El problema de los territorios ante nuevas enfermedades
Por Agustin Ocaño. Foto Forbes México.
Los contextos hacen referencias absolutas sobre un paradigma social y la volatilidad de las nuevas formas que se figuran en ella. La sociedad mundial se encuentra en un escalonamiento de divergencias entre líneas paralelas continentales, desde los territorios y su enfoque particularista, pasando por una política concentradora de poder o invasivamente capitalista. Esto viene ensamblado a ideas antiguas, pero trae a colación las distintas dinámicas de un sector que en su mayoría busca posicionarse desde un lado sistemático, para nada tradicionalista y con gran representatividad empresarial.
Ahora bien, el descubrimiento de nuevas enfermedades y las ya posicionadas en cada región nos abre un debate interno sobre cómo la sociedad es capaz de relacionarse en el territorio y ampliar el discusión por tipo de clase. La visión concentrada en un territorio que siempre es el más amplio posible pero donde se achica la posibilidad de oportunidades, haciendo una diferenciación clasista y para nada combativa. Las relaciones de fuerza, entre la resistencia y la opresión juegan un rol fundamental desde lo urbano, periurbano y rural. Pero así también somos nosotros y nosotras las que tenemos que ampliar y distinguir la centralidad del mundo. No es lo mismo Europa que Asia, África que América y mucho menos el neoliberalismo que los partidos populares. Es que la referencia de clasificación social y la fundamentación de desarrollo en un territorio, produce dicotomías, problematizaciones y discusiones que emplean el eje principal en el rol de las políticas públicas.
Pero así también hay una evolución hacia un debate económico que rompe con estructuras sociales y emplean una visibilización del panorama en cada región. Se pone en juego a las organizaciones, a la política y a la territorialización segmentada en diferentes nombramientos, pero que tiene potencialidades para dirimir entre acciones y hechos. Es producto de la urbanización donde los actores y actoras toman el control de movimientos, pero se ven colisionados por los sectores clasistas que potencian la desigualdad y la división.
Cuando el derecho de cada uno se concentra en la sociedad, el estado comienza con su etapa de reestructuración en el reparto de recursos que logren disminuir las necesidades y puedan aportar bienes de uso primario. Esto viene a colación a ¿cómo afecta una pandemia en los principales centros urbanos?, ¿por qué el dengue ha sido parte de una proliferación hacia los barrios más humildes?, ¿los sectores rurales se encuentran bajo la potestad de la riqueza absoluta y desestima los principios básicos de necesidad o son aquellos reutilizados por el imperio empresarial? Esto no toma volumen en el discurso social, pero si es producto de un detenimiento en este análisis.
En la actualidad, el mundo se ve atravesado por vicisitudes y grandes relaciones de fuerza que ponen en peligro el cuidado colectivo. Es que los intereses sobrepasan las reglamentaciones de organizaciones mundiales, para actuar como estructura independiente con poder de absoluta decisión en cada territorio. Pero por el otro lado vemos a un sector regional que refiere al desplazamiento de individuos de bajos recursos que forman parte del aislamiento ciudadano. Cuando lo económico no produce inversión y parte de su capital total se toma como reserva única para estilo off shore, el territorio despoblado de políticas sociales queda desequilibrado, esto toma presencia en los países manejados por derechistas. Pero observen como en cada caso, donde las principales cuestiones sanitarias son complejas, cada poder toma posesión y se hace eco de su propia política neoliberal.
Hoy, Argentina sale de la impunidad anterior, debido a una nueva forma de emplear políticas, con Alberto Fernández. Pero, ¿son capaces los demás países de imitar la férrea discusión por la lucha de clases y ponerse a potestad de la decisión de una población? Es que en muchas ocasiones, hasta vemos un vaivén sobre las “decisiones de bienestar”, porque como dicen Andrés Niembro, Mariana Dondo y Martín Civitaci “las mejores no se distribuyeron de manera equitativa desde un punto de vista territorial”. De esta manera el conflicto social forma parte de un valor fundamental en un contexto atravesado por definiciones puntuales e invisibilidad de solventar el problema principal, como parte de la raíz de salud mundial.
Entrando en el proceso histórico de integración mundial, a partir de lo económico, político, cultural y social, tenemos que plasmar la idea de un devenir del desarrollo territorial, donde muestra una débil interconexión de las grandes potencias. Esto divide la funcionalidad emancipatoria de los actores sociales y se posicionan relaciones de fuerza. Es por ello que el movimiento ciudadano convencional siempre busca la formación colectiva para poder centrar ideas en articulación con estados representativos. Pero la globalización es puesta en jaque por el sistema empresarial y la desigualdad empieza a contemplar a las grandes organizaciones.
Es el contexto, que mencionábamos al inicio, aquel que separa funcionalidades políticas y encaja en las discusiones socioeconómicas en medio de un declive paulatino de decisiones. Siempre ensamblado hacia los distintos puntos de intereses generacionales y territoriales. Porque abre el debate a las puntualidades institucionales de la urbanización y sobre la relegación de los barrios periféricos, aquellos que en la mayoría de los casos son los más castigados por el discurso dominante y las decisiones de los grandes poderes. La conjunción de las mismas emplea una serie de crisis que se posicionan en el eje del tema principal. Hoy, al seguir referenciándonos a antiguas formas de inmovilidad de los países, nos encontramos frente a una complicación con los más vulnerables. Podemos notar como en cada espacio urbano se extiende la pobreza y la desigualdad. Al estilo pandemia y Coronavirus, esto también es una enfermedad mortal.
Entonces, abrimos una nueva pregunta, ¿podremos rubricar estas acciones y gestar una industria de saberes para salir de lo que vivimos, cuando la salud es el ojo principal? Es una de las preguntas que debe surgir desde cualquiera de nuestros pensamientos. Para eso el ejercicio de los actores sociales cumple un rol fundamental en cada uno de los territorios. Sin lucha, hay implosiones en la cotidianidad, con lucha hay pelea de intereses, sociales y económico popular. Tampoco estamos preparados para enfrentarnos a una unificación de problemas, o mejor dicho no fuimos hechos para imitar destrucciones eurocéntricas.
Esto no quiere decir que América Latina levante su transformación territorial, pero estamos ante una nueva etapa latinoamericanista popular que vuelve a intentar disminuir la tensión social. Argentina vuelve a ser un ejemplo de eso. Es momento de volver a gestionar con políticas públicas y evitar aquellas que siempre fueron fragmentadas y desviadas. Como dicen Mariana Mendy y Victoria González: “las cualidades de la desigualdad serían diferentes si se diseñara políticas integrales que incorporaran las dimensiones de educación, trabajo, salud, alimentación en una forma más integrada e integradora”. Hace falta cubrir cada una de las facetas para poder terminar con el descontento ciudadano y así llegar a todos los sectores territoriales. El humano y su espacio nos enseñan que en virtud de unificaciones colectivas, debemos observar con detenimiento las acciones de cada una de las políticas.
Para finalizar, las desigualdades sociales se deben a los grandes problemas económicos y al seguir dándole espacios a sectores oligárquicos por el odio al otro y la otra, que deterioran a la humanidad. Los territorios se ven diferenciados por los aspectos políticos y por el divisionismo. Estamos frente a uno de los problemas más duros de los últimos tiempos, donde nos afecta en todos los sentidos. Es por eso que la insipiente cuestión de representarse así mismo, es la única manera de empezar a proliferarse. En un mundo donde todos dicen todo pero nadie dice nada, la actitud social tiene que fijar su mirada de interés en la falta de oportunidades en cada sector necesario. Porque si de algo estamos seguros es que la transformación social empieza por el territorio, el más afectado y el más fuerte a la vez.