Caso Johana Ramallo: cuando desaparecen las pibas pobres, ¿quién las busca?
Fotografía: Nicolás Mañez
Por Soledad Allende
Julieta Rosas fue beneficiaria del programa Ellas Hacen y actualmente integra la mesa política del frente de cooperativas que lleva el mismo nombre. Es sostén de hogar, militante del barrio Las Palmeras y pertenece a la organización Unidos y Organizados. En la actualidad estudia comunicación popular en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Conoció la facultad a través de los convenios educativos establecidos entre el programa y dicha facultad.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fue el proceso de construcción de la identidad del programa ‘Ellas Hacen’?
Julieta Rosas: En estos ambientes de capacitación laboral las compañeras empiezan a reconocerse como personas que tienen derechos. Había áreas de contención que se articulaban con esas realidades y el taller terminó siendo una especie de refugio, y después de lucha. Muchas compañeras entendían que era algo natural el golpe, la violencia psicológica, la violencia económica. ‘Hago lo que quiero con vos, con tu cuerpo, con tus hijos porque son objetos de mi posesión’, y el programa funcionó con eso, con quebrar esa cuestión naturalizada de la violencia a las mujeres. Uno lo ve más claro en los sectores más vulnerables: ‘Sos pobre y mereces además todo esto’. Descubrimos muchas cosas, cuestiones como la violación y el mito de que el violador es siempre un desconocido. Acá empezamos a ver que eran los propios maridos los que violaban a las compañeras. Eso empezó a tomar forma en un proceso de empoderamiento de muchas compañeras, porque en este intercambio de historias y de reconocimiento de nuestros derechos también empezamos a reconocernos en un proceso de liberación de todo eso. Las que fuimos saliendo tomamos la mano de las que se quedaron, o que volvieron.
Cuando el Estado se compromete, se ve todo esto que teníamos: los grupos de contención. Cuando el Estado te suelta mano, se ve lo que está pasando ahora: las compañeras perdimos a nuestra compañera Johana Ramallo, que está en nosotras, en nuestras banderas.
Con Marta (Ramallo) siempre charlamos sobre por qué desapareció Johana. Ella estaba siendo muy contenida en el taller. Johana tenía contención en los talleres, en los capacitadores y en las psicólogas que había en Gambier. Tenía la guardería para los nenes, porque todas iban con los hijos a los talleres y también tenían que estar contenidos. Cuando todo eso desapareció Johana volvió a la calle.
APU: ¿Qué piensan de la prostitución?
JR: La prostitución es un último recurso. Hay algo que empieza a dejar de ser natural y es este discurso que se parece al de la mujer golpeada: “A la mujer le gusta ser golpeada, a la mujer le gusta ser prostituta, por eso no se va”. Nosotras pensamos que hay actores que se están corriendo del lugar de responsabilidad: el Estado es el principal responsable. Erradicar la violencia es generar los recursos para que las mujeres podamos elegir y también es Intervenir las instituciones que actúan en complicidad para garantizar los secuestros de nuestras compañeras. Cobrar nuestro primer sueldo para muchas implicó salvarse la vida, la de ellas y la de sus hijos. Las compañeras cobraron el primer sueldo y huyeron con sus hijos.
La prostitución es algo que genera el mismo sistema, porque ahí hay una cuestión muy grave y es que la mujer no es una mercancía; y hay muchas cosas de las que, desde el discurso machista y patriarcal, intentan convencernos: que a la mujer le gusta ser golpeada, violada y todas esas cuestiones. Y lo que no se quiere ver son las responsabilidades en esta situación. Si no, que vayan a ver en los prostíbulos cuantas compañeras del interior hay, que vinieron engañadas y las sostienen drogadas. La policía actúa en complicidad, los jueces, el ejecutivo y el Estado actúa como garante de políticas que nunca llegan.
Johana no desapareció en cualquier escenario, las muertas que estamos teniendo: las compañeras golpeadas y las desapariciones, no las tenemos en cualquier escenario. Las tenemos en un escenario donde el Estado soltó la mano. Esto cambia si el Estado se compromete con los sectores más vulnerables. Cuando desaparecen las pibas pobres, nuestras hijas, nuestras compañeras de trabajo, nadie las sale a buscar. Nadie las ayuda, ni las apoya. Son nadie. Y encima las criminalizan, porque la compañera que desaparece ‘seguramente se lo buscó’. Si se habla de Johana en los medios de comunicación, es porque la madre, las compañeras de su organización y del programa exigen al Estado que se haga responsable.
APU: Algunas de ustedes estuvieron en la vigilia por la legalización del aborto: ¿Qué piensan sobre este tema?
JR: Nos parece importante destacar que los que están en contra de la legalización, nos quieren plantear el debate como si ellos fueran los que están a favor de la vida y nosotras en contra. Fue una manera que tuvieron de manejar el tema para no profundizarlo. El tratamiento del tema del aborto en los barrios es una cuestión que no está saldada, porque mediáticamente se trató muy por arriba. El aborto existe como realidad y son nuestras compañeras del barrio las que se mueren. Porque la clase media aborta en clínicas. Este gobierno, cada vez que firma un papel, declara el genocidio de ¿cuántos pibes? Me parece un poco hipócrita que algunos sectores del poder estén hablando de estar a favor de la vida, porque lo que venimos notando es que tienen un compromiso más con la muerte que con la vida. Lo que se está pidiendo no es que las mujeres aborten, si no que las mujeres que toman la decisión de abortar puedan hacerlo. Porque la mujer no es un objeto, una prolongación del hombre. Queremos que la mujer tenga un acompañamiento y que se garantice la integridad de su vida en la decisión que tome. A la par de eso deben estar las ESSI: Consejerías de Salud Sexual y Reproductiva. Por ejemplo, es alarmarte la cantidad de casos de HPV que tenemos: hay cuestiones de las que el Estado no se quiere hacer responsable, cuando es el que debe garantizar la salud pública y la igualdad. Por eso llevan la discusión a esa dualidad entre “los que están a favor de la vida” y “las que no”.