La amenaza macrista: más financiera que electoral
Por Juan Manuel Ciucci
Foto Camila Alonso Suárez
La contundencia del triunfo electoral del Frente de Todos ha cambiado el paradigma político nacional en apenas unos días. Lo que parecía impensado hace unas semanas hoy se ha vuelto moneda corriente: un sentido común completamente distinto comienza a ganar la escena pública. Los casos de los majul de la vida que saltan del barco en plena caída lo hace todo no solamente más visible, sino que da la pauta de la entente miserable que gobernó éste país desde 2016. El rey estaba desnudo, y ya nadie puede ocultarlo.
Sin embargo, la capacidad de daño del macrismo está más viva que nunca. No sólo merced a su inoperancia, sino especialmente a su voluntad de disciplinamiento social y cultural. Como voceros del "mundo", intentan explicarnos que la debacle es inminente salvo que la propuesta mayoritaria se niegue a sí misma, y emprenda el mismo camino que nos llevó a éste caos. Las palabras del lunes de quien preside aún los destinos del país, tuvieron una repercusión tan negativa que debió salir luego a disculparse y desdecirse, sumando más inestabilidad al final de su gobierno.
Es que la tesis expuesta ya no corre ni para sus ex aliados mediáticos: el planteo de una responsabilidad en Fernández de la actual crisis no hace más que afianzarla y perpetuarla. Y le quita a quien la enuncia toda posibilidad creíble de acción. Es por esto que inmediatamente se dudó de sus anuncios "populistas" y el precio de las naftas parece no llegará a enfriarse lo suficiente. Son pequeñas demostraciones de un fin de ciclo que amenaza con producir tanto daño como le sea posible ejercer. He allí la voluntad disciplinadora, en tanto que si no se muestra como viable para "el mundo" la próxima gestión, todo será aún peor. "Yo se los dije", dice Macri al retar al electorado, mostrándose al hacerlo tan derrotado que preocupa a propios y extraños. A dos meses de la elección definitiva, la actual gestión no puede manejar su derrota, y elige para ocultarla una estrategia que no hace más que profundizarla.
En tanto, ya no amenaza con un kirchnerismo que le quite gobernabilidad en el marco de protestas sociales, sino que lo enmarca en algo más abstracto, como la incertidumbre ante "el mundo" por lo que hará en un futuro. Así exige ahora un "pacto de la Moncloa" económico, donde antes de asumir deba el Frente de Todes explicitar que seguirá por el mismo camino ruinoso que le marcó el FMI a la Alianza Cambiemos. El grado de cipayismo es tal que el ejecutivo nacional habla en nombre de los capitales internacionales.
La trampa está echada, y lejos de dominarla una necesidad de revertir la derrota, muestra toda su voluntad de condicionar el triunfo. El macrismo exhibe entonces su ultima carta de compromiso ante sus garantes: ya incapacitado de ganarle al peronismo, debe al menos intentar limitarlo. En tanto, el país se encamina a una crisis profunda, ante la cual sus cómplices de ayer intentan despegarse. El camino será muy sinuoso para la Argentina futura, sabiendo que la habita un enemigo interno capaz de todo, incluso de su desintegración. Para quienes dicen defender los "valores republicanos", la voluntad popular de un cambio de rumbo no es más que una molestia, o un error. Dice Discépolo que la lucha es cruel y es mucha, vale la pena pues saber que estamos preparados y que en el futuro gobierno hay quienes saben y pueden revertir y neutralizar éstas crisis organizadas. Y que el porvenir no será de esos que se miran plácidos desde las pantallas, sino de los que se accionan en las calles y en las plazas. Son tiempos que piden de una novedad, es hora ya de comenzar a crearla.