De la “masacre de Budge” al asesinato del Negrito Facundo
Por Ciro Annicchiarico *
Uno
8 de mayo de 1987, pasadas las 18 horas, una patota policial bonaerense asesinó en Budge, Lomas de Zamora, a tres jóvenes trabajadores: Wili Argañaraz, Negro Olivera y Oscarcito Aredes, por una infracción contravencional: los dos primeros dieron un portazo en un almacén donde se les negó fiar una cerveza. 10 de marzo de 2018, una patota policial tucumana asesina, mediante un disparo en la nuca, a Facundo Ferreira, un niño de 12 años, estudiante, también apodado Negro, por una supuesta contravención: andar en moto a la una de la mañana y resultar por ello “sospechoso”.
Dos
Tras el triple asesinato en Ingeniero Budge, los policías fraguaron una “justificación”: la existencia de un “enfrentamiento, defendiéndose de una lluvia de balas de los malvivientes”. Para la mentira colocaron armas cerca de los cuerpos inermes de dos de los jóvenes, y remataron de tres tiros en la frente al tercero, Wili Argañaraz, hachero tucumano, solo herido en una pierna: era testigo presencial peligroso. Después de asesinar al niño Facundo Ferreira, amparados por la noche, los policías tucumanos argumentaron que se trató de un enfrentamiento, que recibieron disparos por parte de los jóvenes que iban en la moto.
Tres
Tras el asesinato en Budge de Wili Argañaraz, llevaron su cadáver al Hospital Alende, de la zona, buscando fraguar que llegó con vida y que los disparos recibidos fueron “en el enfrentamiento”. El médico de guardia les dijo: ¿Para qué me traen un cadáver? No le respondieron, lo tiraron allí y volvieron al lugar del triple crimen. El médico aceptó la farsa y lo mantuvo en el hospital.
Tras el asesinato de Facundo Ferreira, el Negrito de 12 años, la policía llevó su cuerpo al Hospital Padilla, de la zona, donde extrañamente y con complicidad de los médicos, lo mantuvieron internado, conectado a sondas y respiradores, cuando se trataba de un cadáver.
Cuatro
Al cuerpo de Willi Argañaraz, asesinado después en Budge por ser un testigo comprometedor, la policía lo envió rápido a Tucumán, de donde era oriundo, sin autorización judicial. Debía ser enterrado rápido, y con el también la posibilidad de mostrar la falsedad de la autopsia que no mencionó los tres disparos en la frente.
Al Negrito Facundo Ferreira lo mantuvieron en el hospital de la zona por más de tres horas, con apellido falso y como víctima de accidente de tránsito. En ese tiempo, bajo disposición excluyente de la policía que lo mató, se le habría practicado un dermotest (análisis en manos para comprobar si el muerto utilizó armas), que con una llamativa celeridad “dio positivo”.
Cinco
Luego del triple asesinato en Ingeniero Budge, ante las protestas de la barriada que presenció los hechos reales y la maliciosa colocación de armas al lado de las víctimas, la policía produjo un enorme apagón de electricidad en toda la zona, obligó a los vecinos mediante amenazas a meterse en sus casas, mientras efectuaron disparos intimidantes al aire. Luego de saber sus familiares y vecinos que el Negrito Facundo Ferreira había sido asesinado mediante un disparo en la nuca, se generalizó la indignación. El barrio fue literalmente tomado por gran cantidad de móviles y efectivos policiales, con intimidantes sobrevuelos de helicópteros y amenazas de represión generalizada.
Seis
Tras la masacre de Ingeniero Budge no pudo encontrarse absolutamente ningún registro ni indicio de la supuesta “lluvia de balas” a la que los policías dijeron haberse enfrentado. Ningún policía recibió lesión de ningún tipo de esa supuesta balacera que dijeron haber recibido a menos de cinco metros de distancia. Después del supuesto examen “positivo” de dermotest en las manos del Negrito Facundo Ferreira, se desconoce que se hubiere hallado arma alguna en su poder, en el otro joven conductor o tirada en las inmediaciones. Ningún policía resultó herido por los supuestos disparos que dicen haber recibido, ni rastro alguno de impacto en ningún lugar. Aparte del tiro en la nuca la espalda de Facundo presentaba múltiples impactos de perdigones de goma, y su cara brutalmente pateada por botas policiales.
Siete
Los principales testigos que presenciaron la masacre de Ingeniero Budge fueron detenidos, golpeados y amenazados, advirtiéndoseles que “tuviesen cuidado con lo que iban a decir”. Los familiares y los vecinos se indignaron ante el evidente asesinato del Negrito Facundo Ferreira, por lo que clamaron por justicia. Ante ello, reciben amenazas y advertencias por parte de la policía.
Ocho
Pese a la multiplicidad de pruebas que no obstante se reunieron sobre la realidad de los hechos en la masacre de Budge (testimonios directos, la comprobación de que Willi Argañaraz fue eliminado después para sacar de en medio un testimonio comprometedor, la comprobación de inexistencia de rastros de “lluvia de balas”), el juez de la causa calificó el hecho como “homicidio en riña” y dejó a los tres policías asesinos en libertad. Pese a las evidencias de asesinato del Negrito Facundo Ferreira (una contravención no justifica siquiera detención, un disparo en la nuca es dato inequívoco de asesinato, más multiples perdigonazos de goma en la espalda, más señales de pateaduras en la cara luego de caer, sumado al ocultamiento del cuerpo por más de tres horas con apellido y causa falsos, un dermotest positivo a escondidas y sin datos del hallazgo de armas), el secretario de seguridad provincial tucumano afirmó, sin fundamentos, que “no se trata de un caso de gatillo fácil”, cuando la investigación judicial recién comienza. Y la jueza de intervención dejó en libertad a todos los policías que intervinieron en el asesinato.
Nueve
Negro Olivera, Willi Argañaraz y Oscarcito Aredes eran tres jóvenes trabajadores humildes, con sueños y deseos de vivir, habitantes de Ingeniero Budge, barriada pobre de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, víctima de exclusión social. El Negrito Facundo Ferreira eran un joven, casi niño, humilde estudiante, con sueños y deseos de vivir, habitante de una barriada humilde de San Miguel, provincia de Tucumán, víctima de exclusión social.
Diez
8 de mayo de 1987 y 10 de marzo de 2018 están separados por treinta años, pero unidos por la misma política de barbarie institucional y un río de sangre humilde multiplicada por miles de casos iguales que duelen con un dolor que se hace intolerable, que une a la Argentina, de punta a punta, en una misma maldición. Que quema cada vez más. Que reclama y exige imponerle fin.
*Abogado del Caso Masacre de Budge