Farmacoop acaba de registrar el primer test rápido de COVID: historia de una fábrica en manos de sus trabajadores
Por Rodrigo Lugones y Juan Cruz Guido
Bruno Di Mauro es el presidente de la única industria farmacéutica cooperativa de la Argentina (¿y el mundo?). La empresa recuperada acaba de registrar el primer test rápido de anticuerpos de COVID-19 de desarrollo argentino. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, Di Mauro se refirió a la historia del proceso de recuperación de la fábrica durante el gobierno de Mauricio Macri y el aporte de la empresa a un plan estratégico de sustituir importaciones por producción nacional y autogestiva.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue la historia desde que eran una empresa con patronal hasta que finalmente los trabajadores recuperan la producción y conforman la cooperativa Farmacoop?
Bruno Di Mauro: El laboratorio era lo que era antes Roux Ocefa, que se funda en 1935 en la Argentina. Fue pionero en algunos productos como los sueros. Tenía dos plantas productivas, una planta administrativa en el centro y un campo de mil trescientas hectáreas en Mercedes donde se cosechaba parte de la materia prima para generar medicamentos. Para la década del noventa, junto con Roemmers por ejemplo, era una de los laboratorios más grandes de la Argentina, de capitales nacionales. Luego de los 2000 el laboratorio empieza mermar en su grandeza, bajo la gestión ya de una tercera generación. El que estaba al mando era el nieto del fundador.
Para 2015-2016 el laboratorio venía bastante flojo. Eramos unas 500 personas trabajando en toda la estructura. En 2016 entra en concurso de acreedores, con grandes deudas con AFIP. El 2 de enero de 2017 realizamos la primera ocupación de la planta de Villa Luro, que duró tres meses y medio. Ahí arrancamos ocupando la empresa ya con el apoyo del movimiento de empresas recuperadas, porque las medidas que venía proponiendo el sindicato de la Sanidad no venían rindiendo ningún fruto. Entonces nosotros, leyendo la situación, comenzamos a pensar en crear una cooperativa y recuperar la empresa. En un principio esto fue rechazado por la mayoría de los compañeros y las compañeras. Se planteaba que era inviable. Lo decía el sindicato, nuestras propias familias también. En esa época el sindicato trae un comprador con el que acordamos levantar la medida de fuerza si ellos se comprometían a sostener los puestos de trabajo.
Durante 2017 y 2018 se trabajó de manera bastante floja, porque las plantas estaban deterioradas. Y ya para 2018 vuelve a cambiar la patronal y nos empiezan a despedir masivamente y vaciar el laboratorio. Se empiezan a llevar las máquinas. Movieron a trabajadores a otras plantas de este grupo empresario, una en San Isidro, por ejemplo. Finalmente terminan de despedir a todos los trabajadores de la planta de Villa Luro y es ahí cuando nosotros nos organizamos para cuidar que no se lleven las maquinas del laboratorio. Esto acompañado de todas las presentaciones judiciales correspondientes. En octubre, la Cámara de Apelaciones nos da el visto bueno e ingresamos a la planta y en diciembre finalmente logramos que decreten la quiebra. En 2019, nos permiten la continuidad y nos conformamos como cooperativa.
APU: ¿Cuál era su rol dentro de la empresa y hoy dentro de la cooperativa?
BDM: Era un operario calificado de línea de producción y hoy presidente de la cooperativa.
APU: Son el primer laboratorio farmacéutico de la Argentina, e imagino del mundo, que funciona como una cooperativa. ¿Qué dificultades o “palos en la rueda” tuvieron de parte de las demás empresas, en muchos casos multinacionales?
BDM: Efectivamente somos la primera industria farmacéutica recuperada por sus trabajadores y trabajadoras. En la Argentina seguro y en el mundo casi no existen empresas recuperadas. Mucho menos de este estilo. Somos los primeros pero ojalá que no los últimos.
Con respecto al vínculo con el resto de la industria, es un sector que requiere de tecnología y maquinaria específica para poder tener la autorización de la autoridad sanitaria para trabajar. Son estándares tan altos que la verdad es que nos dejaron ser, bastante confiados de que íbamos a fracasar. Porque además nosotros agarramos dos plantas que estaban clausuradas por ANMAT. Con una infraestructura vieja también.
Ayudas no recibimos de ningún lado. Estábamos en pleno macrismo. De hecho ni siquiera fuimos a golpear las puertas del Estado porque sabíamos que era una pérdida absoluta de tiempo.
El resto de la industria nos miraba de reojo y nos veía agonizar. Y algo de razón tenían. Porque si ahora empezamos una senda de cierto crecimiento y recuperación de empleo es porque somos unos cabezas dura, como todos los trabajadores de empresas recuperadas.
APU: ¿Cómo surge el proyecto específico de desarrollar un test rápido de detección de anticuerpos por COVID-19?
BDM: La idea del desarrollo y la implementación productiva del test surge de algo que veníamos discutiendo con el Vasco (Eduardo) Murúa cuando asume la dirección de empresas recuperadas en el ministerio de Desarrollo Social. Es un plan estratégico que se llama "Sustitución de importaciones por autogestión". Empezamos a pensar cómo nosotros podíamos producir insumos o productos que no se fabriquen en la Argentina. Allí comenzamos a tejer alianzas para conseguir la maquinaria y en este caso también aprovechar los grandes investigadores e investigadoras que generan nuestras universidades y nuestros centros de investigación. Nosotros, por nuestro lado, aportar nuestras plantas productivas.
Este proyecto comenzó en junio del año pasado. Nuestra directora técnica impulsó el proyecto. Contamos con el apoyo del Vasco y también de la empresa asociada que realizó la inversión en la maquinaria de última generación, que fue traída de Estados Unidos. En ese contexto, nosotros ya veníamos trabajando con la Secretaría de Extensión de la Universidad de La Plata y entonces aparece el CINDEFI, que es un grupo de investigación de La Plata, que forma parte del CONICET, que ya venía desarrollando este test serológico de detección de anticuerpos.
APU: ¿Cómo funciona el test?
BDM: Básicamente lo que te mide es si vos tenés los anticuerpos que genera el organismo cuando está en contacto con el virus. Si a vos te da positivo, lo recomendable es que te hagas una PCR, porque es probable que estés cursando la enfermedad. Si te da negativo, quiere decir que ya la cursaste.
Es un tipo de determinación que tiene muchos años. Se utiliza para muchas otras infecciones. En la Argentina hay muchos productos de ese estilo pero son todos provenientes de países como China y hechos a base de sueros, básicamente ADNs, de oriente. La ventaja que tiene el nuestro es que se hizo todo con sueros argentinos. Se hizo a medida del ADN de nuestra región. Eso le da otra sensibilidad.
APU: ¿Qué alianzas estratégicas tendieron además de la mencionada con la Universidad Nacional de La Plata?
BDM: Nosotros también tendimos alianzas con el INTI para sintetizar algunas proteínas que forman parte de los componentes, con una plastiquera de Moreno acordamos la producción del casete donde va la cinta reactiva. Básicamente todo lo que pudimos sustituir de importación, lo hicimos. Incluso innovando y desarrollando nuevas cosas. Ese es el gran valor. Más allá del producto y de la rentabilidad. Sustituir importaciones por desarrollo nacional significa avanzar en más soberanía.
Esto se contrapone a la visión retrógrada de algunos sectores como lo que se vio esta semana de Pablo Sirvén (secretario de redacción de La Nación). De que somos un país de negros planeros y africanizados. Bueno, este test que sustituye importaciones y es una tecnología de punta, lo están produciendo 40 compañeros y compañeras que llegamos acá porque cobramos un plan social. Yo soy presidente de una empresa farmacéutica y cobro un plan social. Y no me avergüenza decirlo. Por eso pudimos sobrevivir a la pandemia y seguir cargando la SUBE para ir a trabajar y para poder producir este test. Estamos orgullosos, no nos da vergüenza decir que somos unos planeros.
APU: ¿Qué capacidad productiva tienen? A partir de la aprobación del test por parte de la ANMAT, ¿piensan ampliar la producción?
BDM: Las máquinas pueden producir 100 mil test de manera mensual. Las áreas productivas también tiene un cierto cuello de botella, porque tuvimos que construir una área productiva que mantenga un 20% de humedad. Lo que es una locura, no se hace acá. Lo hicimos con un compañero del INTI que nos dio una mano. Por eso es que podemos llegar producir 10 mil tiras semanales. Sin embargo, venimos tramitando un subsidio del ministerio de Ciencia y Tecnología para el escalamiento. Básicamente lo que estamos solicitando es un capital para ampliar el área más compleja que tiene el proceso. Donde se genera el cuello de botella por la cantidad de gente que puede estar trabajando dentro. Así que esperamos poder satisfacer la demanda. Tener al 100% trabajando la maquinaria y si es necesario traer más maquinaria, traerla. Y no solo se podría destinar a COVID. Se podrían hacer test de dengue, zika. Infecciones estacionales que tenemos acá en la Argentina. Están los desarrollos encaminados.
APU: Específicamente, ¿en qué consiste el proyecto de “Sustitución de Importaciones por Autogestión”?
BDM: La sustitución de importación por autogestión es algo que viene laburando el Vasco Murúa, director de empresas recuperadas. Se llama SIA (Sustitución de Importaciones por Autogestión), es una parodia de la agencia de inteligencia norteamericana. El proyecto en realidad es bastante sencillo. Es un trabajo con la secretaria de Comercio que consta en poder identificar materia primas, insumos o productos que se estén trayendo de afuera que tengan mucho consumo en país, ya sea para la industria o para el consumidor final. A partir de esta identificación, poder traer la maquinaria específica necesaria de alta tecnología y nosotros, desde las empresas recuperadas, aportar los espacios productivos y generar nuevas unidades productivas autogestionadas. Generar mecanismos de leasing para poder obtener la maquinaria, que no nos regalen nada, y poder desarrollar los distintos proyectos.