24 de marzo: memoria, cine y poesía
Empecé la semana de la Memoria entrevistando a Adolfo Pérez Esquivel, entre la tormenta material y simbólica el libro que hizo con Pablo Melicchio me colmó de esperanza, ocupó un espacio que creía haber perdido entre tanta turbulencia.
En el libro repite esta frase: “Vaciar el cántaro para que entre la luz” eso me quedó dando vueltas en la cabeza, entonces cada vez que me siento a escribir pienso que, de alguna manera, estoy vaciando el cántaro.
Cuando hago una reseña trato (dentro de la celeridad de la semana) de elegir las palabras adecuadas, como si estuviera trabajando sobre un poema.
Estoy corrigiendo unos cuentos con una maestra y el otro día estuvimos un rato con la palabra inamovible, ¿Por qué pusiste inamovible? me dijo. No sé, le respondí, aunque sé que a veces algunas palabras me suenan con la anterior y las ubico por una cuestión rítmica y solo eso.
En las reseñas intento ser más cuidadosa, aunque a veces tocan algunos temas que atraviesan diferente, como ahora: hablar de la memoria en este contexto en que nos cuesta entender que haya personas dedicadas exclusivamente a cercenarla y pensamos maneras para evitarlo.
Entonces, cuando me trabo por la emoción me acuerdo de Casas diciéndonos: “Cuando no encontrás las palabras para algo decilo en voz alta, contáselo a alguien, al escucharte vas a ver que era con palabras simples”.
O una vez que le dije a Hugo Correa Luna, atrapada con una párrafo que no me salía: “Yo quiero poner que la persona está bien” y me respondió: “Y bueno Inés, poné eso”. Y todo se acomodó.
De esta manera, abordaré mi mirada acerca de la importancia de la cultura en esta fecha, en este momento.
Volví a ver Los rubios, de Albertina Carri y vi por primera vez: Sinfonía para Ana, de Virna Molina y Ernesto Ardito, no sin antes seguir abriendo interrogantes.
¿Cómo se construye la historia de un país? ¿Cómo se recupera el olvido? ¿Cuál es el puente entre la emoción y los hechos? ¿Cuál es el hilo que teje la trama? ¿Con qué material se compone la ausencia?
Adolfo Pérez Esquivel menciona a un poeta francés, Raoul Follereau, que dice “Nadie puede ser feliz a solas”, en consonancia con esta frase y leyendo sobre la memoria al sociólogo Maurice Halbwachs, refuerza la idea de que los recuerdos son colectivos, que nunca estamos solos y siempre llevamos con nosotros un número de personas inconfundibles.
Esta memoria individual y autobiografía constituye la memoria colectiva, a partir de la pertenencia a un grupo o sociedad, pero: ¿Cómo se conserva esa memoria? ¿Cuáles son los puntos de referencia? ¿Cómo la materializamos para que establezca una suerte de continuidad con el presente? Lo cierto es que el encuadre y la forma que le demos es la que va a permitir la perdurabilidad, lo que va a fortalecer la identidad a través del tiempo de aquellos recuerdos en los que los miembros de ese grupo se identifican.
Aquí el arte cumple un rol fundamental, porque conjuga pasado y presente, porque reemplaza la pérdida por algo corpóreo.
El cine nacional es un ejemplo de reparación histórica, es una parte fundamental para cultivar la Soberanía cultural de un pueblo.
En varias oportunidades me tocó entrevistar a escritores/as chilenos/as, hay una generación que escribe sobre la infancia y la dictadura, que intentan rescatar algo de lo que sucedió para que se conozca la historia de su país, sienten la responsabilidad que el estado no contempló nunca en ningún nivel, ni político, ni cultural, ni social, ni educativo.
Acá nos ampara esa especie de bendición, una democracia con libertad de expresión, una democracia que desde los ámbitos civiles, institucionales y a través de distintas y múltiples expresiones se atrevió a decir Nunca Más.
Un Nunca Más que el gobierno actual pone en duda, no porque niegue lo que pasó sino porque lo reivindica.
De esta manera pretende eliminar todo rastro de reparación o restablecimiento de derechos como el Ministerio de la mujer o el INCAA.
En esta coyuntura lejos de apagarse, se enciende la llama de lo colectivo y proliferan todas aquellas expresiones que surgieron para recordarnos el legado.
Los rubios, de Albertina Carri, es la historia de la familia Carri desde la perspectiva de la hija menor. Un documental que recorre testimonios, lugares y archivos de la vida, detención y posterior desaparición del sociólogo, Roberto Carri y su esposa, Ana María Caruso, Licenciada en Letras.
La decisión narrativa de Albertina fue cumplir con el rol de directora y elegir a una actriz, Analía Couceyro, para representarla. Este desdoblamiento permite ampliar la búsqueda y multiplicar los sentidos de la obra.
Por momentos nos encontramos con una Albertina que cuenta desde la distancia y otra que vive la emoción con intensidad desde el lente de una cámara pero asistiendo a todos los detalles y encuentros.
La película de Albertina es experimental, muestra el proceso creativo de la investigación, utiliza pocos recursos y un pequeño equipo de trabajo que va intercalando los roles, combina ficción y realidad, se mueve en diferentes planos, utiliza la intertextualidad e incorpora distintas disciplinas artísticas. Prevalece lo visual pero la función de las palabras parece marcar un eje determinante en el film.
La sinergia entre la directora y la actriz, cuando dialogan luego de ciertos momentos de shock para la historia, logran el clímax de la película.
La trama personal enmarcada en el presente se fusiona con la tragedia colectiva: los trayectos de la casa de la infancia de donde fueron llevados y vivían con sus tres hijas, Paula, Andrea y Albertina; el lugar donde ejercían su militancia; las charlas con los vecinos.
Es un film necesario que nos permite volver una y otra vez sobre nuestro pasado pero desde la singularidad de cada uno de los compañeras y compañeros desaparecidos por la última dictadura militar.
Como espectadores/as acompañamos la búsqueda, miramos desde los ojos de hija y también nos preguntamos por qué. Y en el medio de la incertidumbre queremos que esa niña vuelva a pedir deseos.
En Los rubios somos testigos de la maquinaria de la memoria. En una escena Albertina (Analía) escribe en una pizarra: “Exponer a la memoria en su propio mecanismo. Al omitir, recuerda”.
Los rubios se estrenó en el año 2003, fue la primera película de Albertina Carri, con guión de la directora y Alan Pauls.
¿Cómo se construye la historia de un país? ¿Cómo se recupera el olvido? ¿Cuál es el puente entre la emoción y los hechos? ¿Cuál es el hilo que teje la trama? ¿Con qué material se compone la ausencia?
Sinfonía para Ana, de Virna Molina y Ernesto Ardito; basada en el libro homónimo de Gaby Meik, es una película de ficción basada en hechos reales.
Cuenta la historia de dos amigas del Nacional Buenos Aires entre los años 74/76, la militancia y el despertar a un mundo adolescente después de la muerte de Perón y en los comienzos de la dictadura.
El film de dos horas muestra la dictadura desde la mirada de las adolescentes, emplea un montaje narrativo donde intercala escenas reales con escenas de ficción y marca una continuidad de los hechos en el tiempo.
Ana le graba una cinta a Isa reviviendo los distintos momentos de la militancia y lo manifiesta como el mejor momento de su vida; luego el devenir de la película profundizará en la temática política y social.
La amistad, el amor y la militancia confluyen en un contexto oscuro del país.
Lo espontáneo y la frescura de las protagonistas se traducen en la fotografía de la película. El uso de la voz es funcional al relato como hilo conductor.
El tópico de la memoria y la reconstrucción trabaja en conjunto con la ideología. Los ideales como punto de partida aun en las épocas más difíciles: “Nos pueden matar, pero las ideas no mueren con las personas”, dice un personaje.
La idea de grupo y de sentido de pertenencia también cobra valor en el marco de un colegio tan emblemático.
Reconstruye la memoria, indaga sobre los hechos, muestra la preocupación de los padres con sus hijos militantes, aborda la temática del exilio y el desgarro que significa para un adolescente alejarse de sus afectos.
Visibiliza la pérdida desde distintos aspectos: un viaje, el fin de un noviazgo, las despedidas, la muerte.
Es una película que dialoga con La noche de los lápices, el dolor y la muerte en el momento del despertar a la vida. ¿Cómo se enfrenta un adolescente a las pérdidas? ¿Cómo convive el resto de su vida con la ausencia?
Sinfonía para Ana es del 2018 y está protagonizada por Isadora Ardito; Rodrigo Noya, Rafael Federman, Rocío Palacin, Mora Recalde, Vera Fogwill, Ricky Arraga y Javier Urondo.
Puede verse por Cine AR Play del espacio INCAA.
El jueves fue el día internacional de la poesía, a raíz del comunicado de HIJOS fui a buscar un poema en particular, de Juan Gelman, que dice así:
y los pedacitos de los compañeros/ ¿Alguna vez se juntarán?
Y luego retoma:
Ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país/ hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/pedacitos que fueron alegría/ combate/confianza/ en sueños/sueños/sueños/sueños
Y los pedacitos rotos del sueño/se juntarán
alguna vez?
¿se juntaran algún día/ pedacitos?
¿Están diciendo que los enganchemos al tejido
del sueño general?
¿Están diciendo que soñemos mejor?
Quizá hoy, en la Plaza, algo de esto suceda.