Las hijas del fuego: la liberación feminista se contagia
Por Abril García Mur y Juan Manuel Ciucci
¿Qué puede un cuerpo? ¿Qué pueden muchas cuerpas? ¿Cuánta libertad contienen siempre a punto de estallar? ¿Qué es el placer? ¿Cuán político es el deseo? El sexo, el encuentro, el placer, no como pauta de consumo sino como experiencia libertaria.
El porno como búsqueda parece ser un arduo recorrido, que puede expulsarnos ante la sensibilidad que nos construyen. Tanto por los mandatos del patriarcado, como por los temores y frustraciones que nos habitan. Hace tiempo ya que es parte de una búsqueda por una reconfiguración de los géneros que pueda escaparle a la violencia y la cosificación patriarcal. Albertina Carri la recrea en Las hijas del fuego, que es también la búsqueda de su propia película. Un juego de escenas, una puesta en abismo que no intenta el distanciamiento crítico, sino ampliar con el recurso las zonas de interrogación que al andar el camino se nos presentan. El placer no aparece como mercancía sino como punto de partida para la exploración individual y colectiva. Para cuestionarnos la necesidad del deseo como reivindicación y urgencia política. Feminismos retratados en una porno lésbica: habitar todos los espacios como el goce, y no sólo el de las violencias y reclamos contenidos en este largo camino de transformación.
Una banda libertaria va subiendo desde el sur, el remoto fin del mundo. Se va contagiando en el camino, escapando de la imposición, haciendo del goce libertad entre hermanas oprimidas. Esta "road movie" (con uno de los finales más inquietantes y bellos de la historia del cine) va encontrando en su andar los puntos de un programa que aún no ha sido dicho, o que se torna archiconocido, tanto como las injusticias que combate. Nuevo pueblo nómade, que no mantiene un poder a partir de la herencia, sino que construye sororidad en el hacer.
Cuerpos desplegados, gozados y gozantes, que reconfiguran los espacios que habitan, sean la patagonia argentina o una vieja iglesia derruida. El desafío está en la mirada que arrastramos, y en los modos en que encuentra una clave para traducirnos la proclama libertaria. ¿Qué vivencias deben acompañar la proyección de Las hijas del fuego para lograr esta otra libertad?¿Podrán estos cuerpos escapar al ojo patriarcal que encuentra goce también allí? ¿Importa si lo hacen? La película se propone ser, explorar, estallar, encontrarse en estos cuerpos entrelazados. Cómo la miremos termina siendo un problema de nosotres, o una oportunidad.
Nuestro cuerpo es nuestro: transgredir la individualidad corporal para volverla potencia con otras. Esa experiencia colectiva en la que se embarca cada compañera que se suma al viaje traspasa la pantalla para invitarnos a ser parte: excitarse o incomodarse. Ver una porno a sala llena que nos pone frente a una inigualable fantasía: el sexo no fálico. La presencia masculina está completamente excluida. Ni varones produciendo, ni dirigiendo, ni protagonizando. Tampoco siendo técnicos, ni guionistas. Tampoco cogiendo. La revolución feminista laboral, cultural, sexual.
Este jueves 1 de noviembre a las 22.45 el Gaumont se prende fuego con todas las mujeres, lesbianas, trans, travestis que no han podido quemar.