“Era una época bellísima, de muchos sueños”
Por Diego Kenis
Hay tres hechos históricos que, cada vez más, conmueven la intimidad de Alberto Rodríguez, militante comunista y actor desde sus años del secundario. Uno, por herencia familiar, es la República española y su caída a manos del franquismo. Otro, el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile, el primer hito en que identifica el fin de una época de sueños militantes que por entonces parecían estar muy cerca de concretarse.
El tercer episodio histórico lo tuvo como protagonista y testigo: el crimen de su amigo y camarada David “Watu” Cilleruelo, dirigente estudiantil comunista en la Universidad Nacional del Sur (UNS) de Bahía Blanca. Rodríguez fue una de las últimas personas con que habló “Watu” antes que los matones de la Triple A lo asesinaran en los pasillos de la propia UNS, el 3 de abril de 1975. Tras la conmoción inicial, fue quien hizo la denuncia por el hecho, aportó su testimonio y hasta debió soportar un careo con Jorge “Moncho” Argibay, líder de la banda que respondía al rector interventor Remus Tetu y autor material del homicidio. Aún hoy tiene los recuerdos tan frescos y nítidos que su inconsciente los actualiza con actos fallidos. Dos veces debe corregirse: dice 2014 y 2015 por 1974 y 1975, respectivamente.
AGENCIA PACO URONDO tomó un café con él el viernes 5. Cuarenta y ocho horas antes se habían concretado los actos en recuerdo de “Watu”, que ahora presta su nombre a la principal calle interna del campus universitario bahiense. “Cada vez me cuesta más ir a los actos, me emociono mucho”, cuenta Alberto (en la foto, junto a sus compañeros y compañeras de militancia, durante el acto oficial de la UNS). El 5 de abril es, además, su cumpleaños. Pero hace tiempo no lo celebra. “No suelo festejarlo. No quiero echarle la culpa a ‘Watu’, pero el 5 queda muy cerca del 3”, confía.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo percibían ustedes del clima de la época?
Alberto Rodríguez: El inicio fue muy loco. Un día me lleva mi viejo a la Universidad. Cursaba en el edificio de (la calle) 12 de Octubre. Él para, y yo me bajo. Y unos tipos, que para mí eran unos viejos de mierda, estaban repartiendo volantes. Era inicios de 1974. El volante decía algo así como “zurdos de mierda, los vamos a reventar”. Lo leí y me les cagué de risa en la cara. ¿Qué iban a hacer unos viejos de cuarenta años en una Universidad donde movilizábamos 150 o 200 sólo nosotros, más la JUP, los radicales…? Así empezó, como unos loquitos repartiendo volantes y amenazando. ¿Qué importancia le podés dar a eso? Nada.
Pero cuando pasa lo del Negro… no tomamos una conciencia como que era una cuestión general, sino como que había una cuestión de la CGT contra alguien que le quería poner piedras en el camino dentro del movimiento obrero, desde la izquierda (NdR: se refiere al crimen de Luis Jesús “Negrito” García, militante del PRT y el Frente Antiimperialista por el Socialismo, asesinado por la Triple A en septiembre de 1974). Por supuesto que fue una movilización extraordinaria. Fue el día que empezaron a girar los muchachos en la “fiambrera”, como le decíamos a los dos autos que utilizaba la Triple A.
Ahí empezó el tema de cuidarnos. Después se da la toma de la UTN, cuando desalojan a los estudiantes. Ese es el día que marchamos, que nos amenazan en la UTN. Y ahí es cuando nos tirotean en el Concejo Deliberante, que estaba en el mercado municipal. Quedamos todos cuerpo a tierra, nos balearon desde un auto. Ahí fue donde vimos que ya no había joda. Eso fue en agosto de 1974.
APU: ¿Cómo recuerda el momento en que conoció a “Watu”?
AR: Yo llego a la Juventud Comunista en abril del ’72. Estábamos organizados por carrera, los números nos daban para eso. Yo cursaba Contador, aunque había comenzado en Filosofía.
A “Watu” lo conozco en el local, en una guitarreada. Era lo normal. No se ponía música para bailar, eso era visto como una cuestión hasta burguesa. Se charlaba, se tomaba una copa y se cantaban canciones de protesta. Los que tocaban la guitarra eran cuatro, y uno de ellos era “Watu”. Él tocaba la guitarra, incluso la eléctrica.
“Watu” era más grande que yo, tenía 23 y yo 21. Eran dos años, pero yo lo veía más grande. El día que a él lo matan, venía de discutir con los docentes. Porque también discutíamos los programas de estudio y, si venía un compañero que creía que lo habían bochado mal, íbamos y pedíamos una reunión con el docente y le cuestionábamos. Si había elementos para hacerlo, claro. Incluso elegíamos a los decanos, en asambleas generales de doscientos o trescientos estudiantes. Así elegimos, en mi carrera, a Ricardo Gutiérrez, que en ese momento era muy joven y años después llegó a ser rector de la Universidad.
Era un momento de mucha democracia. Una democracia desde abajo, real. Hacíamos los apuntes, con los mimeógrafos. Íbamos desde el centro de estudiantes a cada una de las aulas. Los docentes nos daban el material, lo picábamos esténcil por esténcil y lo copiábamos en el mimeógrafo. Un laburo de locos. Era una época bellísima, de muchos sueños…
Y ahí viene el golpe, de Chile. Ese es el primer golpe duro. Acá hubo una movilización tremenda. Desde la Asociación de Actores, hicimos un festival de apoyo al pueblo chileno. Con la COMACHI (NdR: por Comisión de Apoyo a Chile), donde el presidente era el doctor Pablo Lejarraga, socialista y abogado de presos políticos. Hicimos actividades por mucho tiempo, en apoyo a quienes venían de Chile. Hacíamos manifestaciones, movilizaciones.
¿Cuándo conocimos ya concretamente qué era la Triple A? En una reunión que tenemos todos, incluido “Watu”, que ya era dirigente, en una de las aulas del “palomar” (NdR: así se le llama al piso superior del principal complejo de aulas de la UNS, en cuya planta baja asesinaron luego a Cilleruelo). Ya era tarde, eran como las 11 y media de la noche. Se empiezan a ir. Y una de las chicas vuelve, y dice: “che, ahí hay unos tipos, con armas, en el hall”. Pensamos que exageraba. Pero nos organizamos para bajar, de a cuatro o cinco. Estaban pintando, en la pared central, las tres A. Ese día, estábamos todos. Si subían, podían haber hecho un desastre ahí arriba. Eso fue alrededor de septiembre del ’74.
Después de estos antecedentes, ya vamos derecho para el 3 de abril. Yo ya estudiaba y trabajaba en la embotelladora Cumbre, en Villa Mitre. Me pedí la mañana para inscribirme, y de paso estábamos volanteando.
APU: Antes del crimen de “Watu”, los partes de inteligencia registran una asamblea de 250 personas en la 72C, la principal aula de la UNS. Con participación del propio “Watu”. ¿Qué recuerda de aquellos encuentros?
AR: Ya sabíamos quién era Tetu, venía a desarmar todo lo que habíamos logrado armar en los últimos años. La unidad en esas asambleas era total. Estábamos todos dispuestos a dar batalla en contra de la intervención. La 72C explotaba de gente el día que hicimos la asamblea, como había ocurrido el día de la masacre de Trelew.
Recuerdo cómo se trabajaba para llegar a esas asambleas. Íbamos al aula, golpeábamos la puerta, pedíamos permiso al docente, que nos daba dos o tres minutos para convocar a los estudiantes. Y cuando había asambleas importantes, directamente levantábamos los cursos. No había tutía. Ahí tuvimos los primeros choques con (Néstor) Montezanti (NdR: abogado de los gremios de la ortodoxia peronista y de Tetu, acusado de haber formado parte de la Triple A y comprobado miembro de los servicios de inteligencia de la dictadura, se jubiló como camarista federal en 2016). Yo cursé con él y aprobé con la ley de prescindibilidad de empleados públicos de María Estela Martínez de Perón. Me había sugerido aprenderme los nueve artículos, se los dije de memoria, entré y salí. A los demás compañeros los tenía media hora de paseo.
En cuanto a las Asambleas, aquellas eran multitudinarias.
APU: ¿Cómo vivió el periodo posterior a aquel 3 de abril, con la impunidad judicial y el silencio institucional?
AR: Esto empieza el mismo día. Estoy ahí repartiendo volantes. Él (por “Watu”) pasa, charlamos dos palabras. Y cuando vuelve, ahí cae. El estampido del tiro retumbó por todos lados. Se armó un desbande… Los vi, al “Moncho” con los otros dos, él con la 9 milímetros en la mano. Yo corro por la parte de atrás, junto a otra compañera. Damos toda la vuelta. Cuando llegamos a la playa de estacionamiento de la 72C, venían los tres caminando, ya con las armas metidas en un bolso. Y ahí es donde declaro que los veo subir al Falcon del Rectorado.
Con Mafito (NdR: por Miguel Pereyra, también compañero de militancia) nos vamos de inmediato a hacer la denuncia, mientras otros compañeros llevaban a “Watu” al hospital. Fuimos a la Segunda, ahí nos subieron a una estanciera porque la Segunda no correspondía, y nos fuimos a la Federal. El policía que nos atiende nos dice que (los asesinos) tenían placas de la Federal, que no nos calentáramos. Después nos atendió un oficial, y él se borró. Pero antes nos dio el dato: “muchachos, al pedo la denuncia”. Y cuando estamos haciendo la declaración, ahí es que nos informan que había muerto “Watu”.
Dejé de laburar, de estudiar, mi compañera también. Los compañeros me piden que no fuera al velorio. Y se comienza la organización de la denuncia de los asesinos y de la responsabilidad de Tetu, en un encuentro el Hotel del Sur.
Veníamos del laburo, desde Villa Mitre. Y cuando vamos a entrar por la cochera, vemos que por la otra entrada entran “Moncho” Argibay y (Miguel) Chisu (NdR: ambos integrantes de la patota local de la Triple A). Nosotros corremos, para avisar a los compañeros que estaban en otros lugares, y cuando vienen ya había copado la Federal. Ahí le plantaron a Dante (Patrignani) un revólver, mientras los muchachos de la Triple A se habían ido tranquilamente. Ya llevábamos uno fallecido, y cinco presos. A partir de ahí, fue pelear por la libertad de los compañeros. Pero, estando ellos detenidos, comienza la dictadura. Entonces, la pelea fue para que quedaran a disposición del Poder Ejecutivo, que era la única forma de que no los chupen. Empezás a correr atrás de los hechos. Mientras tanto, matan a muchos compañeros.
Y viene otra época, en mi caso fuera de la Universidad. Embalando cajas de licores, militando a la salida del trabajo. Yendo a visitar a los padres de los compañeros. Porque no teníamos una preparación para tener gente en cana. Mi laburo era ése. Y junto los viejos de ellos les mandábamos cartas a todo el mundo.
APU; ¿Y cómo fue el regreso de la democracia?
AR: Yo nunca la pegué en estas cosas de la política. Nosotros veníamos de haber quedado en una cercanía muy buena con los compañeros de la Juventud Peronista. Esto había sido a nivel nacional. No estábamos ya en el peronismo-antiperonismo del ’45. Estábamos impulsando la Revolución. Pero en el ’83 ya no era lo mismo que en el ’73. Así se nos fueron varios a nosotros, porque no estaban de acuerdo en votar a (el candidato presidencial peronista Ítalo) Luder. Veníamos de Malvinas. Para qué te voy a mentir, yo salí a festejar la recuperación de Malvinas. Y no era el único.
Lo que renació con la recuperación democrática fue el luchar por las ideas. Pero era una cachetada atrás de otra. En el ’85, fuimos a defender a (el presidente radical Raúl) Alfonsín a Plaza de Mayo, y el tipo nos salió con la “economía de guerra”. Primero votamos a Luder, después salimos a defender a un gobierno que nos usó para imponer un plan económico de la derecha. Tropezamos bastante.
APU: Y en ese contexto, ¿cómo se vivía la reivindicación de los compañeros desaparecidos y asesinados?
AR: A todo esto, te cuento: toda la época de la dictadura, la Policía Federal viniendo a mi casa para notificarme de un careo con Argibay, adelante de (Hugo) Sierra (NdR: secretario del Juzgado Federal a cargo de Guillermo Madueño, fue imputado como partícipe de crímenes de lesa humanidad). En esos careos, parecía que yo era el asesino. Ni siquiera me pusieron un abogado. Fui citado sin saber que iba a estar sentado Argibay, y en un careo. “¿Quién te manda, pibe?”, me decía. Y el señor Sierra, callado. Y apretándome después a mí, porque yo había dicho que (en el momento del crimen) estaba conversando con un pibe, del cual no di nombre. Pese a eso, lo ubican y el pibe niega todo porque trabajaba como civil en la Base (Naval de Puerto Belgrano). Se agarran de eso, que él mintió para conservar el laburo. Salí a hablar con él, a decirle que yo no había dado su nombre. Y cuando vuelvo, ¿quién estaba afuera de la puerta, escuchando? (Gloria) Girotti (NdR: también secretaria del Juzgado Federal, y al igual que Sierra imputada en causas de lesa humanidad).
En cuanto a tu pregunta sobre Alfonsín, su gobierno fue muy ambiguo. Vamos a ser francos: el tema lo veíamos fundamentalmente en llevar a juicio a los militares, porque él se había comprometido con las Madres. Todo estaba puesto en el tema del juzgamiento a los militares. Eso se cae en “la casa está en orden”, en el ’87. Después de eso, ante la impunidad reinante, retomamos el rescate de la memoria de los compañeros. Ahí comienzan los actos de “Watu” en el pasillo. Al principio, éramos diez. Pusimos un cartel en la esquina, colgamos un cuadro pintado a mano en el edificio. Y después, ya venían algunos a pedirte información.
Yo hago la denuncia ante (el juez Norberto) Oyarbide, por la Triple A. Eso habrá sido en 2004, o 2005. Hasta entonces, nunca se había mencionado la responsabilidad de la Triple A. Hasta que, por las razones que sean, Oyarbide dejó abierta la puerta. Y luego esa causa única, se divide en varias. Y ahí viene esta causa acá, a Bahía.
La Universidad se presentó como querellante, bien. Pero también dejó a Montezanti adentro. Una Universidad ambigua, ¿no? A mí me quedó ese sabor amargo. Es lo mismo que si me preguntás por poner el nombre de “Watu” a una calle, en la entrada de Palihue. ¡Está bien! ¿Cómo no voy a ir? ¿Cómo no voy a estar, cómo no voy a aplaudir? Pero a mí me queda esa sensación ambigua, contradictoria. No estoy haciendo juicios de valor de las personas del rector tal o el vicerrector tal, porque no tengo conocimiento. Pero, si me preguntás, hubo actitudes durante el juicio académico a Montezanti que fueron, como mínimo, lamentables (NdR: ese proceso quedó clausurado por un presunto, y muy discutible, vencimiento de plazos de apelación).
APU: ¿Qué mensaje podría darles a los estudiantes de hoy, ya sin esas personas en la Universidad?
AR: Se lo decía a Andrea (Montano), la subsecretaria de Derechos Humanos de la Universidad: yo sigo insistiendo en la necesidad de que en cada carrera se estudie el tema de los derechos humanos. Para darte una idea: acto de nominación de una calle “David ‘Watu’ Cilleruelo” en la calle que pasa por Agronomía. Entra Ana Colantuono (NdR: militante comunista desde sus años de estudiante secundaria, asistente a la asamblea del Hotel del Sur referida más arriba y víctima de sucesivas detenciones y secuestros durante los años del terrorismo de Estado). Como no conoce, pregunta: “¿dónde es el acto por ‘Watu’?” Era una mesa del centro de estudiantes. La hija les pregunta: “¿cómo, vos no sabés quién fue ‘Watu’?” No sabían. Pero peor fue lo que ocurrió hace un par de años en otro centro, cuando una compañera docente hizo un volante con una marca de agua que decía “¿Sabés quién fue ‘Watu’?” y lo llevó para fotocopiar. Se negaron, por la marca de agua.
Entonces, ¿qué puedo pedir? Que la Universidad genere dentro de cada carrera una materia obligatoria de estudio sobre derechos humanos. No de “Watu”, de historia de los derechos humanos. Qué pasó en este país. No puede ser que se reciban ingenieros, abogados, médicos, y no sepan qué pasó en este país. ¿Uno de cada cuántos lee la historia de nuestro país? ¿Cómo se los transmitís, si la Universidad no te da un ámbito así? No quiero decir que todos sean así, eh. Estoy hablando de una situación que creo que ha mejorado muchísimo en los cinco años que van de 2010 a 2015, aunque lamentablemente con los errores que hicieron que después llegara (Mauricio) Macri. El crecimiento en la participación de los jóvenes, de sus inquietudes en trabajos por la memoria… Hubo un crecimiento, no son los pibes del menemismo. Pero, con un cachetazo, llegan estos tipos y con los medios te dan vuelta la historia. Y los pibes, se enchufan un cablecito en el oído y qué me importa a mí de qué se trata este 3 de abril. Como cierro siempre en mis charlas: es una batalla cultural, en que se está jugando el futuro. No sé si se va a lograr. Pero yo la sigo dando.
Foto: Luis Salomón. En este enlace puede verse su cobertura completa del acto oficial por el Día de los Derechos Humanos de la UNS.