Las malas lenguas, seres que mienten por boca de otro, salieron de Asendog
Por Norman Petrich | Ilustración: Leo Olivera
Luego de publicar las 4 primeras entregas sobre la investigación del supuesto hijo no reconocido de Félix Luna, me llegaron varios correos de lectores presentando sus dudas. ¿Son verdaderas las historias que se relatan sobre este pueblo que podría ser considerado como un descuido de los dioses? ¿O es sólo una artimaña publicitaria de la Secretaría de Turismo de la Provincia de Entre Ríos para atraer a los ciudadanos apasionados por la aventura? Las notas recuperadas deberían significar prueba suficiente para evacuar todo tipo de dudas si no fuera porque nuestro historiador, amenazado por los servicios secretos o aconsejado por la cordura, niega haber escrito un solo renglón de estos apuntes; aún cuando no puede demostrar en forma fehaciente qué hizo y dónde estaba los cinco años de su vida en que los manuscritos lo ubican en Asendog. Para obtener información complementaria se hurgó en los libros de Historia Argentina y se pudo comprobar que éstos ignoran al villaje desde el virreinato hasta nuestros días, en forma discriminatoria. En cambio, los libros asendogenses demuestran que este poblado fue república independiente por un día, y si no lo fue por más no es a causa de un sofocamiento armado o una revolución libertadora sino por la simple y obsecuente razón de que la mayoría de los habitantes simpatizaban con otros cuadros de fútbol.
Aquí deseo detenerme para realizar una breve aclaración: en Asendog, cuando alguien dice “hay que hacer un prólogo” significa preparar una picadita acompañada por un buen vermú antes de comer un asado. “Haberlo aclarado antes”, dicen todos los interesados en el tema quienes en forma apresurada llegan a la conclusión de que una picada con vermú es más atrayente que tratar de hallar respuestas a algo que está muy lejos de ser una pregunta concreta; dejando al lector la decisión de aceptar o no la existencia de este pueblo, así como los hechos que vengo relatando y que continúan, esta vez, por los mitos y leyendas de la zona, no vaya creer que por acá es todo Luz mala, Llorona y Lobizón.
Son de acá
Los asendogenses son personas muy creyentes, aun cuando la experiencia les indica que deberían dejar de serlo. Ellos confiesan creer principalmente en la política (aunque no el los políticos), en las malas lenguas (extraños seres no muy bien definidos de los cuales me referiré más adelante) aunque éstas muchas veces se equivoquen; y en que los carnavales asendogenses son los "más" mejores del mundo. Y si hablamos de creencias, ni la luz mala ni la llorona, tampoco seres extraterrestres forman parte de la mitología asendogense. Es más, hasta hace poco, los habitantes del pueblo creían que el único mitómano era el Doctor Becker, quien se llevaba las cosas sin pedir permiso, pero algún lúcido vecino les hizo descubrir que eso era ser cleptómano o ladrón, que ser mitómano era un trastorno psicológico y nada tenía que ver con seres mitológicos. Y la cuenta hubiese quedado en cero, si no fuera por la aparición en los últimos cincuenta años de dos extraños personajes que supieron provocar espanto a solitarios caminantes.
Al ponerme a investigar sobre animales mitológicos me encontré con que uno sólo era propio de Asendog. Esto podría atribuirse al hecho de que los habitantes del pueblo están acostumbrados a tratar con especies de toda calaña y no ven diferencias llamativas entre un animal silvestre y otro fuera del razonamiento normal de la gente. O en caso de que lo visto sea imposible de negar, culparán a los excesos del alcohol como causante de dicha aparición. Sin embargo, nadie deja de reconocer que en “las noches nubladas de luna llena” puede escucharse en los terrenos del cementerio un quejido similar al de un animal llevado al matadero. Y si uno se anima a adentrarse en el camposanto y cuenta con un poco de suerte, además de la conciencia limpia, podrá divisar al extraño ser: un chancho sin cabeza con una torta frita en la boca.
A causa de ello, quedó prohibido por largos años la venta de torta fritas, hasta que se comprobó que el chancho sin cabeza con una torta frita en la boca era casi inofensivo. Eso sí; ciertos vecinos cuentan por lo bajo que la sola visión de tan monstruoso ser ha dejado a más de un asendogense imposibilitado de razonar por más de una semana. Quienes no creen en este mito aseguran que es un triste y tonto argumento utilizado por los lugareños (con todo éxito) para faltar una semana al trabajo.
Otro ser extraño, incluido en la mitología de Asendog, es una especie de hombre pequeño pero de largos brazos que llegan hasta el suelo y ojos penetrantes como los del búho. Sabe aparecerse los terceros sábados de cada mes a la hora de la misa nocturna para asustar a los distraídos transeúntes que se hallan en la plaza principal del pueblo, lindante con la Iglesia. Parece ser que esta criatura se esconde entre el follaje de los árboles esperando que su presa se encuentre a una distancia prudente para arrojarse sobre ella, hecho un ovillo, al grito de ¡manzanita podrida!
Casi siempre obtiene el mismo resultado que el que obtendría una verdadera manzana en estado de putrefacción al caerse del árbol: queda hecho bolsa contra el suelo. Igualmente, el pobre ciudadano atacado, huirá despavorido hacia el interior de la iglesia exigiendo la presencia de un sacerdote, creyendo haber visto al mismísimo diablo.
Los detractores de este mito (siempre los hay) aseguran que es una persona común y corriente, tal vez con ciertas alteraciones mentales, alguien que tiene un arreglo con el cura para asustar a la gente y obligarlas a entrar a la parroquia. Pero los asendogenses saben muy bien que ninguna persona "normal" podría soportar tantos golpes sobre su espalda como lo hace manzanita podrida.
Cerrando este breve pero interesante catálogo podría agregar a esta lista a las afamadas malas lenguas. Sin embargo, debido a que ningún habitante ha podido dar información más o menos concreta sobre ellas (sexo, forma, cantidad) ni tampoco dar testimonio de alguien que las haya visto, muchos sospechan de una jugarreta artera preparada por sus propios vecinos. Por eso, las o los analizaremos aparte.
Dicen por ahí
Como me he atrevido a deslizar anteriormente, el segundo deporte con mayor popularidad en Asendog es el chusmerío. Deporte que podría declararse impracticable sin la venerada y, a la vez, vapuleada existencia de las malas lenguas. Todos han oído hablar de ellas, o ellos, pero nadie las identifica con un rostro específico; de ahí que desconfíen de sus propios vecinos y sospechen que sean ellos los autores de tan bajos comentarios, comentarios que gustosos escucharán si alguien se acerca con el cuento fresco. Siempre que una versión comience a rodar por el pueblo y nadie se atreva a darle veracidad, serán las malas lenguas las originarias de dicha revelación. Es de esta forma que usted escuchará decir "a mí me comentaron y yo no creo que sea verdad, pero dicen las malas lenguas que..."
Si alguien se atreviera a dudar del chisme escuchado, será común ver como la persona que vino con el cuento se lavará las manos y evitará toda culpa con una frase que bien le hubiera venido a Poncio Pilatos: "ah, no sé; si miento, miento por boca de otro".
En más de una ocasión las malas lenguas mandaron a algún asendogense un metro ochenta bajo tierra antes de tiempo, detectaron sin comprobación fehaciente ciertas infidelidades o aseveraron embarazos sin que, a través del transcurso de los meses, los cuerpos de las personas señaladas sufrieran alteración significativa como el de toda futura madre. Podríamos indicar, entonces, como virtudes principales de las malas lenguas, la velocidad con que un comentario pasa de boca en boca y la manera en que lo hace, sin importar que el resultado final esté lo más alejado de la verdad. ¿Cómo sucede esto? Pongamos un ejemplo. Si una persona, regresando de su visita al médico, se le ocurre comentarle a la vecina (quien justo salía a barrer la vereda) el descubrimiento por parte del diplomado de un pequeño soplo; en pocas horas y en tan sólo el otro lado del pueblo estarán asegurando que el pobre desdichado necesita transplante de corazón. Eso sí. Toda la localidad podrá enterarse del chisme y aun de esta forma el destinatario del mismo jamás sabrá lo que ocurre hasta que sea demasiado tarde.
Las malas lenguas se jactan de tener una gran inventiva, ya que a ellas se atribuyen todos los dichos que andan dando vueltas y de encontrar un sobrenombre para cada lugareño, como si hubiese nacido con una marca en la frente. Sobre sus espaldas cargan con el fracaso de los distintos pasquines locales que supieron aparecer. Los directores de estos diarios sabían excusarse con una frase que vale la pena tener en cuenta: "con las malas lenguas rondando con el chisme fresco ¿qué nos queda para vender a nosotros?"
“Esas son excusas para justificar la quiebra”, dicen los asendogenses más veteranos, “cuando en realidad lo que hacen es lavar el dinero negro que hicieron los abuelos”.
Me apuro a corregirlos y aclararle que se dice (y mal, ya que es incorrecto asociar lo malo a ese color) “en negro”, si están refiriéndose a los ingresos brutos no declarados para evitar los impuestos y gravámenes. Y ahí son ellos los que me corrigen ratificando lo de dinero negro, ya que se trataba de limpiar billetes que los abuelos habían enterrado en el suelo del campo hace ya unos cuantos años para evitar a los recaudadores de impuestos y gravámenes.