Rengueando caminos desconocidos: la pluma envenenada de Symns ataca una vez más
Ilustración: Harol Bustos
Por Gito Minore
“Enrique fue el escritor más inmerso en un submundo pocas veces tan bien retratado como en sus relatos. Un ambiente de hampones baratos, de agonías subterráneas, de alucinaciones paranoicas y miedos totalitarios”. En un par de líneas, el Indio Solari define la poética de una de las voces vernáculas más poderosas de los últimos treinta años: Enrique Symns .
Al margen de todo canon y dueño de una incorrección política y literaria extremas, el creador de la mítica revista Cerdos y Peces, supo construir a lo largo de estas últimas tres décadas una narrativa venenosa, capaz de darle una paliza hasta el más bravo con su estilo incisivo, despojado de medias tintas y tibiezas.
Fantasmas de luz. Crónicas malditas de márgenes y fronteras, recientemente editado por Sudamericana, viene a reafirmar lo antedicho. El libro reúne una abultada selección de textos, publicados con anterioridad en diversas revistas en las que el autor colaboró: La Mano, C, Rolling Stone, Mavirock, THC, entre otras.
Crónicas filosas donde el Once nocturno, las calles de Soldati o el invierno en Mar del Plata se convierten en escenarios propicios por donde la pluma de Symns sale de paseo, trastocando la cotidianeidad en relatos que rozan lo irreal. Escritos que explicitan sin tabúes, las miasmas profundas de su sociedad, su tiempo y de sí mismo en medio de semejante infierno, pero que velan recelosas, una melancolía taciturna. Prosas ácidas donde, desde una honestidad sin estribos, pueden disparar sin miedo a represalias: “Es más cómodo viajar en silla de ruedas sobre la autopista de las emociones controladas. Es más cómodo que andar rengueando por caminos desconocidos. Es más cómodo internarse en el asilo de las costumbres que seguir recorriendo nuestro miedo a la oscuridad.”
Porque de eso se trata su escritura (como un imperativo categórico) de aventurarse por terrenos inexplorados. De no pensar siquiera en salir ileso.
En épocas como la nuestra, donde la “seguridad” además de ser una sensación perfectamente diseñada y envasada como premisa para la felicidad, se ha convertido en un valor en sí mismo, sumergirse en las aguas sin destilar de la narrativa de Symns, se convierte en un maravilloso antídoto contra la frivolidad en que se ha convertido gran parte de nuestra literatura.