Ernesto Salas: "¿Puede una derrota coyuntural convertirse en un símbolo de la resistencia en el futuro?"
Por Enrique de la Calle
Durante enero de 1959, se desató un paro en el frigorífico Lisandro De la Torre que sacudió a todo el país y al gobierno radical de Arturo Frondizi, que había asumido un año antes. El conflicto duró un mes e involucró la toma del frigorífico, barricadas y enfrentamientos en todo el barrio porteño de Mataderos. El gobierno nacional dispuso "la detención de cientos de dirigentes comunistas y peronistas, declaró zona militar las áreas de mayor concentración obrera de la ciudad, movilizó tropas y amenazó con la aplicación del Plan Conintes (...). Al mismo tiempo recrudecieron las acciones de los comandos peronistas y estallaron cientos de bombas en la ciudad de Buenos Aires", describió el historiador Ernesto Salas en su libro "La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre".
En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, Salas volvió sobre aquellos hechos que forman parte de las memorias de lucha del pueblo argentino, para reflexionar, además, sobre la resistencia peronista, que según él termina en 1960. "Después de 1960 ya se hablaba de la etapa de la resistencia peronista como algo pasado. Independientemente de que después se considere a los 18 años de proscripción como la etapa completa de la resistencia peronista, algo había cambiado hacia 1960 que explica aquella reflexión", explicó.
APU: ¿Qué lugar tiene hoy la "toma del frigorífico Lisando De la Torre" en la memoria popular?
Ernesto Salas: La memoria popular es un recorte arbitrario, animado por la voluntad política del presente, a veces con mejores resultado que otras. Es interesante ver el fenómeno de la persistencia en la memoria que activistas peronistas de distintas generaciones han hecho de la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre y la insurrección del barrio de Mataderos en enero de 1959 para entender la complejidad de lo que llamamos memoria colectiva.
No es una crítica lo que voy a decir porque la memoria tiene sus razones y no necesariamente ella se corresponde con los hechos que se traen al presente. En la reivindicación de la toma del frigorífico, para simplificar la agresión del gobierno en una determinada clave, se afirma que Frondizi quería entregar el establecimiento al capital extranjero, lo que provocó la reacción de los obreros con la consigna más recordada de aquella lucha: Patria, sí, colonia, no.
En esa memoria, en clave nacionalista antiimperialista, se unen varios factores de la época, a saber: 1) Frondizi facilitó el ingreso del capital extranjero (recordar los contratos petroleros, la radicación de capital norteamericano, etc); 2) Alvaro Alsogaray fue nombrado ministro de Economía (aunque lo fue después del conflicto del Frigorífico); el gobierno, de tan entreguista, firmó un Plan de ajuste con el FMI. La versión nacionalista trata de sintetizar en el evento de la venta del frigorífico el conjunto de la crítica peronista al gobierno de Frondizi en la clave Imperio vs. Nación. En esa memoria, tal vez la más difundida, la resistencia popular del presente a la imposición del neoliberalismo resulta una continuidad de aquellas luchas.
No son relevantes aquí los errores de esta versión. Señalo algunos solamente para ilustrar: 1) el frigorífico fue vendido a la Corporación Argentina de Productores, un ente mixto privado-estatal que manejaba dinero de la Junta Nacional de Carnes y que era controlado por los productores ganaderos; 2) Frondizi les entregó el control para ganarlos a la causa del desarrollo mediante la mejora técnica de las actividades agrícolas. El lema era Carne+Petróleo=acero; 3) luego de la recuperación europea de la posguerra, el negocio de la exportación de carne había descendido y aunque antes lo habían denostado, ahora los ganaderos querían el control del mercado interno. En síntesis, el gobierno le quería vender el frigorífico a la oligarquía para que estos aceptaran el ingreso y la hegemonía del capital dinámico norteamericano.
APU: Entonces: ¿mantiene potencial transformar su recuerdo y reivindicación?
ES: Para responder hay que tener en cuenta la complejidad de lo que dijimos en la pregunta anterior. Hay que incorporar el factor del conflicto interno en ella. El caso del Lisandro es como si el gobierno de Macri le hubiera vendido el Banco Nación a la Sociedad Rural. En este sentido, por supuesto que tiene validez en el presente. En términos generales, la memoria de una lucha obrera para defender el patrimonio colectivo siempre tiene la potencia de recordarnos quienes somos y lo que defendemos en el presente. Fijate que la toma del Lisandro y la insurrección del barrio de Mataderos son los eventos más recordados (junto con los fusilamientos del 56) de la primera resistencia peronista.
APU: ¿Qué fueron los comandos de la resistencia?
ES: Cuando en 1955 las clases dominantes usurparon el control del Estado a un gobierno legítimo, se alzó una ola de asombro, alarma e indignación que hizo que muchos hombres y mujeres se propusieran el “hacer algo” para revertirlo. Lo primero que hay que afirmar y desmentir es que no fue un fenómeno espontáneo. El concepto de espontaneidad ignora las formas de organización no visibles de las estructuras populares. De las redes informales de la vecindad, la fábrica, los clubes, y más tarde las cárceles, nació una amplia telaraña de grupos militantes que empezaron por las pintadas con las tizas, el carbón y la brea, los volantes de hojas sueltas impresas artesanalmente y el juntarse para escuchar la palabra de Perón en discos de pasta. Una necesidad de encontrarse, de reconocerse en el otro, en el compañero. La clandestinidad trajo sus reglas y sus símbolos, el más mínimo, rápido y eficaz, la V + la P; también la flor del Nomeolvides en el ojal. De allí pasaron al sabotaje fabril y al caño resistente, un artefacto de terrorismo elemental elaborado en talleres clandestinos con un caño y un mecanismo de retardo. Entre 1956 y 1957 estallaron en el país alrededor de diez caños diarios. Los comandos de la resistencia fueron la respuesta popular al odio de las clases dominantes. Pero tenían sentido solamente en el marco de la memoria, de la resistencia individual clandestina, en la organización de las comisiones internas y cuerpos de delegados clandestinos en las fábricas, en el altar de las cocinas a Eva y Juan Perón, en el recuerdo subterráneo de miles, en los altares que perseguían el destino del cuerpo de Evita, en la marcha cantada a voz en cuello en las canchas. La dictadura trató de prohibir, la resistencia se trató del acto de afirmar.
APU: ¿Fracasó la toma del frigorífico? ¿Cómo impactó sobre el peronismo todo ese proceso?
ES: ¿Cómo se mide el fracaso de una acción en la historia? ¿En los hechos coyunturales o en su significado político posterior? ¿Puede una derrota coyuntural convertirse en un símbolo de la resistencia en el futuro? Si lo estamos recordando 62 años más tarde es por la voluntad de memoria de varias generaciones, que han rescatado en aquellos hechos el significado profundo de nuestra cultura y de nuestras tradiciones de lucha, aquellas esenciales, las que nos constituyen como sujeto político.
En el tiempo corto, coyuntural, la represión del frondicismo y la ausencia de mediaciones con el objetivo de imponer el programa del gobierno hizo que el establecimiento se vendiera finalmente a la CAP y que la mitad de los obreros fueran despedidos para proceder a un ajuste brutal en el establecimiento. El tiempo, magro juez de la historia, les dio la razón a los trabajadores. Unos años antes del cierre del frigorífico Lisandro de la Torre, una comisión de la Cámara de Diputados determinó que los productores que controlaban la CAP habían pagado precios demasiado altos por el ganado que se comercializaba en sus frigoríficos y que las pérdidas de la Corporación habían sido enjugadas año tras año con fondos del Estado. Una verdadera estafa.
APU: Según usted, la resistencia peronista como tal terminó en 1960. ¿Por qué ubica ahí su final? ¿Qué pasó después hasta el retorno de Perón?
ES: No la ubico yo, después de 1960 ya se hablaba de la etapa de la resistencia peronista como algo pasado. Independientemente de que después se considere a los 18 años de proscripción como la etapa completa de la resistencia peronista, algo había cambiado hacia 1960 que explica aquella reflexión. Lo que llamamos larga resistencia peronista no fue un período único sino que esta afirmación es una construcción posterior. En realidad podemos encontrar diversas “etapas” diferentes entre sí y que explican con mayor complejidad el largo camino que va desde el derrocamiento violento de Perón hasta el “Luche y vuelve” de la campaña de 1973. La resistencia obrera, que va creciendo después de 1955 y tiene su culminación con los 11 millones de jornadas perdidas por huelga en 1959 como respuesta al Plan de ajuste del gobierno de Frondizi y del FMI tiene un punto de inflexión en este año. Mediante la combinación de la represión de las luchas de los trabajadores (de la carne, bancarios, textiles, metalúrgicos, etc) y la complicidad de una parte de la dirigencia sindical, una camada de militantes fue expulsada de las fábricas para poder modificar los convenios colectivos e imponer las cláusulas de productividad. La coexistencia en el gobierno de lo que será llamada la “burocracia sindical” habilita este cambio en las relaciones de fuerza. En 1961 el gobierno devuelve la CGT a una conducción domesticada. Habrá que esperar hasta el Congreso Normalizador del 68 para que las direcciones sindicales nacionales expresen la combatividad en aumento de las bases del movimiento obrero. Fijate que durante el período de las conducciones vandoristas y particiacionistas hay un crecimiento de las alternativas revolucionarias del peronismo en agrupaciones políticas como el MRP, ARP o las FAP. Se trata de otra etapa de la lucha que luego confluye en la CGT de los Argentinos, que a su vez inaugura un momento nuevo.
APU: Luego de la toma del frigorífico, ¿qué pasa con una figura como Cooke hasta ese momento muy relevante?
ES: Cooke es el delegado de Perón hasta diciembre de 1958 que es el momento de su participación activa en la dirección del movimiento a las órdenes de Perón. Luego comienza la etapa cubana y su participación —a través de Alicia Eguren— en la guerrilla de los Uturuncos. Luego, como en otros casos, Jauretche por ejemplo, Cooke se dedica a reflexionar sobre la experiencia vivida y a preguntarse por las causas de la impotencia del movimiento de liberación. Recordá la importancia para aquella generación de las denuncias de Cooke acerca de la capa burocrática en el movimiento, entre “el hecho maldito del país burgués” y el “gigante invertebrado” que se encuentran en las conferencias de “Apuntes para la militancia”. Una indagación política central acerca del porqué, teniendo el grueso de la clase obrera a su favor, el peronismo se pierde en amagues inconducentes. Yo diría que la relevancia teórica de Cooke y su influencia en la izquierda peronista se dan en esta etapa hasta su muerte en 1968. Además, Cooke participa de la explicación del fenómeno peronista entre los dirigentes de la Revolución Cubana, a la vez que es un promotor de las tareas de la revolución en Argentina. Sus escritos acerca de la dictadura de Onganía reunidos en “Peronismo y Revolución” siguen siendo de lectura indispensable.