Mónica Scapparone: "Yo creo en las transformaciones de las personas"
Por Silvina Gianibelli | Foto: Gianni mesticeli
Por decisión de la entrevistada el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Mónica Scapparone, actriz argentina, se desempeñó principalmente en televisión con papeles muy comprometidos como Lola, de Montecristo, la amante de un ex represor. Debutó en el cine junto a María Rosa Gallo y Juan José Carella en El acompañamiento, de Carlos Gorostiza. En su paso por nuestro país reflexiona sobre su pasado y presente.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo descubriste tu vocación por el teatro?
Mónica Scapparone: Cuando descubrí mi vocación, fue cuando empecé a estudiar teatro, en realidad era muy chiquita y fue muy rápida la distancia desde ahí hasta que empecé a trabajar. La cosa empezó desde mi casa, con lo que llamamos: “improvisaciones”. Mi familia me llevaba la corriente, yo había inventado un personaje que se llamaba Luisa. Los domingos, en casa de mi abuela Julia hacía una especie de función para todos.
Por eso siempre digo que empecé en esto casi sin darme cuenta. Por aquellos años de la niñez me empecé a enamorar de Frédéric Chopin, recuerdo la primera vez que lo escuche en la tv, me traspasó el alma, tenía solamente cinco años y mirá lo fuerte que habrá sido esa experiencia que lo recuerdo perfectamente, es una la sensación que hasta el día de hoy conservo. Recuerdo, también, mirar La mujer biónica y por dentro, me decía a mí misma: yo quiero hacer eso. Ella siempre hacía distintos personajes en cada capítulo, eso realmente me fascinaba, hasta que mis compañeres de la secundaria me motivaron a animarme a empezar mi primer curso. Era el final de la dictadura, hasta recuerdo que cuando se los conté estábamos escuchando a Mercedes Sosa.
APU: Debutaste en el cine con la gran María Rosa Gallo y el gran Carella, ¿cómo recordás esa experiencia?
M.S.: Trabajar en la película El acompañamiento con estos divinos y maravillosos actores fue muy importante para mí, por varias razones. Era la primera vez que hacía cine y podía actuar, pero también pude aprender de ellos con sólo escucharlos; imaginate lo que era para mí, iba a trabajar con tan buenos actores, lo más grandes. Recuerdo muchas charlas lindas, con todos, fue un elenco muy afectuoso, además nos divertíamos mucho.
Me acuerdo de un día haciendo una escena que todos estábamos comiendo en familia, primero hacía un calor de morir y teníamos que comer mucho pasta a la bolognesa, repetimos la toma como seis veces, tuvimos que socorrernos con un té de boldo.
Las correcciones del “Negro” Carella eran asombrosas, al principio no me daba cuenta, pero después, cuando iba detrás del error que me marcaba, no quedaba otra, siempre sus miradas sobre la escena eran geniales.
APU: Los personajes ambiguos parecen ser tu fuerte ¿cómo fue la experiencia de meterte en la piel de Lola, en la novela Montecristo, la amante de un ex torturador?
M.S.: Hace catorce años, ya. Fue muy importante esa experiencia para mí. Justo cuando me llaman para encarnar el personaje de Lola yo estaba por firmar contrato con otro programa, cuando escuché la historia de ese personaje no tuve dudas de asumir el papel. Lola, mi personaje, no sabía quién era el personaje del que se había enamorado, un médico ginecólogo apropiador de niños de la dictadura militar, un personaje inocente de una apariencia frívola que no le importaba nada, pero en el trasfondo había circunstancias que la hacían dual. Cuando Lola se entera de lo que pasa, se aparta de él, ayuda y se compromete con la causa. Pasaron tantas cosas en ese programa, mi personaje pasaba de la comedia al drama, fue muy querido no sólo por mí sino que a la gente le gustaba mucho. Nunca quise juzgar a Lola, siempre fue afectuosa, tenía una familia compleja, venía de un lugar complejo, se fue transformando. Yo creo en las transformaciones de las personas. Ella no entraba en lo siniestro de la participación de estos hechos aberrantes, de tantas mujeres cómplices. Sabemos que hay personas que han simulado su embarazo, porque sabían que iban a apropiar.
Durante el transcurso del programa el personaje creció, los autores fueron tomando cosas de mi interpretación. Lola oscilaba entre la femme fatal y la inocencia. Fue un programa muy importante para Abuelas de Plaza de Mayo, ellas querían mucho a este programa porque varias personas se acercaron dudando de su identidad.
Tengo un gran recuerdo de este tiempo, con compañeros maravillosos, como María Onetto, que hacía de la mujer del personaje que recuperaba la memoria y Lola la ayudaba, tan opuestas y tan cerca.
APU: Siguiendo en la línea de lo televisivo, también atravesaste el grotesco de la mano de Antonio Gasalla.
M.S.: Fue impresionante yo tenía 22 años, me encontré con que tenía que encontrar mi comicidad y empezar a componer personajes, le llamábamos componer “bichos”, si bien había un guión a los personajes los inventábamos nosotros. Lo viví como un entrenamiento enorme, yo observaba mucho a Antonio.
Me conectó con mi infancia, muchísimo, porque era una búsqueda lúdica. Me acuerdo de mi personaje homónima, me ponía cosas rarísimas, y me pintaba la boca mal, hablaba contorsionando el cuerpo.
APU: ¿Cómo compusiste a “Mónica”?
M.S.: Tomando a mi perra que hacía ese movimiento con todo el cuerpo, entonces lo quise tomar de ella. Estaba muy bien acompañada también, todos muy talentosos. Fueron dos años arduos, teníamos cincuenta puntos de rating y eso era fuerte, salir tan chica a la calle y que la gente me reconozca.
Aprendí a componer un personaje descubriendo el humor como punto de partida,
APU: Hace poco interpretaste un poema de Paco Urondo para Caras y Caretas, ¿por qué lo elegiste? ¿cuál es tu vínculo con su poética?
M.S.: Mirá, en realidad cuando me llama Marcelo Melingo diciéndome si quería participar, dándome la libertad de elegir un autor o autora, en quien primero pensé es en Paco. En realidad siempre pienso en él a la hora de pensar en poesía, después cuando tuve que elegir la poesía, casi de inmediato elegí “Fin y principios”, siento que representa el estado de las cosas de hoy, el sentir de hoy. Me estruja las entrañas cada vez que lo leo, es imposible hacerte el distraído, no frente a ésta poesía sino a toda su obra poética, como si quedaras girando en rombo después de leerlo. Su poesía es de una materia honda muy profunda, de una inteligencia refinada, además. Me convoca, me representa; me emociona; me conmueve tanto lo que escribe como su historia, su militancia. Si no me equivoco, dijo una vez: “Yo empuñé un arma porque busco la palabra justa”. ¡Y qué decirte, lo logró! Todo lo que escribe es siempre la palabra justa.
Es imprescindible leerlo.
APU: ¿Cómo fue tu experiencia en Italia hasta la pandemia?
M.S.: Percibo esta experiencia como un ciclo. Mirá, un día mientras estaba en una marcha antifascista como mi compañero de vida, Paolo, recordaba a mi bisnono que se fue de Italia perseguido por el fascismo, disfrazado en un barco. Mis bisnonos se exilaron en Argentina y yo estaba en el mismo lugar en una plaza luchando por lo mismo que ellos. Es la continuidad de la vida. Los ciclos que permanecen en uno.
APU: ¿Por qué viajaste a Italia?
M.S.: Voy a Italia para encontrarme con mi compañero de vida, Paolo. Decido instalarme en Palermo, Sicilia. Allí nos casamos (por civil, obvio). ¿Sabés que llegué justo para la marcha de Santiago Maldonado? Fue un momento inolvidable, luego unos meses más tarde, en una conmemoración por la lucha de los derechos humanos, conocí a su familia, son personas maravillosas: Sergio, Andrea y Stella, la mamá de Santiago, todavía siguen esperando justicia y verdad por él.
APU: ¿Cómo fue la experiencia de tu último documental junto a Paolo?
M.S: Inolvidable e inesperada, como todo lo inolvidable. En principio porque fue la primera vez que me corrí de mi lugar de actriz para estar de asistente de producción y dirección, y también hice la fotografía de escena. Comenzamos a documentar a una orquesta de inmigrantes africanos del Conservatorio de Música de Palermo. Se trata de un grupo de africanos que cruzan el mar en barca y se instalan en Sicilia. Te podés imaginar las extorsiones y los maltratos que viven, realmente son inenarrables. Me pareció reveladora y cinematográfica la idea de poder hablar de los derechos humanos, en esta historia que debía ser contada.
Porque sabemos que la derecha italiana ha hecho de las suyas con los inmigrantes entonces esta historia pone en primer plano visualizar estas historias resilientes. Fue verdaderamente hermoso, estuvimos durante un año y medio siguiendo sus costumbres, pensá que cuando entraron en el conservatorio casi no hablaban el idioma.
Mi trabajo realmente fue muy emocionante, porque filmamos en el teatro Massimo, que es donde se filmó El padrino III, ellos hacían una obra, era un musical. Era inexplicable, no sólo salvaron su vida sino que podían transmitir su arte y vivir su identidad cultural. Tal es así que también pudimos documentar una misa africada en la catedral de Palermo. Eran cuatro protagonistas, fue una de las mejores cosas que viví en la vida. Aún estamos en fase de elaboración buscando coproducciones para poder concluirlo.