Una crítica a “Ciegos”, el nuevo tema de Don Osvaldo
Por Yael Crivisqui
La salida del nuevo tema de Don Osvaldo, “Ciegos”, de la autoría de Álvaro Puentes y Gabriel Gerez, nos pone de cara a una situación que ya conocíamos y creíamos (en parte) superada... el machismo enquistado en uno de los bastiones más revolucionarios de la cultura: el rock.
Llama la atención que la misma banda que bregó por el aborto legal casi 15 años antes de que la discusión tomara las calles, y que cantó “Por fin el gobierno va a ser de una mujer”, cuatro años antes de la asunción de CFK, hoy repita lugares comunes y ponga en cuestionamiento la sexualidad de las mujeres.
“La ministra sale con el empresario, pero no siente nada bueno por él. Algunas veces coge con el comisario y otras veces con el cura y el juez”, es la frase en cuestión. Poco importan los nombres propios, pero de las ministras mujeres del gobierno saliente ¿es todo lo que podemos decir? Después de negar el genocidio, la desaparición forzada de Santiago Maldonado, de haber ideado un plan sistemático de represión a trabajadores y trabajadoras, de la doctrina chocobar, de la violencia institucional, de poner en duda las muertes de los hermanos chilenos por la represión. ¿Acaso éstos no son argumentos suficientes para cuestionar sin hacer ni siquiera mención de sus parejas sexuales? Señalar con quién se acuesta una mujer y alimentar el estigma que indica que las que ocupan altos cargos políticos llegan ahí haciendo favores de cama, ¿no atrasa? Esta película ya la vimos, y nos aburre el final.
Sabemos, por supuesto, que no se refiere a la literalidad sexual, sino más bien a la tranza. Pero, el problema quizás radica ahí mismo. La elección de las palabras nunca es inocente, y es desde ese lugar que nos interpela. Bajo ningún punto de vista esta reflexión es para cuestionar a Don Osvaldo, de hecho, cuando hemos tenido que argumentar en su defensa no nos ha temblado el pulso, sino contra un sistema de producción de letras que tiene que cambiar urgentemente, sobre todo cuando se manifiesta sobre un género que es altamente convocante. Tal vez hace una década atrás, hubiera pasado inadvertida. Pero la historia cambió, el Movimiento de Mujeres ya no aguanta una más. Pongamos un ejemplo reciente de este hartazgo: Zambayonny. Si bien no compartimos el punitivismo, sí creemos en las alertas que generamos, en algunos casos funcionan preventivamente y en otros, como este, cuando la acción ya está realizada y el objetivo es que se revise, en que la misoginia, en cualquier grado, debe estar erradicada en todos los ámbitos; también en la composición de letras en cualquier género musical. Hoy nos toca a nosotras, quienes formamos parte del público de las bandas de rock.
Todos y todas los y las que de alguna forma u otra pertenecemos a este público, debemos hacernos cargo de que hay ciertos contenidos que ya directamente no pueden reproducirse. Están cantándole a una generación de mujeres que no se banca ni un minuto más las prácticas patriarcales en todo el entramado social, pero sobre todo en sus lugares de pertenencia; y bien sabemos que las bandas de rock generan esos lazos. Son nuestras bandas, crecimos con ellos. Nos representaron en momentos donde sentíamos vacío tanto en nuestras vidas, como en distintos contextos políticos y económicos. Fueron y son nuestra voz. Nuestra historia. Entonces, ¿cómo vamos a permitir que no puedan estar a la altura de todos los procesos de trasformación social que fuimos haciendo?
En ese sentido, apuntar los cañones a una banda que fue vanguardia en muchas ocasiones y que enfrentó un proceso judicial plagado de errores y contradicciones, sumado a la estigmatización, es injusto e hipócrita. Pero por estas mismas razones, es que esperábamos un poco más. El feminismo les subió la vara a todas las bandas, a todos los músicos, al punto de cuestionar la (poca casi nula) participación de las músicas en los festivales de rock. La entrega del Gardel de oro a Marilina Bertoldi también mostró un quiebre en esta dirección: queremos ser protagonistas, no musas, y mucho menos objetos, y para eso necesitamos representatividad.
Necesitamos que los varones del rock empiecen a preguntarse qué dicen cuando dicen, y sobre quién lo dicen. Les exigimos que se cuestionen los privilegios que tienen por el solo hecho de haber nacido varones, y de poder haber hecho, en tanto, toda una carrera que durante décadas nos dejó fuera de escena, nos invisibilizó y nos utilizó. Así como también los invitamos, en esa misma línea, a que cuando critiquen el accionar de alguna mujer, más allá de que este en ejercicio de poder, o con alguna representatividad institucional, se haga desde la praxis y no por su condición de mujer.
Como público, así como respetamos el trabajo de los músicos que integran la banda, pedimos que no caigan en lugares comunes, clichés, misoginia, en críticas al sistema político desde un lugar pueril, sino que lo hagan con responsabilidad y respeto, no solo a nosotras, sino también a la propia trayectoria de quienes conforman DO, como es el caso de Patricio Fontanet, que ha sabido componer canciones emblemas, sumamente politizadas, y con visión a futuro.
En otras palabras: si no suben la vara ustedes, lo haremos nosotras.