Documental “Leaving Neverland”: ¿Y ahora qué hacemos con Michael Jackson?

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Documental “Leaving Neverland”: ¿Y ahora qué hacemos con Michael Jackson?

21 Marzo 2019

Por Nicolás Adet Larcher

¿Qué hacemos con el legado de Michael Jackson? ¿Se puede separar al artista de la obra? Las preguntas aparecen después del estreno del documental Leaving Neverland en las pantallas de todo el mundo. El caso de Jackson no es el primero, pero sí es el que alcanza a un artista de estas proporciones. Un modelo de mega estrella que ya no fabrican, pero que perdura como legado.

Pensar en Jackson y en su música es pensar en los días en los que esperábamos sus videos frente al televisor. Beat it, Thriller, Bad, tenían puestas en escena que parecían deslumbrantes. Batallas con navajas en las calles, zombies bailando, pandilleros en patines, las performances de Jackson –como dice el escritor Mark Fisher – encarnaban la voluntad de la dominación planetaria de un capital que se había materializado “en un cuerpo postracial, posthumano y andrógino”. Jackson, en los ochenta y en sus años posteriores, en la estrella de un mundo globalizado y mediatizado que lanzaba sus tentáculos a distintas latitudes.

Leaving Neverland hoy causa revuelo porque su estreno coincidió con un contexto histórico en dónde los testimonios de las víctimas de abuso pasaron a ser piezas cruciales para desarmar tramas oscuras y enredadas. Para la década del ochenta y principios de la década del noventa, a pocas personas les sorprendía que Jackson se paseara públicamente en sus giras llevando a niños de la mano, que los invitara a dormir a su rancho de mil hectáreas o que la prensa los denominara “acompañantes de gira” sin ruborizarse. Hoy eso sería imposible. Con movimientos como #TimesUp, #MeToo y #NiUnaMenos, muchas cosas cambiaron, hay situaciones que ya no pueden sostenerse sin que existan repercusiones.

Críticas

El documental revolvió el avispero. Celebridades como Sia, Judd Apatow, Ellen Degeneres, Oprah Winfrey o John Legend se horrorizaron frente a los testimonios de abuso contra Jackson y salieron a bancar públicamente a Robson y Safechuck. Los Simpsons retiraron el capítulo sobre Jackson de sus repeticiones televisivas, ESPN reemplazó una cortina del cantante por otra de Nirvana para uno de sus programas y varias radios quitaron su música de la programación. Desde el otro lado, personajes como Aaron Carter (Backstreet Boys) o la familia del propio Jackson repudiaron la difusión del documental. Incluso la familia se propuso demandar a HBO. En internet, fans del músico se dedicaron a subir horas y horas de videos en Youtube “desmontando” el documental, al que califican de falso. Los medios, por su parte, optaron por difundir la noticia dando entidad a los testimonios de las víctimas.

Los testimonios de Robson y Safechuck se potencian por tres cosas: primero, por la elección del documental de apelar solo a sus voces sin la necesidad de reconstruir los momentos a través de dramatizaciones. Segundo, porque reconstruye los escenarios sumando testimonios de familiares y exhibiendo pruebas documentales como fotografías, videos, audios y hasta regalos que Jackson ofrecía a los niños. Tercero, porque muestra una estructura afectiva convulsionada que se replica en sus acciones posteriores al formar una familia y continuar con sus carreras.

Antes del documental de HBO, es necesario recordar que las denuncias contra Jackson y los rumores de abuso ya existían. Ya había sido denunciado por abuso infantil en los noventa y a principios del 2000. Hubo arreglos económicos previos al juicio, pero también se llegó a una instancia de juicio oral, allanaron su casa encontrando pornografía infantil y un niño llegó a describir con precisión el aspecto de sus genitales (con la ubicación de ciertas manchas que el vitíligo le producía a su piel). Jackson fue declarado “no culpable”, elemento que sus fans esgrimen para defenderlo. El detalle es que Jackson fue absuelto por dos testimonios que lo favorecieron, uno de ellos fue el de Robson, que hoy se quiebra en cámara frente al documental de HBO, afirmando que le costó mucho tiempo comprender que lo que había sufrido era abuso y no una relación en igualdad de condiciones con el artista.

Ese último juicio entre 2003 y 2004, terminó de demoler los ánimos de Jackson. Empezó a tomar y a medicarse con más frecuencia, lo que lo alejó de los escenarios y lo llevó a preocuparse por reediciones de discos o reversiones de canciones y sampleos en nuevas canciones de figuras como Rihanna. Es conocido, su regreso anunciado a las pistas en 2009 no llegó y falleció antes de relanzar su carrera.

Pero ¿Hay que borrar a Jackson de la historia? ¿Es una solución posible? Probablemente no sea la mejor opción. Incluso negar a Jackson sería desconocer que sin él no existirían artistas como Bruno Mars o Justin Timberlake, por ejemplo. Dan Reed, director del documental, sostiene que Jackson fue un personaje que causó mucho daño, pero que no puede pedirle a nadie que deje de escucharlo en la intimidad. Lo que propone Reed es el ejercicio de una lectura crítica sobre la figura de Jackson y su obra. Que en la individualidad de la elección, también exista la conciencia de la figura a la que se está accediendo. Con cierta culpa incluso, porque la fluidez de la música de Jackson estaba construida a partir de la exaltación de cierto placer liberador para sus oyentes. Así como –en un ejemplo extremo– podríamos admirar la estética y la puesta en escena a través de planos de las películas de Leni Riefenstahl, sabiendo que fue la mayor productora de propaganda del régimen Nazi, también podríamos aplicar consumos críticos a obras de otras personas. Más allá de los consumos, lo cierto es que Jackson todavía cierra números en muchas billeteras, lo que dificulta que el debate sobre su legado tome otros tonos por fuera de borrar o no borrar. Hay empresas que compraron la explotación de sus derechos para los años que vienen y posiblemente no quieran soltar ese becerro de oro, ni extender debates por fuera de la onda expansiva del shock.

Durante toda su infancia, Jackson fue sometido y explotado por su padre para exhibir públicamente su talento artístico. Primero con sus hermanos, después como solista. Esa figura del artista torturado en algún momento permitía justificaciones al accionar excéntrico de Jackson (con sus parejas, su familia, sus cirugías, sus relaciones con niños) y, al mismo tiempo, fusionaba a Jackson con su obra, sin permitir ramificaciones paralelas. Sin embargo, en algún punto eso empezó a descascararse.

Una de las virtudes del documental está en la capacidad de desmontar esa admiración ingenua de la actuación excéntrica/traumática y revelar un modus operandi perverso de parte de Jackson hacia los niños. Una forma metódica de manipulación que absorbe a las familias para acceder a habilitaciones de tiempo y espacio. Como ejemplo, basta con ver otro documental llamado In Plain Sight (en Netflix) que dialoga perfectamente con Leaving Neverland respecto de la explicitación de un método. Un método que hoy está a la vista de quien quiera verlo.