Victoria Mora: una escritora que hace arder la memoria
Por Juan Borges | Ilustración: Nora Patrich
Victoria Mora nació en Buenos Aires en 1974. Es psicoanalista, docente y escritora. Ha participado en distintas jornadas y publicado trabajos combinando psicoanálisis con literatura. Utiliza la ficción histórica como modo de narrar en la necesidad de no dejar que los hechos de nuestra historia reciente se borren y se olviden. Sus temáticas dentro de ese marco son amplias y variadas.
Este año y en plena pandemia realizó la presentación de su tercer libro llamado Arderá la Memoria. Dicho evento se realizó en forma virtual, por la plataforma YouTube con la presencia de la autora y la editorial encargada de la producción del libro. El título Arderá la Memoria es un verso del poema “Dame la Mano” de Paco Urondo que se encuentra como epígrafe en el libro. Asimismo Victoria cuenta con tres publicaciones: Un mundo oscuro, Rodolfo Walsh escribir contra la muerte y el flamante Arderá la memoria.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fueron tus orígenes en la escritura?
Victoria Mora: Es difícil establecer un punto exacto. El amor por las palabras es algo que llevo conmigo desde muy chica. Mi recuerdo más lejano, en este sentido, llega a una tarde a mis cuatro años en que mi tía me está enseñando a leer y escribir. Yo quería hacer eso que hacían los grandes con los diarios y revistas que circulaban en mi casa que los dejaba absortos y en silencio. Entonces, ella muy amorosamente decidió enseñarme antes de que lo aprendiera en la escuela. También recuerdo que mi mamá me dejaba comprarme un libro por mes que elegía de esas revistas del Club del libro de los años ochenta, un vendedor dejaba el catálogo y al mes te traía el libro. Me tomaba mi tiempo al elegir porque era uno solo para todo el mes, así comencé con mis primeras lecturas.
Y ubico acá el origen de la escritura porque no hay posibilidad de escribir algo propio si no se lee. Mi amor por los libros me empujó un día a sumarme a un taller de escritura para aprender el oficio. Ya me había recibido de psicóloga y necesitaba ocuparme de ese empuje a la escritura. A partir de entonces inicié un recorrido por talleres literarios. Primero, con Laura Galarza, que me permitió una lectura mucha más amplia y rica de la que yo venía sosteniendo, orientada a aprender el oficio leyendo a los grandes. Después continué durante dos años con Elsa Osorio, una gran maestra y enorme escritora de quien aprendí mucho sobre la técnica del cuento, pero también de su compromiso con la escritura y con la memoria de nuestro país. Llegué a su taller justamente por haber leído su novela A veinte años, Luz y sentir que eso era lo que yo quería: llegar alguna vez a escribir así.
También participé del taller de Claudia Piñeiro y trabajé mis cuentos con Alejandra Laurencich y actualmente, y desde hace unos cinco años, con Macarena Moraña amiga y excelente escritora.
APU: Este 26 de julio es el aniversario del fallecimiento de Eva Perón. ¿Podrías hacer un comentario sobre su figura?
V.M.: Es muy difícil, por no decir imposible, reducir a Evita a un puñado de palabras. Confieso que me genera cierto pudor. Puedo decir que se trata de una mujer inolvidable y clave para nuestra historia, que fue protagonista de un tiempo hermoso para la clase obrera y eso es una huella indeleble para un pueblo. Pienso en lo dolorosa e injusta que fue su muerte y no dejo de preguntarme qué hubiera sido de este país si ella hubiera tenido una larga vida.
APU: ¿Por qué tu primer libro hace alusión a la oscuridad?
V.M.: Cuando terminé de decidir qué cuentos publicar en mi primer libro llegué a la instancia de pensar el título. Tenía que nombrar un rasgo que los incluyera a todos, finalmente, me decidí por Un mundo oscuro, que es además el título de uno de los cuentos porque de algún modo todos los cuentos remiten a alguna característica ominosa o cruel de nuestra realidad y nuestra historia.
APU: Tu segundo libro hace una relación entre Walsh y el Psicoanálisis. ¿Podrías desarrollarlo?
V.M.: Rodolfo Walsh. Escribir contra la muerte surge a partir de un trabajo que escribí para unas jornadas de psicoanálisis del Departamento de Enlaces de la Escuela de Orientación Lacaniana. En ese momento escribí sobre la función de la escritura como tratamiento de lo traumático a partir de tres cuentos de Walsh, los cuentos de los irlandeses, en los que narra sus experiencias en un orfanato en el que vivió unos años. A partir de ahí seguí trabajando sobre la obra de Walsh, leí todos sus libros, y todo lo que encontré que se había escrito sobre él. De esas lecturas surgieron otros textos que fueron conformando el libro. No se trata de una interpretación psicológica del autor, sino de la posibilidad de pensar la obra literaria desde ciertas categorías del psicoanálisis. Desde Freud la literatura es una fuente de enseñanza para los psicoanalistas y desde esa posición investigué y escribí el libro.
APU: Tu último libro retoma la construcción ficcional. ¿Hacia dónde apuntan las historias?
V.M.: Mi libro más reciente Arderá la memoria es un libro de cuentos de ficción histórica, en su gran mayoría retoman la última dictadura cívico militar argentina. También hay cuentos sobre la tragedia de Once, el asesinato de Kosteki y Santillán, el gatillo fácil e historias desde voces infantiles, que es un narrador que me gusta mucho. Todos los cuentos tienen una fuerte relación con el título que está tomado de un verso del poema “Dame la mano” de Paco Urondo que dice: arderá el amor/arderá su memoria/hasta que todo sea como lo soñamos. Entonces, si bien es un libro que nos trae historias dolorosas, el título y el poema que se lee como epígrafe también nos dicen que hay esperanza, que hay resistencia y lucha “hasta que todo sea como lo soñamos”.
APU: ¿De qué manera impactó la pandemia en tu creación y en la difusión de tu obra?
V.M.: El impacto de la pandemia en nuestras vidas es innegable, no hay forma de salir indemnes de esta experiencia. Sin embargo, en mi caso personal pude seguir leyendo tanto como lo venía haciendo, incluso comencé a escribir un cuento nuevo. La literatura me funciona como un refugio en los momentos más complejos de mi vida.
En cuanto a la difusión no pienso que me haya afectado demasiado. Lo que más lamento es no haber podido presentar mi libro más que de manera virtual. Fue una hermosa experiencia en la que la calidez de quiénes estaban del otro lado escuchando se hizo sentir, pero me hubiese encantado poder abrazar a cada uno de los que hizo posible que el libro saliera y celebrarlo juntos, también con los posibles lectores. Así será apenas se pueda.
Muñeca rota, de Victoria Mora
Apenas puede levantarse de la cama. Necesita confirmar que aún no está vencida por el tumor que la come por dentro. Camina a paso lento. Llega a pararse frente al espejo que le devuelve una imagen de sí misma en la que no se reconoce. Mueve su pierna izquierda y siente una puntada que la inmoviliza. Tanto dolor, su pierna, piensa. Cierra los ojos y, sin que pueda controlarlo, los re- cuerdos viajan al verano de sus seis años.
La pobreza de su casa aparece nítida, el mantel gastado, los pocos muebles y su madre siempre cosiendo en el único ambiente que tenía su hogar. Ella y sus hermanos afuera con los únicos juguetes posibles, los que la naturaleza daba gratis. Faltaba poco para Reyes. Me van a traer la muñeca grande que les pedí, le dijo una tarde a Elisa, su hermana mayor. Ella le acarició la cabeza sin decir palabra. Su madre pobre, sola y con cinco hijos no podía darle el lujo de los juguetes, pero los Reyes sí, esa era su certeza. Pidió una muñeca, la había visto una mañana cuando iba de la mano de su madre a repartir las prendas que cosía. Fue amor a primera vista, rulos negros para peinar hasta el cansancio y un vestido blanco con volados. Sin dudas, era el mejor regalo que se merecía por ser siempre una niña buena.
La noche anterior a la llegada de los Reyes puso con cuidado y esmero pasto y agua para esos camellos hambrientos que transportaban parte de la aristocracia infantil. No pudo dormir hasta entrada la madrugada. Se despertó y sin desayunar corrió a ver qué habían dejado para ella bajo el árbol. Encontró una caja enorme, con las tres letras de su nombre. Lo abrió rasgando el papel, se encontró un rostro de porcelana con unos grandes ojos negros y un pelo ondulado y largo. Cuando la sacó de la caja reconoció con pavor que a su muñeca le faltaba una pierna. A los Reyes se les cayó del camello, te la trajeron para que la cuides y la protejas. Esas mágicas palabras de su mamá convirtieron a su muñeca en la mejor del mundo, la necesitaba, no podía abandonarla. Desde ese día fue su compañera privilegiada de juegos, la peinaba, la ayudaba a aprender a caminar con su sola pierna, la protegía.
Diez años después, ya en la adolescencia, le preguntaría a Elisa por qué esa muñeca había llegado en esas condiciones a sus manos, ella supo develar el misterio, su mamá la había comprado apenas por unos centavos por su condición de rota. Después de conocer la verdadera historia de esa muñeca quiso a su madre aún más. Esa muñeca a la que ella había decidido bautizar con su propio nombre: Eva.
En aquel entonces no pudo imaginar hasta qué punto se parecerían las dos: muñecas rotas, toda la vida manteniéndose íntegras, frente a tantos, que una y otra vez trataron de arrebatarle la dignidad y la entereza.