Pegarle en manada a Jimena Barón no amplía derechos, por Josefina Figueroa
Por Josefina Figueroa / Imagen tomada del portal Cosecha Roja
La movida de prensa de Jimena Barón y su equipo, se metió en un terreno delicado con la publicidad del nuevo trabajo musical llamado “Puta”. El enorme cruce de posiciones en torno a la prostitución, terminó por exceder a la figura de la cantante y dejó al descubierto varios aspectos.
Por un lado, las redes demostraron ser, una vez más, el arma de doble filo del mundo postmoderno donde todo es relativo y la importancia de las palabras se mide por su efecto cuantitativo (likes, reproducciones, compartidos). El Instagram de Jimena se llenó de agresiones verbales producto del envalentonamiento colectivo en nombre del feminismo y los derechos de las mujeres.
Los comentarios en la foto de la cantante con Georgina Orellano (Secretaria General de AMMAR) apuntaron mayoritariamente a la clausura y al correctivo. Le dieron lecciones sobre el sufrimiento de las mujeres secuestradas para trata, le metieron por la ventana a las congéneres que nos faltan y la ridiculizaron por creerse embajadora de esto y de aquello.
Una de las contraofensivas más notables del ambiente artístico fue el descargo de Carolina Aguirre. La guionista de ATAV, novela de Canal Trece que abordó la trata de personas en el siglo XX, desde todos los estereotipos de belleza y de clase que caracterizan a estas producciones, trató a Barón de adolescente, de ignorante y prácticamente la descalificó por la conocida relación de opresión que la cantante manifiesta haber tenido con el padre de su hijo. No obstante, la guionista afirmó con toda seguridad que el regulacionismo es cosa del pasado y la invitó a leer y a instruirse.
La cantante terminó por pedir disculpas públicas en un comunicado, procedió a eliminar la publicidad y dejar en stand by su principal herramienta de trabajo. Las consecuencias en el plano material fueron que Jimena anunció la suspensión de sus shows más cercanos. Es decir, impactó en su desarrollo laboral.
Por otro lado, el tema desembarcó en la televisión, lo cual es interesante a pesar de las limitaciones del formato y la falta de perspectiva en materia de género. Con un montón de lugares comunes, frivolizaciones y tiempos escasos, la problemática de la prostitución estuvo presente en el prime time. Su tratamiento apuntó a la discusión irreconciliable y por supuesto, a la espectacularización. Con esto el público masivo tuvo un acercamiento a dos posiciones aparentemente inamovibles:
- La abolicionista, que vincula directamente los papelitos que publicitan el sexo en la calle a la trata, no puede digerir la idea de que la prostitución sea una elección entre otras posibilidades por ser un efecto de la correlación de fuerzas desigual entre los géneros.
- La que diferencia trata de la prostitución y contempla la posibilidad de blanquear y/o regular el sexo comercial.
En definitiva, en términos generales, la discusión terminó encerrada en un binarismo, que paradójicamente, contradice cierta filosofía del movimiento feminista que propone ampliar categorías que el patriarcado nos imprime, para visibilizar todas las realidades. Pero no todo es blanco o negro.
En redes sociales, algunas voces feministas, dieron aire al debate haciendo una diferenciación entre trata - situación de prostitución - trabajo sexual, y propusieron una línea histórica de inclusión que sostiene que donde hay una necesidad, hay un derecho. No obstante, portales como este, también dieron paso a posiciones más contemplativas y con mayor apertura a la discusión a través de notas como Prostitución, "empoderamiento" y privilegios de clase y la entrevista a Nina León, trabajadora sexual nucleada en AMMAR, donde explica su visión.
Evidentemente la problemática aún no tiene las bases de acuerdo dentro del movimiento que lucha por la igualdad para mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales y no binaries, como se acordó en el último Encuentro Nacional. La publicidad de Barón sin dudas es un recorte, con aspectos ideales, que no representa a la mayoría de los universos inmersos en el sexo comercial. Pero su forma de promocionar el disco terminó por poner en tensión la idea de que la prostitución es violencia y nada más. En consecuencia, le dio lugar a un sector de las putas que intenta conseguir respuestas a sus necesidades.
A Jimena debemos problematizarla por el lugar que tiene y por su aparente predisposición a representarnos. Podemos plantear los límites y contradicciones que tiene el recurso de su cuerpo hegemónico como símbolo de empoderamiento. También quizá, sea hora de pedirle una mayor preparación o participación porque la agenda verde, nos corre a todes. Comunicar en tiempos del feminismo, es una responsabilidad colectiva, no individual. Pero definitivamente, atacarla en manada, no amplía derechos ni genera igualdad. La agresión y la competencia que genera la virtualidad no ayudan a cosechar la empatía que necesitamos para comprender las experiencias ajenas, esas otras realidades.
En tanto pedimos un Estado garante de nuestros derechos humanos, debería éste erradicar las violencias y violaciones que acarrea la prostitución en su ilegalidad. Ahora bien, parece necesario discutir los diferentes niveles y formas de intervención porque de lo que se trata acá, es de poder vivir mejor. Como escribió una periodista feminista en estos días: derechos laborales para las trabajadoras sexuales. A las mujeres en situación de prostitución, otras oportunidades. Libertad urgente a las mujeres en situación de trata.