Una tarde en Ezeiza con Luis D´Elía: "Tienen razón en meterme en cana, hace 30 años que le rompo las bolas a la oligarquía"
Por Mariano Dorr | Secretario de DDHH de ADAI-UNA, gremio de base de CONADU, miembro de la Intersindical de DDHH.
Lo que llama la atención en el relato de Kafka conocido como “En la colonia penitenciaria” no es tanto la crueldad de un procedimiento jurídico y un sistema de vigilancia como la necesidad kafkiana de detenerse y demorarse en la explicación detallada del funcionamiento del “aparato” con el que se ejecuta a la víctima. Es el aparato y sus engranajes lo que hace que las víctimas, los procesados, se vean sometidos al rigor penitenciario. Ese aparato infernal que describiera el autor de Ante la ley a comienzos del siglo XX nos permite pensar la lógica de legitimación de la institucionalidad jurídica que hoy conocemos y denunciamos como lawfare, una ingeniería mediático-jurídica -apoyada por carpetazos ad hoc de servicios de inteligencia- siempre lista para operar en contra de los movimientos populares y sus principales dirigentes.
En el Sinceramente de Cristina Fernández de Kirchner, Luis D´Elía aparece mencionado en dos ocasiones a propósito de la denuncia del ex Fiscal Natalio Alberto Nisman, en donde el dirigente social aparece junto a la propia Cristina, el ex Canciller Héctor Tímerman y Fernando Esteche como acusados de encubrimiento del atentado de la AMIA y Traición a la Patria. “Imaginate el honor que es para mí aparecer en el libro de Cristina al lado de ella, frente al pelotón de fusilamiento”, me dice D´Elía, a quien llamo directamente “Luis”, porque durante algunos años -cuando CFK ya estaba en su segundo mandato presidencial- fui columnista de libros en su programa de radio Siete Punto Cero, en Radio Cooperativa. Luego de años sin vernos, lo estoy visitando en el Módulo 1 del Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza gracias a la gestión de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, entidad que milita incansablemente por la liberación de los casi cuarenta detenidos por motivos políticos en la Argentina.
Lo primero que hago, después de abrazarlo y entregarle algunos libros (Sublunar. Entre el kirchnerismo y la revolución, de Javier Trímboli; Desde abajo y a la izquierda: movimientos sociales, autonomía y militancias populares, de Mariano Pacheco, ambos publicados por Cuarenta Ríos; y Marx y la literatura, un ensayo que acabo de publicar en Galerna), galletitas de salvado, yerba, mate cocido y litros de agua mineral, es decirle que estoy allí como parte del equipo de Derechos Humanos de CONADU, la Federación Nacional de Docentes Universitarios, y le comento que como Secretario de DDHH de la Asociación de Docentes, Artistas e Investigadores de la Universidad Nacional de las Artes (ADAI), vengo también en representación de la Intersindical de Derechos Humanos, donde más de cuarenta gremios de las tres grandes centrales obreras (las dos CTA y la CGT), trabajamos intensamente en defensa de los derechos de los y las trabajadoras. Le comento que con la intersindical nos reunimos la semana pasada en la Ex Esma con Horacio Pietragalla Corti, Secretario de DDHH de la Nación, y que Alberto… “estuvo el lunes pasado con los organismos”, completa la frase Luis.
Inmediatamente me agradece la visita y le pregunto cómo está él: “preso”, responde. Entonces comienza a darme algunos detalles que fundamentan su condición de preso político: el cable 1222 de WikiLeaks señala expresamente que la entonces embajadora norteamericana en Buenos Aires, Vilma Socorro Martínez, le indicó personalmente a Mauricio Macri -entonces, Jefe de Gobierno Porteño- que veía con disgusto que Luís D´Elía (“el aliado de Kirchner, piquetero y activista social”, según el cable) no hubiera sido encarcelado por los acontecimientos ocurridos en La Boca el 25 de junio de 2004 durante la toma de la comisaría 24 del barrio de la ribera. La embajadora norteamericana no solo le estaba reprochando a Macri que en su distrito D´Elía hubiera podido tomar una comisaría sin ser apresado, además le estaba llamando la atención a propósito del dominio macrista en el barrio de la Boca, espacio fundamental en su laboratorio político según explica Macri a la embajadora en el mismo cable. Macri nunca olvidó que D´Elía debía estar entre rejas por aquella toma que encabezó junto a una multitud en repudio por el brutal asesinato de su compañero de militancia, el “Oso” Cisneros, a manos de un dealer -Juan Carlos Duarte, hoy en libertad por reducción de pena- apañado por la policía de la comisaría 24.
“El actual embajador norteamericano, Edward Prado, no hizo más que ratificar aquel cable de noviembre de 2009”, me asegura Luis. Por otra parte, las acusaciones sobre los hechos ocurridos aquella noche de 2004 en La Boca incluían “atentado contra la autoridad”, “lesiones”, “daño agravado”, “privación ilegítima de la libertad”, “usurpación”, “intimidación pública” e “instigación a cometer delitos”. De todas ellas, solo la última prosperó, llevándolo a la cárcel de Ezeiza desde febrero de 2019. Si todas las demás acusaciones cayeron, ¿dónde y en qué momento se produjo la “incitación a cometer delitos”?, se pregunta Luis. La motivación política es evidente.
Con 63 años, repasa algunos acontecimientos de su agitada vida pública. En un arranque por resumirlo todo de un saque, dice: “en los 80, estuve al frente de 30.000 personas en la toma de tierras en El Tambo, La Matanza; en los 90, estuve con todo en la lucha de los desocupados; y a partir de 2003, con Néstor Kirchner”. Y agrega: “¡Tenían razón, la oligarquía y el imperio, en meterme en cana, si les vengo rompiendo las bolas desde hace treinta años! ¡Pero ojo, sin tirar ni un solo tiro!”.
La negra Thatcher
Cuando Luis tenía 25 años, ya era maestro (estudió con los salesianos y se formó en la teología de la liberación, haciendo confluir el pensamiento marxista con los evangelios) y tenía un hijo con su compañera, Alicia, más joven que él. Vivían en la casa de su suegra, en un barrio muy humilde, carenciado. Fue entonces cuando apareció la oportunidad de ocupar, junto con otras 800 familias, un terreno de 32 hectáreas, tierras fiscales: El Tambo, Isidro Casanova, en La Matanza. Con la ocupación (carpas, casillas, edificaciones extremadamente precarias) llegó la represión.
La violencia de la policía fue muy fuerte, “era represión ilegal, sin orden de ningún juez, al menos al principio”. Y Luis, ante tanta violencia, optó por regresar con su mujer e hijos a casa de su suegra, muy cerca de allí. Al día siguiente lo fue a buscar la líder de la toma, “la Negra Thatcher, que se llamaba Ema Leiva de Torres, una mujer increíble que había trabajado años atrás con el Padre Carlos Mugica; me vino a buscar a lo de mi suegra y de entrada me dio un cachetazo, ¿qué hacés acá? ¡Te necesitamos en la toma!”, recuerda Luis, que inmediatamente volvió a El Tambo y se armó un enfrentamiento feroz entre los ocupantes y las fuerzas de seguridad. “Había policía, pero también había civiles, en dos autos Torino, y algunos de ellos, de apellido Muñiz, habían sido parte de la Triple A”. La represión fue muy intensa, “a la Negra Thatcher la golpearon muy feo, ella iba muy al frente, y probablemente fue un culatazo lo que la dejó tan golpeada que a los pocos días se murió”, recuerda Luis. “Nos disparaban con 9 milímetros, a un pibe le lastimaron una pierna y la perdió, fue muy duro. Pero nosotros éramos muchos también, y les tirábamos con todo, con piedras, gomeras, con palos, con lo que fuera, y los autos de ellos tuvieron que dar una vuelta y escaparse, y me acuerdo que por muy poquito la horda nuestra no se queda con uno de los autos, estuvieron muy cerca de agarrarles el auto y despedazarlo todo”.
Luego, cuando intervino la ley, mandaron a llamar a Luis D´Elía como uno de los cabecillas de la toma, y cuando Luis se presenta ante el Juez Federal Dr. Juan Andrés Sánchez Sañudo, los dos se dan cuenta de que eran amigos de la infancia: “El Gordo Juan Andrés era el dueño de la pelota Wembley 1966 con la que jugábamos en el potrero, en San Justo; en esa época en el potrero nos juntábamos todos, los hijos de los pobres y los hijos de los ricos o de clase media, todos mezclados, y el Gordo tenía la pelota del Mundial de futbol de Inglaterra, la Wembley 1966, ¿sabés lo que era jugar con esa pelota en el potrero? Cuando me reconoce, en el Juzgado, me dio un abrazo enorme y la causa se terminó en ese mismo momento. Una cosa increíble. Todavía me preguntó, ‘¿te acordás cuando el viejo tano nos sacó la pelota y se la llevó a su casa para que no jugáramos más y vos me la salvaste?’ Porque yo les dije a los pibes que tiraran una piedra a la casa del viejo, que rompieran un vidrio, y entonces, cuando el viejo saliera a ver… ¡y ahí yo entro a la casa rápido y recupero la pelota Wembley del Gordo Juan Andrés!”, recuerda con alegría Luis. Luego agrega: “Desde aquella tarde en que me puse al frente de la toma del terreno, no paré nunca más”.
Caracas, La Habana, Mar del Plata, el Tambo y Teherán
Cuando Hugo Chávez Frías no era aún tan conocido en la Argentina y la idea ingenua que se tenía de él era la de un militar golpista envuelto en internas del ejército venezolano, una tarde, Luis D´Elía recibió en su casa de El Tambo la inesperada visita de Delci Rodríguez (actual nro. 2 de Nicolás Maduro), que en ese momento era la secretaria privada del Comandante. Le comentó a Luis que Hugo Chávez quería conocerlo. En principio, Luis tuvo serias dudas, pero en cuanto tuvo oportunidad de conocer a Chávez la amistad se afianzó entre ellos. En una oportunidad el Comandante lo invitó a un acto en el Teatro Carreño de Caracas, allí Luis tenía que hablar… antes que Chávez. Hizo lo que pudo, pensando que era imposible colocarse al lado de semejante orador, pero de repente se vio a sí mismo citando a Evita: “¡La Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas!”, gritó a los más de cinco mil presentes. Fue un gran momento, y hoy es un gran recuerdo también.
Pensar en Evita nos llevó inmediatamente al feminismo, a las luchas de las mujeres: “Si hiciéramos una reforma constitucional, ninguna institución debiera presentar desigualdades de género; al mismo tiempo, la Iglesia debiera revisar ya mismo el lugar de la mujer en la institución, porque la Iglesia fue fundamental en la construcción misma del patriarcado en el que vivimos. Por otra parte, no hay que olvidar que detrás del vínculo entre el Estado y la Iglesia está el negocio de la educación privada. Todos estos elementos habría que revisarlos, no tengo ninguna duda”, explica Luis, mientras recuerda que fue Vicepresidente del Consejo General de Educación en la Provincia de Buenos Aires. “Tuve muchos cargos a lo largo de mi vida; fui concejal en La Matanza, Diputado Provincial y luego Subsecretario de Tierras, y Hábitat Social de la Nación. Yo tuve esos cargos, pero vivía en la villa, en El Tambo, y mi chofer se negaba a ir a buscarme a mi casa, mucho menos los días de lluvia, imagínate, ni se acercaba, se negaba a entrar”, recuerda entre risas.
Durante el gobierno de Néstor Kirchner le tocó hacerse cargo de la Contracumbre al ALCA. Viajó a Cuba, donde conoció a Fidel Castro Ruz personalmente (quien lo primero que le dijo fue: “¿Cómo está El Tambo?”, dejando helado a D´Elía), desde allí regresó a la Argentina en un vuelo que recuerda con mucho cariño: “viajábamos Gustavo González Galeano, Miguel Bonasso y dos o tres militares cubanos; en el medio del viaje los cubanos empiezan con que quieren fumar habanos, nosotros no lo podíamos creer; aterrizaron en Manaos solo para fumar sus habanos tranquilos, luego volvimos a remontar vuelo y viajamos hasta la Argentina para continuar con la organización de la Contramarcha; yo trabajé con esto en todo el país… y mal no me salió, ¿no es cierto?”, dice. No hay más que recordar el Estadio de Mar del Plata repleto y gritando “¡ALCA al Carajo!” a coro con el Comandante Chávez.
Luis es consciente del altísimo nivel de estigmatización que los medios y la justicia han hecho de él, “pero vos vas a cualquier lugar pobre de la Argentina, y le preguntás por mí a la gente pobre, a las abuelitas sin dientes, y te van a hablar siempre bien de mí, porque saben que me la jugué siempre por ellos”. Le digo que su vida es increíble, que parece una historia infinita, llena de matices alucinantes. “Esto que hablamos no es nada”, me dice. “Gorbachov me llamó tres veces para que habláramos de la situación de América Latina, y Naomi Klein, la autora de No logo, vivió algunos días en casa, en El Tambo. Me pidió de pasar unos días en mi casa, y lo hizo”.
En el Penal de Ezeiza no se ve Netflix, los internos no usan celulares, nadie está allí viendo ninguna serie. Le comento que, como seguramente ya sabe, la serie sobre la muerte de Nisman está en boca de todos. Lo primero que me comenta es que es significativo que Moshen Rabbani (ex agregado cultural iraní en la Argentina, uno de los acusados en 2006 de ser responsable del atentado a la AMIA), la semana pasada, haya sugerido en la radio que “D´Elía está preso por el solo motivo de viajar a Irán”. Y que, al mismo tiempo, Carlos Escudé, un hombre con quien en principio estaría en las antípodas ideológicas, acaba de publicar un libro cuyo título reza Y Luis D´Elía tenía razón, aludiendo al hecho de que en efecto no hay elementos concluyentes para señalar a Irán como responsable del atentado a la AMIA. “¿Querés que te cuente la verdad del tema de Irán? Así se la contás a tus compañeros y compañeras de la Intersindical… La cosa fue así”, y entonces Luis comienza a relatar lo siguiente: Cuando en 2006 el gobierno toma la decisión de acusar a Irán por el atentado, Néstor, actuando de buena fe, desestimó que con dicha acusación complicaría la hegemonía Venezolana-Iraní en materia de comercialización de petróleo, que en ese entonces alcanzaba los 100 dólares por barril.
En esas circunstancias, el Comandante Chávez se pone en contacto con Luis y le indica que vaya a la embajada venezolana, donde encontraría un mensaje para el gobierno nacional explicándole el problema. Hay que recordar que Venezuela en ese momento le había dado crédito a la Argentina por 12.500 Millones de dólares. Cuando Luis se dirige hacia la embajada venezolana, recibe un llamado de Parrilli, que le indica que de ninguna manera acuda a recibir el mensaje de Venezuela, y agrega que, de hacerlo, quedaría fuera del gobierno nacional. La respuesta de Luis fue inmediata: “Oscar, a mí no me aprieta nadie”. Horas más tarde, denunció públicamente que la acusación contra Irán constituía una falsedad impulsada desde los servicios de inteligencia locales e internacionales. Ese mismo día, Néstor (“el Penguin”, como dice Luis) lo llamó para decirle que no podía continuar en su cargo de subsecretario luego de sus declaraciones.
Ocho meses más tarde de la salida del gobierno, “el Penguin” volvió a comunicarse. Para entonces, Luis ya había viajado a Teherán, convirtiéndose en un “amigo de Irán” en la Argentina. Fue entonces cuando comenzaron -relata Luis- las primeras tratativas para un posible memorándum de entendimiento que, en lugar de acusar a Irán de terrorismo en forma tajante, intentase abrir algún tipo de diálogo, con el único objetivo de buscar la verdad sobre el atentado a la AMIA. En medio del trabajo de recomposición de las relaciones con Irán, muere Néstor Kirchner. A partir de ese momento, Luis deja de ser un intermediario entre la Argentina y “los persas”. Sin embargo, como se sabe, la Argentina siguió avanzando en la construcción de un “entendimiento” con Irán. A comienzos de 2013, se firmaba el Memorándum. Unos meses más tarde, moría también el Comandante Hugo Chávez.
Antes de dejar el Penal, le pregunto a Luis -teniendo en cuenta su amor por la docencia y su pasión por la historia- si existe alguna figura histórica con la que se sienta identificado. “Con Bernardo Monteagudo, sin lugar a duda”, me dice, “por su audacia y valentía ante situaciones complejas”, agrega. Monteagudo era negro, como Luis, y ultra revolucionario; luchó en favor de la abolición de la esclavitud y de la tortura, y defendió los derechos de los pueblos originarios. Incluso estuvo a favor de echar de Nuestra América a todos los realistas. Su lucha por la Independencia lo llevó junto San Martín y Bolívar. Es considerado un pionero en la construcción de la Patria Grande. Murió asesinado en Lima en extrañas circunstancias; un puñal -literalmente- le partió el corazón.