Desafíos por venir: democratización y consumo
Por Agustín Lucas Prestifilippo
Los resultados a favor del Frente de Todos en las elecciones definitivas de octubre abren distintas preguntas que atraviesan el campo de la economía, la política y la cultura de nuestra sociedad. ¿Cómo interpretar el “mensaje de las urnas” luego de cuatro años de gobierno macrista? Efectivamente, por la capacidad de articulación hegemónica de elementos, niveles y temporalidades, la enorme hazaña política de Cristina de reconstrucción del más amplio polo opositor al neoliberalismo sorprendió a muchos. Esa articulación tuvo que vérselas con la tarea histórica de elaborar un dispositivo electoral de atracción de la heterogeneidad política del campo popular, llenar así de contenido ideológico a la unidad del peronismo, y condensar la pluralidad de las luchas sociales que durante estos años se expresaron en las calles en resistencia al avance neoliberal. Todo eso habla de una búsqueda de repensar en nuevas claves políticas los desafíos presentes y futuros por venir.
Volvamos a la pregunta urgente: ¿podemos interpretar el voto al binomio Alberto-Cristina como un voto eminentemente anti-neoliberal? Una mirada escéptica se retrotraería a las postrimerías del ballotage de 2015 para responderla. Durante algunos largos meses luego de la derrota, una serie de análisis hicieron uso de una determinada figura de la tragedia para interpretar el comportamiento político de esos electores que se habían decidido por acompañar con su voto la candidatura de Macri en segunda vuelta.
Podríamos sintetizar ese conjunto de hipótesis en los términos de un destino. Como si de alguna manera, en el afán de expandir los canales de la tan mentada autocrítica, ese comportamiento social mayoritario que se había expresado en las urnas de aquel entonces, luego de las épicas jornadas de politización del debate público en el que masivamente salieron a las calles de los centros urbanos distintas ciudadanías militantes comprometidas con la democracia popular y conscientes de lo que se ponía en riesgo con un eventual gobierno neoliberal, como si ese voto fuese, no obstante, el corolario necesario de años de redistribución de la riqueza y de promoción de un Estado social con un mercado interno consolidado.
Es conocida el teorema de la inversión paradojal: a mayor keynesianismo, mayores oportunidades de una auto-interpretación individualizante de la subjetividad. El efecto no puede ser sino la tendencia anómica a la desintegración del tejido social. A las políticas redistributivas de fortalecimiento de la capacidad de consumo de asalariados y sectores populares, decía esta apelación tragicista, le faltó la formación de una voluntad política democrática que permita vincular en el plano de la subjetividad de la ciudadanía los desempeños económicos del individuo con las necesidades y objetivos compartidos de la comunidad en la que se desenvuelve.
A diferencia de la tesis de Kalecki, para quien las políticas orientadas al pleno empleo sientan las bases de una radicalización del conflicto social por el rechazo de clase que genera el empoderamiento popular entre los dueños y administradores del capital, esta nueva lectura sostenía que el rechazo a las políticas por la igualdad se originaría en las mismas clases sociales que habrían logrado ascendender en la estructura social. Paradójicamente la realización práctica del principio igualitario en términos de justicia, por su proyección en el espacio consumista del capitalismo post-fordista en los que se efectiviza, sienta su propio “huevo de serpiente”, poniendo en práctica el círculo ominoso de la mercantilización entre aquellos sujetos en los que los gobiernos populares buscan sustentarse. El destino trágico de las políticas de consumo y justicia social entonces es el camino inexorable de una eterna repetición de lo mismo. La apresurada conclusión luego declara en un sutil deslizamiento: el neoliberalismo como efecto del keynesianismo. Macri como producto de Cristina.
El problema de proyectar esos giros de análisis a las cifras de octubre de 2019 consiste en su craso economicismo y en la omisión del legado de luchas que han resistido en las calles durante estos cuatro años de destrucción neoliberal. El rotundo voto que dejó afuera de la competencia electoral al neoliberalismo argentino, y que cortó de cuajo las proyecciones electorales de Cambiemos, limitándolo apenas a la administración del gobierno local porteño y a una no menor aunque internamente fragmentada representación parlamentaria, no sería más que la consecuencia de un “voto castigo”, una finalidad instrumental de recuperar los puntos perdidos en el ingreso salarial. No hay incompatibilidad entre esta pulsión neoliberal y la hipótesis economicista de la tragedia de la democracia social. Pero, ¿sólo fue un sentido privado, netamente “económico”, el que orientó el comportamiento electoral de las mayorías que votaron a Alberto y a Cristina?
Como han señalado ya distintas lecturas sensibles, no sería correcto ni el análisis que explica los resultados del 2015 como el producto de un consumismo individualizado ni los de 2019 como efecto de lo mismo. El mayoritario acompañamiento del Frente de Todos hoy, como ayer, se nutre de un deseo de no-vasallaje, de una forma de vida no-individual, anclada en el cuidado mutuo y la solidaridad con los débiles, que requiere de reparaciones fundamentales para vastos sectores sociales en términos de recomposición del salario real y de asignaciones, pero que también pretende discutir una alternativa a lo que queda de la disecada globalización neoliberal, así como a las parodias de su superación en las experiencias autoritarias de radicalización de las derechas en la región y en el mundo.
Que en Argentina la crueldad sea marginada a un relato mediático, o a una declaratoria de intenciones de los promotores del odio, habla de una búsqueda colectiva de un gobierno democrático del mercado que, mediante la politización del consumo popular sepa conjugar los sentidos plebeyos de justicia que se reconocen en los rituales dispendiosos y las celebraciones comunitarias en el espacio público, como los que se expresaron corporalmente en las prácticas de la iconoclasia laica del 10 de diciembre de este año en Plaza de Mayo, con una crítica estricta del capitalismo cuyo horizonte siga siendo cambiarlo todo.
* El autor es sociólogo, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires.