienes se nombran 'trabajadoras'”

30 Enero 2018

Por Delfina Enriquez 

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo surge AMADH?

Graciela Collanes: Nuestra organización nace en 1995, cuando un grupo de mujeres y travestis en situación de prostitución nos agrupamos  previniéndonos contra los edictos policiales y códigos de faltas provinciales. Nos dejaba muchísimo tiempo adentro de los calabozos. Así vimos la posibilidad de organizarnos en torno a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Pensarnos como “trabajadoras sexuales” derivó a lo largo del tiempo en un proceso crítico que, de la mano del feminismo, nos llevó a ponerlo en duda. Luego de sucesivas asambleas e intensos debates, una mayoría no considerábamos que la prostitución fuera un trabajo genuino por el cual pelear. En 2003, nos fuimos de la CTA. Nos llamamos AMMAR Capital, pero como este nombre se superponía con las que quedaron en CTA, nos constituimos como Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH). Hace unos diez años la ex ONABE nos facilitó un espacio, en el barrio de Once. Allí, desarrollamos múltiples actividades que fomentan el reconocimiento pleno como sujetas de derechos. Con el tiempo, empezamos a ser referencia para muchas compañeras que llegan a nuestra sede, buscando información o algún tipo de asistencia. Por eso exigimos políticas públicas integrales que atiendan esta problemática desde su raíz, directamente vinculada a la pobreza. El abolicionismo es la perspectiva en la que nos identificamos porque nuestras propias experiencias en prostitución nos impiden verla de manera ingenua, es una vivencia que nos ha perjudicado en muchos sentidos. Nos resistimos a aceptarla como si fuera inevitable, queremos pensar que hay estrategias que nos den alternativas de vida.

APU: ¿Cuáles son las actividades que realizan desde la organización?

GC: Nuestro objetivo central que es incidir en políticas públicas concretas que puedan atender nuestra situación, basada en diferentes carencias que nos han afectado a cada una. Nos importa crear compromiso estatal en las esferas de la  educación, el  trabajo y la salud, que son los derechos básicos que se han visto vulnerados y que nos empujaron a la situación de explotación sexual. Paralelamente creamos redes ofreciendo un espacio de contención para las personas que se encuentran en  prostitución. Desde hace 13 años, hacemos promoción de la salud y de derechos, en los barrios de Flores, Once y Constitución. Tenemos vínculos con hospitales de la zona tratando que asistan a las mujeres cada vez que lo necesitan. Esta construcción territorial se replica en varias provincias, como Tucumán, Mendoza, La Pampa y Santa Fe, entre otras. 
Buscamos promover espacios de reflexión, realizamos campañas de divulgación sobre derechos sexuales y reproductivos, particularmente sobre la prevención de enfermedades de transmisión sexual. Brindamos asesoramiento y orientación a mujeres y travestis que desconocen sus derechos  en lo que tiene que ver con la represión policial. Es fundamental que puedan tener herramientas para hacerle frente.

Hemos colaborado en la reforma de la ley de trata y hemos propuesto proyectos de ley tanto de derogación de códigos represivos como de reparación para quienes se encuentran en situación de prostitución. Contamos con un centro educativo para adultas para finalizar la primaria a través de un convenio con el Ministerio de Educación, y un centro de formación laboral, por medio del Ministerio de Desarrollo Social y del Ministerio de Trabajo. Realizamos talleres de periodismo, y de audiovisuales con Cine en Movimiento, y con ellos elaboramos algunos videos propios de concientización. Además tenemos un espacio artístico que es muy importante para empoderarnos y vernos como capaces de crear y hacer música, llamado “Las Tamboras”.

APU: ¿Porque consideran que la prostitución no es un trabajo?

GC: Para nosotras la prostitución siempre fue una actividad que nos ayudó a sobrevivir. Ante la falta de oportunidades que tenemos las mujeres y travestis, sobre todo la pobreza, la prostitución se nos presenta como la única salida. Si bien en lo económico puede ser redituable en determinado momento, no es algo seguro ni estable, muchos elementos se ponen en juego llevándonos a la precariedad. La edad, los mandatos sobre el cuerpo, los grados de obediencia para atraer o retener “clientes”, la anulación de nuestras personas, nuestra autoestima, entre otros.  Si la prostitución fuera reconocida como “un trabajo”, se ocultaría todo aquello que trae consigo, vulnerando nuestros derechos, al contrario de lo que se cree.
El abolicionismo fue para nosotras una herramienta de lucha, conocer nuestros derechos y pelear por ellos. Al ser un marco legal de DDHH, frena la criminalización, la represión policial y el prohibicionismo. Nos permite exigir políticas públicas que se hagan cargo de las desigualdades que vivimos. Creer que la prostitución es un trabajo como cualquier otro naturaliza las desigualdades  en donde somos  las mujeres y travestis pobres las más afectadas, vulnerando nuestros derechos, la falta de oportunidades, la violencia recibida. El mayor riesgo es creer que una legalidad va a resolver un estigma que es ante todo social. 

APU: ¿Cuál es la visión del abolicionismo sobre la reglamentación de la prostitución? 

GC: El abolicionismo es crítico del sistema prostituyente, pero no juzgamos a quienes se nombran 'trabajadoras'. Se llamen como se llamen, la represión policial afecta a todas por igual. Nuestra crítica apunta a las políticas y sus efectos, la reglamentación de la prostitución como trabajo y  qué consecuencias tendría para nosotras. Esta le abriría la puerta al proxenetismo, además de que envía un mensaje que dice “la prostitución es algo normal”, negando así las violencias propias de esa situación. Cuesta mucho salir. No solo por una cuestión económica, también política y personal, de empoderamiento. A las sobrevivientes nos llevó años desnaturalizar el sistema prostituyente y poder detectar sus prácticas violentas. Cada una hace un proceso largo de años para darse cuenta que hay alternativas a la prostitución, que tenemos los mismos derechos y oportunidades que cualquier otra persona. Muchas mujeres y travestis nos cuentan sobre sus sueños y anhelos, buscan una vida mejor. Si eso no es desigualdad, ¿qué es? Si la prostitución fuera reconocida por el Estado, nos perjudicaría. Quedaría negada toda nuestra lucha, la de desnaturalizar el sistema prostituyente toda nuestra necesidad de cambiar nuestras realidades, de implementar políticas públicas que nos igualen, que nos den oportunidades de trabajo y estudio. Regulando la prostitución, el Estado lo tomaría como una política de empleo e inclusión, una salida posible al desempleo. Quienes no serían las mujeres ricas las que se terminen prostituyendo, sino las desempleadas, las pobres.
Nos veríamos imposibilitadas de exigir un trabajo genuino porque siempre estaría la prostitución para nosotras. Eso sucede en países como Holanda o Alemania, es lamentable. Además se seguiría ocultando la realidad, sin resolverla. El Estado seguiría sin hacerse cargo de una problemática social y encima tendría la facilidad de bajar las tasas de desempleo, la profunda desigualdad económica. Una vez más pagaríamos nosotras con nuestros cuerpos. 

APU: ¿Qué es lo que creé que el Estado actualmente  no está cumpliendo? ¿Qué políticas públicas faltan? 

GC: Nuestra misma historia de lucha se funda en la crítica al Estado, un Estado ausente, descomprometido. El principal problema que encontramos es la falta de presupuesto y de efectivización de políticas públicas en relación a las leyes que tenemos, que persigan el objetivo de restitución de derechos, como subsidios, educación, trabajo y techo. El hecho de entender la prostitución como violencia hacia las mujeres, la encuadra en la Ley 26.485 de violencia de género. Nos permite exigir políticas públicas de reparación, de atención a los derechos vulnerados y las violencias recibidas. Esto no es victimizarnos, repito, es politizar un asunto social que padecemos las personas en prostitución, profundamente silenciado, como ha hecho siempre el feminismo con otros temas. Por eso es importante no regularla como trabajo, porque frenaría el reconocimiento de los aspectos de violencia y vulneración, impidiendo que nos ubiquemos como sujetas de derechos, justamente. 

APU: ¿Qué es lo que le falta a la Ley 26.842?

GC: Con respecto a la configuración del delito de trata con fines de explotación sexual, a través de la ley 26.842, fue un logro del movimiento feminista. Pudimos instalar la problemática y luego adecuar la Ley para lograr un procesamiento de los responsables. A la vez, las rescatadas no suelen recibir la atención y acompañamiento que merecen, muchas veces por falta de presupuesto. Nosotras como sobrevivientes no tuvimos una ley que nos permitiera denunciar a nuestros explotadores. Antes de la ley de trata, había un vacío legal tal que ninguna víctima tenía derechos a nada. La ley tendrá sus falencias y hay que mejorarla pero la defendemos porque nos costó mucho lograr un marco legal que nos permita exigir la garantía de nuestros DDHH. 

APU: ¿Cuál considera que es la agenda de lucha que debe llevar adelante el abolicionismo? ¿Cuáles considera que son los desafíos que tiene por delante el movimiento abolicionista en su conjunto?

GC: No podemos delegar en el sistema penal un problema que es social. La explotación sexual no va a terminar solo con una penalidad, no somos prohibicionistas, al contrario, creemos que los cambios son culturales en primer lugar. Como feministas ese es nuestro desafío. Queremos que el Estado genere políticas públicas que desnaturalicen las costumbres y la desigualdad que implica la reproducción de los roles tradicionales de género, las normas del patriarcado que nos quiere objetos sexuales las 24 horas del día, que considera que puede acceder a nuestros cuerpos en la medida que el dinero lo permita. La cultura del consumo capitalista y del patriarcado. 

APU: ¿Cuáles considera que son los desafíos que tiene por delante el movimiento abolicionista en su conjunto?

GC: Transformar la sociedad. La principal herramienta es la educación en sentido amplio, no sólo en las escuelas sino una transmisión feminista de territorio, que llegue a todas las casas, a los barrios, donde hagamos talleres y nos empoderemos a través de encontrarnos con otras. En este sentido, las redes feministas y la forma de autogestionarnos la lucha es fundamental. Otro desafío del abolicionismo es la lucha antirrepresiva. en muchas provincias se persigue la prostitución callejera que es legal y no debería ser criminalizada. Para este año esperamos se apruebe la derogación del art °68 del código contravencional que la persigue en provincia de Buenos Aires. Sentaría precedente para la eliminación de todos los códigos que quedan, haciendo posible un abolicionismo coherente con sus principios.