Provincia de Buenos Aires: un proyecto en disputa
Por Florencia Saintout
Provincia inviable, maldita, ingobernable, diseñada para no funcionar: todos modos de nombrar a la Provincia de Buenos Aires que ocultan un profundo rechazo por lo desconocido. Modos de afirmar lo que es inconfesable: el racismo y el anti-peronismo que detentan algunos sectores tanto de la política como de la pseudo academia.
Frente a ese pensamiento xenófobo hay una realidad contundente que plantea el gobernador Axel Kicillof. Buenos Aires es la provincia que más aporta al PBI, generando más del 30% del producto argentino. Además, combina un fuerte sector primario y el mayor complejo industrial del país. A esa ecuación se le suman más de 1200 kilómetros de costas, desde el litoral rioplatense hasta las puertas del atlántico sur patagónico.
Reconocer la enorme potencia de la provincia de Buenos Aires no implica desconocer las dificultades que atraviesa en relación a un proyecto de desarrollo con inclusión y equidad. Estas dificultades no son del orden de lo “natural”, sino que son producto de decisiones históricas, por lo que pueden ser transformadas. En el territorio bonaerense reside una enorme cantidad de argentinos y argentinas que viven en situación de pobreza, que necesitan de políticas sociales para subsistir, porque no acceden al mundo del trabajo o porque lo hacen en situaciones de extrema precariedad.
El nudo para el desarrollo provincial se esconde en una perversa ecuación, casi siempre velada por los actores del poder real: su condición de provincia rica con gobierno pobre. Esta condición tiene una historia, la de una provincia “sacrificada” al menos dos veces en pos de la unidad nacional. La primera en 1880, cuando Buenos Aires “entregó” a su capital como prenda de unidad con las otras provincias. Algo debía relegar ya que era por mucho la más rica: tenía puerto, aduanas y comercio exterior. El segundo sacrificio lo hizo un siglo después, cuando durante el gobierno provincial del radical Armendáriz entregó nada menos que ocho puntos de coparticipación, para compensar las cuentas públicas de otras provincias, éstas sí estructuralmente pobres, que habían quedado muy dañadas a la salida de la última dictadura.
Entre medio de estos dos sacrificios la Provincia complejizó su perfil productivo desde un modelo puramente agroganadero hacia uno mixto y con fuerte impronta industrial. Ese proceso produjo un conurbano pujante, dinamizado por una clase trabajadora que se identificó rápidamente con el proyecto peronista. Por eso, trabajo industrial -calificado y de calidad- y peronismo van de la mano. Ese lazo perdura a pesar del modelo financiero de Martínez de Hoz que arrasó con las fábricas.
La historia actual perpetúa una distribución de la riqueza brutalmente injusta: mientras que la Provincia acaba de sancionar un presupuesto de 974 mil millones de pesos, la ciudad de Buenos Aires sancionó uno de 612 millones de pesos. Esto implica, medido en relación a su población, que la provincia tendrá un presupuesto de 57 mil pesos por habitante, mientras que la vecina Ciudad Autónoma tendrá 218 mil pesos por habitante, casi 4 veces más. Así es más fácil entender por qué, como dice Máximo Kirchner, en la ciudad hasta los helechos tienen luz.
A esta condición estructural debe sumarse la brutal evasión impositiva de los sectores más pudientes, que está siendo visibilizada por el gobierno provincial cada vez que realiza operativos en barrios privados o ciudades costeras, con cientos de decenas de mansiones declaradas como baldíos. También debe considerarse el tremendo deterioro del poder adquisitivo del salario de médicos, docentes y policías logrado con dedicación por el proyecto Cambiemos y que daña de modo violento al motor de la economía: el mercado interno, o como prefiere llamarle Cristina, el consumo popular.
La provincia no solo es rica en términos productivos. También cuenta con un muy sólido complejo científico tecnológico, con una Comisión de Investigaciones Científicas que cuenta con noventa Centros de Investigación, Desarrollo e Innovación a lo largo y ancho de todo el territorio, de los cuales quince son cogestionados con el CONICET y 65 con universidades públicas y privadas, provinciales y nacionales. También el CONICET tiene 4 grandes Centros Científico Tecnológicos, cada uno de ellos en La Plata, Mar del Plata, Tandil y Bahía Blanca, que coordinan decenas de laboratorios, centros e institutos. Sobre esta capacidad instalada, el trabajo del sistema científico público es de excelencia y tiene como marco de posibilidad a un sistema de 25 universidades nacionales y provinciales que forman científicos, técnicos y tecnólogos no solo para el sector estatal (ejemplo de eficiencia mata relatos neoliberales), sino también al privado, en ámbitos de punta como el farmacéutico o el de los hidrocarburos.
Entonces, cuando se habla de la inviabilidad de la provincia, e incluso se la compara con otras latitudes de nuestro planeta, lo que se intenta en realidad es rechazar y deslocalizar a la única matriz política que ha pensado un proyecto para la provincia -y para el país- basado en la justicia social. Para decirlo claramente, cuando se impugna a la provincia de Buenos Aires y a sus habitantes, lo que se busca es impugnar al peronismo. Para decirlo aún más claro: una provincia viable sería una provincia sin peronismo.
Es por eso que, lejos de ser un espacio inviable, la provincia de Buenos Aires garantiza, y ha garantizado históricamente, el acuerdo federal que sostiene a la nación argentina unida. Y es por esto, también, que el liberalismo argentino necesita narrarla como inviable, porque es la condición de posibilidad del sostén y retorno de los gobiernos nacionales y populares.
Para que la provincia pueda dar un salto en su desarrollo, las matrices científica y productiva deben pensarse en sintonía, por lo que el gran desafío de este tiempo es articular un sistema científico de calidad con el desarrollo de los puertos bonaerenses, la consolidación del complejo hidrocarburífero y la profundización de un sector agroalimentario con valor agregado. Al mismo tiempo, es central (re)construir la trama de una identidad provincial, de una cultura bonaerense. En eso trabaja el equipo del gobernador. Además, el rol de la Provincia debe sincerarse reconociendo su lugar central en la generación de riquezas que son patrimonio de todas y todos los argentinos.
*Publicado originalmente en El Destape