La Toma del Frigorífico “Lisandro de la Torre”: la insurrección peronista del barrio de Mataderos
Por Jorge Giles | Ilustración: Sol Giles
Nadie sabe quién fue el primero de los obreros que se puso a cantar con toda la voz, aquella larga noche del 15 de enero de 1959: “¡Patria sí, colonia no!”. Pero sí se sabe que de inmediato eran cien los que cantaban y luego mil y pronto fueron los nueve mil obreros que ocupaban el Frigorífico “Lisandro de la Torre” quienes inauguraban para todos los tiempos, una de las consignas más representativas del peronismo a lo largo de su historia.
Sabían que estaban luchando por algo más que su fuente de trabajo, amenazada por la privatización del “Lisandro” dispuesta por el presidente Frondizi como una muestra de sumisión ante el F.M.I. y la clase ganadera argentina, representada en la Corporación Argentina de Productores, CAP.
Y sabían los trabajadores que venían por ellos, pero mucho más por la patria toda. Y entonces, ellos que eran la patria, tenían que luchar hasta las últimas consecuencias, desoyendo los cantos de sirena que venían del poder dominante y de aquellos dirigentes políticos y sindicales que todo lo negocian, todo lo corrompen, todo lo traicionan.
Sebastián Borro, días antes de la Toma, se plantó ante la asamblea conformada por sus compañeros y compañeras trabajadoras y llamó a no rendirse, a no entregar el patrimonio nacional y a no claudicar en esa lucha que también era la lucha por la vuelta de Perón y la recuperación de la patria justa, libre y soberana. Fueron marchando hasta el Congreso para reclamar y exigirle al gobierno que anule la iniciativa. Encabezaba la procesión obrera una ternera que tenía inscripta la leyenda: “No me vendan. Quiero ser argentina”.
La ley, no obstante, fue aprobada en un trámite exprés. Y entonces vino la Toma y vino la pueblada de todo el barrio de Mataderos, con mujeres que les llevaban comida y abrigo y a los hijos y las hijas de los obreros para saludar a sus padres desde el portón de entrada y los comerciantes de la zona que hacían correr la bola que “a partir de ahora nadie abre sus puertas” y los muchachos de la Juventud Peronista que arrimaban su militancia y sus clavos “miguelitos” por si las moscas.
En la madrugada del sábado 17 entró en escena la mayor represión desplegada en aquellos tiempos: 4 tanques Sherman, 2 blindados semiorugas, tropas de gendarmería, la policía federal con su montada y la infantería del ejército. Más de dos mil uniformados en total. Un tal Cáceres Monié y un tal Margaride eran los jefes represivos que encabezaban el duro combate desigual contra los trabajadores que seguían cantando “Patria sí, colonia no”. Los laburantes soltaron el ganado como línea defensiva y resistieron cómo pudieron y cómo se habían comprometido en hacerlo.
Más de tres horas tardaron los represores para llegar a la colina y así poder desalojar el establecimiento.
Y fue allí donde el barrio de Mataderos profundizó y extendió aquella histórica insurrección popular, resguardando a los obreros del Frigorífico y enfrentando a las fuerzas de ocupación represivas con barricadas en varias esquinas, cortes de luz y enfrentamientos que duraron varios días. Estalló Mataderos y en la pueblada, fueron acompañados por los trabajadores y pequeños comerciantes de Villa Luro, Villa Lugano, Liniers y barrios vecinos.
El primer saldo fue: Borro detenido junto a otros 95 compañeros. Más de 5.000 cesanteados. Varios heridos. Y lo que fue peor: el Frigorífico, emblema de nuestra soberanía alimentaria, entregado vilmente a los ganaderos. Desde entonces ellos deciden el destino y el precio de la carne; es decir, deciden quién come y quién no.
¿Pero ese fue el saldo final? Creemos que no. Esa gesta obrera y peronista significó, de allí en más que, pese a las heridas y las cárceles, pudieron dejar asentado en el lomo doliente de la historia popular, que no todo se compra ni se vende y que había un peronismo que se resistía a integrarse al sistema de prebendas y entregas.
Lo cierto es que este suceso pendiente en nuestra memoria colectiva, es quizá el hecho fundacional que alumbró, diez años después, el Cordobazo y todas las puebladas que se sucedieron para expulsar a la dictadura y parir una nueva generación de militantes populares.
Si el 17 de Octubre, día de la Lealtad, marca el nacimiento del peronismo como movimiento nacional y popular, el 16 de Enero es el día de la Resistencia peronista.
Juntemos todas las señales que dejó la Toma para demostrar lo que venimos afirmando:
*Concluida la primera fase de la represión gorila que venía a extirpar el peronismo de la faz de la tierra, Aramburu, Rojas, “Revolución Fusiladora” mediante, se entra a una nueva fase donde a los planes de represión y terrorismo de estado, se le suma una seductora política de “reconciliación nacional” que ofrecía amnistías, libertades negadas y sobre todo, “integración” al sistema dominante. Algunos dirigentes dudaron. Otros aceptaron. Y muchos, como Sebastián Borro, permanecieron inalterables en su lealtad a Perón, a sus convicciones y al compromiso con el pueblo y los trabajadores.
*En paralelo al pedido gubernamental para que se rindan y entreguen el Frigorífico, Borro además fue tentado con fajos de millones de pesos por parte de los ganaderos de la CAP. A todo dijo que no. Eso se llama honestidad, coraje y peronismo.
*Los jefes de la represión harán escuela de allí en más: Margaride sería jefe de la Federal y denunciado por su participación en la tenebrosa “Tres A” del brujo López Rega. Y Cáceres Monié sería un jerarca de la dictadura de Videla, también jefe de la Policía Federal.
*La resistencia del barrio de Mataderos, en la ciudad de Buenos Aires, en solidaridad con los trabajadores del Frigorífico, marcaría un antes y un después en la relación de los sectores dominantes con el peronismo. Ya no podrían negociar tranquilamente con los burócratas de turno. Eran las bases gremiales y territoriales del peronismo las que se hacían presentes marcando un camino de lucha para traer a Perón y defender las conquistas heredadas del gobierno peronista derrocado. Y hay que decirlo una vez más: los trabajadores modelaron allí el peronismo como identidad de una contra cultura política. No traicionaron sus banderas, no se rindieron ante la feroz represión, no se “integraron” al sistema y no se corrompieron ante los poderosos.
*El origen de la consigna “Patria sí, colonia no” en esas circunstancias, está señalando que en ese acto de amor y convicción se plantaba una bandera, un camino, una huella indeleble y un destino a seguir por ese peronismo que desde sus orígenes, siempre brota de las entrañas del pueblo trabajador. Vendrían años de muchos dolores, de más cárcel, traiciones y destierros. Pero ese peronismo militante terminó de perfilar allí su verdadero lugar en la historia del pueblo. Así, “el peronismo será revolucionario o no será” no fue para ellos una consigna desolada.
La trascendencia histórica, política y cultural que, desde esta mirada, tuvo y tiende la Toma del Frigorífico “Lisandro de la Torre”, requiere entonces de una mayor atención y estudio por parte de esa militancia nacional y popular que busca transformar la realidad, antes que conformarse con administrar las efemérides en los calendarios.
Es lo que viene haciendo ejemplarmente, año tras año, una nueva generación de militantes de Mataderos que mantiene viva la memoria de Borro y sus compañeros y compañeras obreras.
Hay que volver siempre a la experiencia de Mataderos; quizá la huelga de los trabajadores, esa que nunca se levantó, nos esté enseñando que el futuro que soñamos y nos debemos, no lo construiremos con los que defeccionan, sino con los miles de Sebastián Borro que siguen alumbrando el camino. La huelga del “Lisandro” nunca se levantó. Nuestro sueño de una patria justa, libre y soberana, tampoco.