¿Cuánto tiempo le queda al fútbol codificado?
Por Diego Kenis
El superinvento que en la noche de este miércoles disputarán River y Boca no es más que un nuevo intento por dar aire al negocio del fútbol codificado, que no funciona pese a los decretazos del Ejecutivo y los fallos del Judicial en procura de garantizarle rentabilidad y un público cautivo al pack, cuyo precio está próximo a aumentar aunque el campeonato argentino esté igual de próximo a concluir.
El último día de febrero, los camaristas Jorge Argento, Sergio Fernández y Carlos Grecco confirmaron un pronunciamiento de primera instancia (ver fallo en este enlace) y convalidaron una cautelar a favor de las norteamericanas Fox y Turner, que habían cuestionado la validez del artículo 77 y sus sucesivos de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en el marco de una demanda contra un multimedios estatal de la provincia de Misiones, que pretendía seguir ejerciendo el derecho a emitir los partidos.
Se trata de aquellos artículos que garantizaban el acceso libre a los “eventos de interés relevante”, un concepto nacido a partir del entendimiento de la comunicación como un derecho y no como un mero negocio. Aprobado el 10 de octubre 2009, junto al resto de la Ley, el articulado se convirtió en un reaseguro para el programa Fútbol para Todos, creado un bimestre antes.
De ese modo, el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual, que la misma Ley creó, era el encargado de confeccionar cada año una lista de eventos de interés relevante para el siguiente. En enero de 2016, Mauricio Macri podó a su gusto la Ley con un megadecreto de necesidad y urgencia. Eliminó el organismo de aplicación (la AFSCA), cambió la denominación y composición del Consejo y puso todas las áreas bajo la órbita del Ejecutivo. Pero no pudo justificar necesidad y urgencia alguna para eliminar la obligación de listar los eventos de interés relevante a ser transmitidos de forma libre, punto que siguió ocupando el inciso “c” del articulado.
Antes de comprar los derechos del fútbol a la AFA, las televisoras norteamericanas hicieron saber a través del diario La Nación su preocupación por la vigencia de esos artículos, que podían dejarlas sin la exclusividad para transmitir los partidos, siempre que hubiera un gobierno dispuesto a cumplir la legislación en aras del bien común.
El macrismo se encargó de demostrar que no haría el menor esfuerzo por seguir los mandatos de la Ley: el Consejo nunca se constituyó y el último listado de eventos de interés relevante confeccionado fue el de 2016, que se aprobó por el directorio de la AFSCA una semana antes del fin de mandato de Cristina Fernández, en diciembre de 2015.
Increíblemente, el incumplimiento que el propio Estado hace de una Ley vigente se transformó en un argumento que sus abogados expusieron para responder en la demanda de las televisoras estadounidenses, a las que contestaron que no existía interés estatal que pudiera entorpecer los suyos. Es claro que la transmisión de los partidos de la Primera división argentina habría estado en el listado, si éste se hubiera confeccionado.
El fallo de la sala tercera de la Cámara Contencioso Administrativo Federal evita opinar sobre la cuestión de fondo, un metegol que se patean entre sí los poderes Ejecutivo y Judicial, para delicia del fáctico. Pero al confirmar la cautelar a favor de las demandantes, los camaristas cometieron el desatino de poner un contrato entre privados por encima del interés colectivo que garantizaba una ley sancionada con anterioridad.
Un negocio que no cierra
Los números circulados hasta ahora por las empresas, también a través de La Nación, cuentan los abonados al pack entre un millón y medio y un millón 800 mil, con la expectativa de llegar a dos millones hacia junio.
No es una esperanza muy realista, porque el campeonato argentino habrá finalizado para entonces y los partidos del seleccionado, de momento al menos, no podrán ser codificados. Una ley previa, sancionada en épocas de la primera Alianza, lo impide.
Consultado para esta nota, el investigador Luis Lazzaro, experto académico en el tema, miembro de la Coalición por una Comunicación Democrática y activo participante en la redacción del proyecto de LSCA, calculó que el modelo de negocios del Grupo Clarín podría comenzar a cerrar con tres millones de suscriptores. Es decir, el doble de los actuales. O más, si como se sospecha los números de hoy están inflados. La baja aceptación del codificado, que queda en evidencia en los comentarios que reúne TNT en sus promociones en las redes sociales, se debe a las campañas militantes de colectivos como la Coordinadora de Hinchas, que llaman al boicot, o por la espontánea decisión del público, atado a los brutales incrementos tarifarios y reticente a pagar como mercancía lo que antes tenía gratis como derecho.
Pero detrás de ese fracaso asoma un escenario aún más complejo, de intereses contradictorios entre las empresas norteamericanas y el grupo empresario conducido por Héctor Magnetto. Lazzaro sostiene que el modelo norteamericano de negocios para eventos deportivos de alcance masivo combina el sistema pago con una comercialización por abierto, por exigencia de los sponsors que buscan niveles de audiencia que el codificado comercializado por Clarín obtura. Los anunciantes saben que sus productos estarán llegando, en el mejor de los casos, a seis millones de personas sobre casi 44.
La ecuación también perjudica a los clubes argentinos, que venden espacios de publicidad en las canchas y en sus camisetas. En el corto plazo corren riesgos de perder ingresos en esos conceptos. En uno apenas más largo, el peligro es el de perder hinchas. Es un resultado esperable de la conjunción entre la globalización y la posibilidad de ver gran parte de los partidos de las ligas europeas en el cable básico, sin pagar codificado, derivación del derecho al acceso a eventos de interés relevante consagrado por la Directiva Audiovisual de la Unión Europea. En Argentina no se consiguen. De hecho, mientras los diarios argentinos confirmaban que se codificarían los partidos amistosos estivales, los periódicos italianos anunciaban que la RAI sumaría transmisiones de la continental Champions League a sus habituales emisiones de Serie A.
El gran condicionante con que cuenta el Grupo Clarín para obligar a los norteamericanos a aceptar su participación es la demanda que interpuso ante el Estado y la AFA por la interrupción del contrato de televisación vigente hasta 2009, cuando nació el Fútbol para Todos. La tropa de jueces con que cuenta Magnetto mantiene la demanda irresuelta pero latente, como elemento de presión que aflora cada vez que es necesario. Si llegara el caso, podría extenderse a TNT y Fox, que compraron derechos que se superponen con el periodo que el grupo empresario argentino reclama.
Mientras tanto, Clarín gana o gana. En el interior del país, muchas cableoperadoras locales han optado por ofrecer el fútbol sin codificar, dentro del paquete básico de cable, para no perder abonados. La situación es más patente aún donde el Fútbol para Todos no llegaba por aire, por haber sido retiradas las repetidoras de la TV Pública cuando así lo exigieron Artear y Televisión Federal, en épocas del menemato. En esas zonas, sobre todo del centro del país, los partidos difícilmente se veían en abierto, pero se accedía a ellos a través del básico de cable. Con el codificado, el resultado que se va obteniendo no es la venta de un nuevo producto sino la baja del servicio en un porcentual alto de hogares.
Los conflictos que plantea el negocio han quedado en evidencia con las idas y vueltas en torno a la codificación de transmisiones. Por razones políticas se difirió para octubre el comienzo del sistema, mientras que en enero se codificaron los partidos de verano –históricamente transmitidos en cable básico- para restringir aún más el acceso y cautivar al público.
Sin embargo, las tensiones al interior de la propia alianza empresaria determinaron que el último sábado por primera vez se incluyera la presentación de un equipo de los denominados “grandes” –la visita de Racing a Chacarita- en la cuota de los partidos semanales emitidos sin codificar. Hay quienes sospechan, incluso, que las emisiones por internet que nadie ha podido impedir cuentan en realidad con la aquiescencia de las televisoras norteamericanas. El promocionado pack fútbol parece haber entrado en su tiempo de definición por muerte súbita.