Fallo sobre "la Manada" de Sevilla: "Es un claro ejemplo de los estereotipos sexistas que subsisten en el poder judicial español"
Por Santiago Asorey
AGENCIA PACO URONDO entrevistó a María Belén Dileo, abogada feminista y trabajadora del Programa de Género y Diversidad Sexual del Ministerio Público de la Defensa de la CABA, quien se encuentra actualmente cursando la Diplomatura de Postgrado en Género e Igualdad de la Universidad Autónoma de Barcelona. En este marco, la activista se refirió al fallo condenatorio contra un grupo de hombres que violó a una joven en el Festival de San Fermín, en Pamplona, España.
APU: A modo de presentación: ¿por qué el caso de la Manada de Sevilla se volvió emblemático en la lucha feminista?
MBD: El caso de la Manada se trata de cinco varones adultos de la Ciudad de Sevilla que en el año 2016, en el marco de San Fermín, en Pamplona, agredieron sexualmente a una joven de 18 años. Este caso es tomado como estandarte de lucha del movimiento feminista en un contexto que tal vez en el futuro los libros de historia definan como la cuarta ola del movimiento feminista. Este movimiento viene impulsado de nuestras latitudes, específicamente desde Argentina, cuando el movimiento de mujeres sale a la calle masivamente el 3 de junio del 2015 para pedir que se terminen los femicidios, provocados por el caso de Chiara Paez, en la provincia de Santa Fe. Ahí tomó impulsó Ni una Menos que se ramificó a otros países. Por ejemplo: en el caso de España el paro internacional de mujeres tuvo una adhesión de seis millones de mujeres.
APU: ¿Qué cree que expresa el fallo de la Justicia española y la tensión institucional que se generó tras el mismo?
MBD: Apenas se conoció la sentencia de La Manada, el 26 de abril, el movimiento feminista convocó a las calles a manifestarse en contra, con una repercusión masiva en distintos puntos del país, tan sólo horas después de la lectura del veredicto.
Desde ese momento, muchos medios de comunicación comenzaron a desviar el centro de atención de la injusta sentencia judicial hacia una vergonzosa disidencia, pasando por alto todos los estereotipos reproducidos a lo largo del fallo, y también, obviando una tipificación penal que en nada ayuda a las víctimas de agresiones sexuales y da pie para resoluciones judiciales con estas características.
A lo largo del fallo mayoritario, casi unánime, evitan hablar de violencia e intimidación utilizando todo tipo de eufemismos tales como incomodidad, apremio, desasosiego, inquietud, banalizando de esta manera la experiencia vivida por esta mujer, como siempre se han banalizado las experiencias de violencias sexuales que hemos vivido las mujeres. Es un claro ejemplo más de la sociedad machista en la que vivimos y de manera específica en los estereotipos sexistas que subsisten en el poder judicial español, pero que no es un fallo aislado, así como tampoco el poder judicial español es tan distinto al de otros países.
Este fallo lo que enseña es que las mujeres, además de ser violadas, tenemos que ser prácticamente asesinadas para que se nos crea, con lo cual, cualquier recurso propio que logremos activar para sobrevivir puede ser utilizado en nuestra contra.
Como bien señala Encarna Bodelón, directora del grupo de investigación feminista Antígona, el problema que tenemos en primer lugar es que la formulación del Código Penal español sobre la agresión sexual no es correcta y no está de acuerdo al Convenio de Estambul ratificado por España, que obliga a los estados a que definan las agresiones sexuales como sexo no consentido, sin la necesidad de violencia o intimidación, que deberían ser establecidas como agravantes.
Y en segundo lugar, tenemos el problema del machismo enquistado en instituciones como el poder judicial pero también en el gobierno, que a partir de las repercusiones de la sentencia a La Manada ha convocado a un grupo de veinte juristas para estudiar la reforma de los delitos sexuales, pero que no ha convocado a ninguna mujer. El movimiento feminista, en constante alerta, se ha hecho eco y ha exigido que se convoque a mujeres catedráticas e integrantes de asociaciones de mujeres.
APU: En los últimos días se conocieron audios de los violadores que "celebraban" sus actos contra las mujeres. El mismo nombre del grupo: "La Manada" hace alusión a un exaltación del machismo. ¿Qué nos dice este rasgo sobre la violencia machista y su naturalización?
MBD: "La Manada" no fue apodada así por algún marketinero medio de comunicación. Ellos cinco, junto a otros varones, tenían un grupo de whatsapp con este nombre, en el que compartieron imágenes de la violación grupal, antes, durante y después, así como comentarios jactándose y recibiendo felicitaciones por tamaña hazaña, inclusive alguno un poco más realista atinó a organizar las visitas a la prisión para llevarles tabaco; mensajes que, vale señalar, fueron rechazados como prueba por el tribunal. De todo esto se observan repercusiones en dos sentidos antagónicos: uno, del movimiento feminista y de buena parte de la ciudadanía, que ha salido a las calles y que ha plantado bandera dando las discusiones en los medios de comunicación y en cada resquicio que fue posible, abriendo las grietas de un sistema patriarcal que se empeña en contener lo incontenible, y que, éste es el otro sentido, tiene sus herramientas en periodistas y ciudadanos que tergiversan los hechos y las noticias, cambian palabras, horarios, difunden en las redes el rostro, el nombre, posibles apellidos y domicilio de la víctima, para defender a cinco de sus exponentes y un sistema patriarcal que más tarde o más temprano, se va a caer.
APU: Existió un cuestionamiento a los argumentos utilizados por el tribunal que expusieron una logica patriarcal. ¿Podría explicar la discusión?
MBD: El contrapunto fue entre las acusaciones, formuladas por el Ministerio Fiscal, la acusación particular, y las acusaciones populares, que sostuvieron que los imputados deben ser condenados por los delitos continuados de agresión sexual (arts. 178, 179 y 180 incs. 1 y 2 CPE), por entender que había existido violencia e intimidación para consumar los hechos; y lo resuelto por el tribunal, que calificó los hechos como constitutivos del delito continuado de abuso sexual con prevalimiento, es decir, que entiende que no existió violencia ni intimidación hacia la denunciante (art. 181 inc. 3 subtipo 4 CPE).
En realidad no hubo una discusión técnica legal. Lo que se encuentra en la sentencia es una interpretación judicial mayoritaria donde se cuelan los estereotipos y los prejuicios de género existentes en parte de la sociedad sobre la violencia sexual, en los que se culpabiliza a la víctima desde un principio. Y luego ella, debe demostrar que hizo todo lo posible al punto de poner en peligro su vida para evitar esa situación. Quien está en el banquillo, también, es ella, y esto no sucede con ningún otro tipo de delito. Ello se observa claramente en la única disidencia, que hace diferente valoración de las pruebas y no observa en los videos “cosa distinta a una cruda y desinhibida relación sexual entre cinco varones y una mujer (...) y en la que ninguno de ellos (tampoco la mujer) muestra el más mínimo signo de pudor(...) Sí de una desinhibición total y explícitos actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo en todos ellos, y, ciertamente menor actividad y expresividad en la denunciante (...)”. Así, se revela que más allá de los incumplimientos de compromisos internacionales por parte del estado español, los operadores jurídicos trabajan sobre norma presunta, y pretendidamente neutrales, pero que no lo son, que tienen detrás una estructura que las sostiene, que es el sistema patriarcal. Estas leyes en general, estos pronunciamientos judiciales en particular, y esta violación grupal, como otras tantas, tienen efecto e impacto no sólo en las víctimas, sino en todas las mujeres y cuerpos feminizados, diciéndonos que no tenemos derecho a salir de fiesta y volver a casa. Que tampoco tenemos derecho a desear y a no desear, y que si algo malo nos sucede, se nos tiene que ir la vida en ese momento, porque sino seremos sometidas al escarnio público.