"Algarabía": nuevo poemario de Catalina Reggiani
Por Milagros Carnevale
Dícese de “algarabía”: 1. Ruido producido por voces alegres y festivas. 2. Nombre que daban los cristianos a la lengua árabe en la época medieval.
Mira cuando la marea suba y nos lleve,
Canto pri esa agua viva de almohada
Que ya es de noche y espero
Que el agua que llega me arrulle.
Quién de nosotros se va a hacer amigo
De los berberechos.
Quién va a construirnos una casa en el fondo.
Quién va a cantar las canciones que funcionan
Como fuego y dejan lejos
A los tiburones.
Mira cuando la marea suba y nos lleve
Y tengamos que dejar de preocuparnos
Por las cosas terrestres
(…)
Pero
“Mirá cuando la marea suba y nos lleve”,
Dijiste, y después
“Ojalá que nos deje en casa”.
Entonces, algarabía: volver a casa.
Llamaron por teléfono
Al fijo
Y como era su hora pensé: debe ser la abuela.
Pero vi cómo se tomaba un ascensor
hasta abajo de la tierra
vi cómo la boca casi se le abría acostada
vi a toda esa gente saludándola.
Tristísimo. Y al mismo tiempo, no. Una abuela ya muerta pero que permanece en el sonido del teléfono fijo, un padre que va en tren a trabajar todos los días, una ¿madre? que se ponía cremas pero ya no, una casa heredada, una casa sitiada por palomas, juegos de niños, las vacaciones familiares, un departamento de adultos. La vida es eso que pasa en los ambientes que habitamos. En Algarabía las actividades más mundanas se convierten en otra cosa, en un manifiesto:
Que alguien compre nueces
con cáscara
y las deje en la mesa de la cocina.
Que queden ahí
dos,
tres días
es una bolsa llena de nada.
Que un día nadie trabaje
y duerman al sol
en el patio de loza
y que con la modorra
del sol y todo
todavía se acuerden
de esto, de la bolsa.
Que uno se levante y la traiga
Que uno de vuelva con un martillo y dos bolsas.
que empiece el trabajo.
En Algarabía se siente el sonido de las cortinas corriéndose, se siente la sábana húmeda sobre la cara, se siente la transpiración, la mutación. La transición infancia-adolescencia-adultez hecha carne en los ambientes que habitamos, las vacaciones que recordamos, las reflexiones que nos encontramos haciendo, los deseos que tenemos. Desde hace tiempo la poesía presta atención a estos temas, sin embargo, hay en Algarabía algo nuevo, un tono que a veces se torna más solemne, místico, incluso un poco épico, que hace que el tema “casa” no caiga en el usual uso del lenguaje cotidiano renegado del lenguaje poético. Basta con fijarse en el título: Algarabía. Entonces hay metáfora, hay recursos, hay romance, hay todo. Y así, una nueva forma de contar lo más contado, probablemente, en la historia de la humanidad.
Tuve que hacer un viaje estúpido a un país misterioso,
Como si fuera un acto heroico y absurdo,
Para reconocer que ya no soy un animal esquivo
Y en frente tuyo me entrego al remanso
A la espera de que, como el gatito blanco
Que vive en la puerta de donde vivo ahora,
No solo poses para las fotos
Sino que también me dejes tocarte.
No hay mejor poemario que este para leer cuando se está fuera de casa, o cuando se está en la fila de la verdulería, o cuando nos estamos mudando, o cuando queremos pensar nuevas maneras de habitar el hogar. Para estos tiempos en los que el recuerdo de la cuarentena acecha, hay que tener una copia de Algarabía.