¿De qué te reís? Si cambiás el nombre puede ser tu historia (Parte 1)

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    Lacan lee.
Tres internaciones psiquiátricas: la de Charly García, la de Oscar Masotta y la de Emanuel Carrére, y la canción (I cant get no) Satisfactión de los Rolling Stones, servirán al autor para reflexionar sobre aquello que se ubica "más allá del principio del placer" según la concepción freudiana, atravesada por la atenta mirada de Jean Paul Sartre. Parte 1.

¿De qué te reís? Si cambiás el nombre puede ser tu historia (Parte 1)

30 Mayo 2025

Mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa.
Decidí salvar el fuego.
No tengo dónde vivir pero el fuego vive en mí.
Y me defiende discretamente de todo lo impuro.
Mi futuro ya no es importante.
Sólo cuenta la intensidad del instante.

Jean Cocteau

La existencia precede a la esencia.
Jean Paul Sartre.

Estabas en llamas cuando te acostaste

En el año 1995, en la clínica psiquiátrica de Aghalma, Carlos conoció al músico terapeuta Esteban Japas. Esteban lo atendió durante toda su internación. Ambos lograron un vínculo que podría calificarse como “transferencial”. Es decir, un vínculo de amor, virtuoso, entre paciente y profesional, que posibilitó las vías de una curación.

Un día antes que Carlos dejara la clínica, habiendo cumplido exitosamente el tratamiento, a modo de cierre del proceso, Esteban decidió leerle un relato tomado del libro de Robert Fulghum: “Todo lo que hacemos sin saber por qué”.

La historia era la siguiente:

Un grupo de bomberos asisten a una casa que se está prendiendo fuego. Cuando ingresan, ven a un hombre que estaba durmiendo en su cama, rodeado de llamas. Deciden rescatarlo y apagar el fuego. Ni bien concluyen la tarea, le preguntan cómo se inició el fuego, a lo que él les responde:

- “No lo sé. Ya estaba en llamas cuando me acosté.”

En principio, leída rápidamente, la anécdota puede ser tomada como un chiste. Sin embargo, Fulghum realiza una segunda intervención que le da otro sentido. Se trata de la introducción de una frase traducida del latín de las obras de Horacio:

“¿De qué te ríes? Si cambias el nombre, puede ser tu historia.”

Alrededor de esta reflexión, nos convoca a pensar sobre aquellas cosas que nos hacemos a nosotros mismos, que no colaboran precisamente en nuestro bienestar. Si no, que profundizan o directamente realizan el malestar. 

“Salirse de Guatemala para meterse en Guatepeor… el diablo me obligó la primera vez, pero después lo hice por mi voluntad”, agrega Fulghum y sigue contando una conversación con un colega que se quejaba de que todos los días encontraba lo mismo en su bolsa de almuerzo. Cuando Fulghum le preguntó quién le preparaba la comida, su compañero le respondió:

- “Yo mismo.”

El autor, no contento con estos ejemplos, decide convocar algunos más. Cita a San Pablo:

“No puedo comprender mi propio comportamiento. No logro realizar las cosas que deseo hacer, y descubro que estoy haciendo precisamente las que odio.”

Y a Eurípides, quien, en boca de Medea de Troya, dice:

“Sé el daño que estoy por causar. Mi ser irracional es más fuerte que mi voluntad”.

En el caso de Medea, ilustra, de manera ciertamente trágica, un concepto caro a la obra de Sigmund Freud. Se trata de la renegación (die verleugnung), que en aquellos que se encuentran atrapados en dañinos procesos de repetición (dañinos para sí y para terceros) puede ser un motivo de fuerte angustia y vergüenza.

Dicho de manera simple, renegar es, para Freud, saber de qué se trata un mecanismo psíquico que desarrollamos, pero no poder dejar de repetirlo, sin embargo. El epítome de este comportamiento puede ser rastreado en la conducta del drogadicto, quien, en una dinámica autodestructiva, sabiendo que se produce un daño irreparable, no puede evitar ir en busca de la próxima dosis.

Expuesto así, en carne viva, es fácil tomar distancia de la idea. Es cierto que, si la cama está tan evidentemente rodeada de llamas, todos, racionalmente, podríamos preguntarnos:

- ¿Por qué se acuesta?

Y afirmar:

- ¡Es obvio que se va a morir, está loco!

Pero qué tal si llevamos esa pregunta a situaciones menos extremas y más cotidianas. Fue exactamente esta la pregunta que se formuló el propio Freud en su ensayo de 1920 titulado “Más allá del principio del placer”.

Es reconocido como el texto más oscuro del psicólogo Vienés. Lo obsesiona una pregunta sencilla pero estremecedora a la que buscó darle una respuesta:

¿Por qué los seres humanos realizan sistemáticamente acciones que solo contribuyen a causarles daño, angustia y displacer?

En el pasado, Freud había entendido que aquello que movilizaba a los fenómenos psíquicos era la persecución del principio del placer. Siendo menos rebuscados, podemos decir que creía que el objetivo de dichos procesos era perseguir la “felicidad” o aquello que pudiera proveerla. Sin embargo, en su práctica y su reflexión teórica, da cuenta de que al ser humano lo domina una importante tendencia a la infelicidad y la autodestrucción. Una fuerza que él denominará pulsión de muerte. A la que oportunamente, buscará oponerle, la energía erótica de la pulsión creadora del amor.

Por este procedimiento, descubre que existen dos fuerzas que gobiernan los procesos psíquicos y la vida: la muerte y el amor. Una destruye y la otra es capaz de construir. Del resultado que cada sujeto logre en su vida en esa lucha entre dos fuerzas, dependerá el futuro de su vida anímica.

Entonces, las ganas de vivir, el trabajo para realizarse en lo que nos apasiona, la apuesta por levantarnos todos los días, pelear por una causa que entendemos como justa, etc. estarán supeditadas a la capacidad que tenga la pulsión vital por imponerse a su contraria.

No es una novedad que proteger el estado de ánimo se vuelve central para conservar el equilibrio emocional y la estabilidad mental. Al menos no lo es para la tradición psicoanalítica.

Pero, volvamos por un momento a Carlos. Luego de escuchar esta historia a manos de Esteban, le prometió a él y a sus compañeros de internación que el próximo título de su disco iba a ser ese:

Estaba en llamas cuando me acosté.

Se marchó de la clínica, grabó un disco con ese nombre, y una canción que lleva ese título.